El experimento de un profesor para mostrar el riesgo de contagio por aerosoles si se cierran las ventanas del aula


Javier Pérez Soriano, profesor de Secundaria, químico y experto en riesgos laborales, ha comprobado cómo varían los niveles de CO2 en un aula según haya o no ventilación del exterior
Con la ventilación se desplaza y diluye tanto el CO2 como los aerosoles potencialmente infectivos que haya en el aula
El docente advierte: "Cuando tengamos que cerrar las ventanas (por el frío), vamos a tener un problema y muy grande”
Ventilar es clave en la lucha contra el coronavirus, eso ya lo sabemos. Un espacio interior (aula, oficina, autobús…) mal ventilado puede registrar una mayor concentración de aerosoles con capacidad de infectar, si en ese espacio hay alguien con covid-19. Aunque se lleven mascarillas, sí. Son medidas complementarias, no excluyentes.
Sabiendo eso, Javier Pérez Soriano, profesor malagueño de secundaria que además es químico y experto en riesgos laborales, acaba de realizar un experimento que puede resultar muy útil de cara a los fríos meses que se avecinan. Su objetivo: “evaluar la influencia de la apertura o cierre de ventanas en un aula de Secundaria (que, junto con Bachillerato, tiene las mayores ratios del sistema educativo)”. Para ello, ha seleccionado un aula tipo: 60 metros cuadrados, 29 alumnos y un profesor en su interior. Siete ventanas correderas y un medidor de CO2 situado en la zona más alejada de las ventanas.
¿Por qué el medidor? Porque “la causa fundamental de la existencia de CO2 en un aula es la exhalación de alumnos y profesores (las mascarillas no lo filtran y por lo tanto lo dejan salir)”, explica el docente. Y aunque a día de hoy, “es imposible determinar de una manera sencilla la concentración de aerosoles que pueden estar suspendidos en el aire de cada aula en un momento determinado, lo que sí es relativamente fácil de determinar es la calidad del aire interior de un aula”. El CO2 es el factor determinante de la calidad del aire. "La misión de la ventilación es el desplazamiento y la dilución del CO2 exhalado tras la respiración, así como de los aerosoles potencialmente infectivos que haya suspendidos en el aire", asegura.
Dos días de experimento, filtros HEPA y medidores de CO2
Durante dos días consecutivos, se ha realizado “una medición continua de valores de CO2 durante toda la jornada escolar, como forma de determinar si la ventilación de un aula en las condiciones del estudio es o no suficiente” para evitar el contagio a través de aerosoles. Y se ha comprobado lo que ocurría en distintos escenarios: con todas las ventanas abiertas; con todas las ventanas cerradas; con las ventanas un poco abiertas. En los dos últimos casos, sí se ventiló entre clase y clase.
La recomendación de los expertos para espacios interiores es no superar los 700/800 ppm de CO2. Cualquier dato por encima de dicho valor indica una mala calidad del aire, que su renovación no está siendo suficiente. Y las conclusiones que arroja el estudio son bastante desalentadoras. “Cuando tengamos que cerrar las ventanas por la climatología (ya sea de manera total o parcial) vamos a tener un problema y muy grande”, asegura Pérez Soriano.
El primer día del experimento, el 8 de octubre, se impartieron las clases con todas las ventanas y la puerta del aula abiertas. El segundo día, el 9 de octubre, este profesor puso en marcha dos estrategias:
- Ventanas totalmente cerradas durante las tres primeras clases, ventilando sólo entre clase y clase 5 o 10 minutos. Esto simularía la situación real a la que se van a tener que enfrentar profesores y alumnos durante estos meses de otoño/invierno, en que el frío impedirá abrir las ventanas durante las clases.
- Ventanas abiertas cuatro dedos durante las tres horas posteriores al recreo. Teniendo en cuenta, eso sí, que durante el recreo se dejaron totalmente abiertas y con el aula vacía. Se comprobó que en apenas 20 minutos, la calidad del aire interior se recupera, y el nivel de CO2 del que parten estas clases es el mismo que había a primera hora.
Para estos experimentos, el autor del estudio quiso garantizar la seguridad de los alumnos, por lo que se instalaron en el aula “dos equipos portátiles con filtros HEPA que garantizaban un proceso de filtrado de 7'5 cambios de aire por hora”. Las recomendaciones de los expertos para las escuelas son que el filtrado realice al menos 5 cambios de aire por hora.
Y hay que tener en cuenta que la normativa sobre calidad del aire para los centros educativos establece, según indica el estudio, que los niveles máximos de CO2 permitidos en el interior del aula no deben ser superiores en 500 ppm (con un límite de 800 ppm). La OMS pone el límite para ambientes saludables en 1.000 ppm.
Clases con elevadísimas concentraciones de CO2
Pues bien, el experimento ha constatado que "durante el 85% de la jornada escolar el alumnado y profesorado estuvo por encima de los valores máximos recomendados para un centro escolar, habiéndose llegado a alcanzar valores máximos cercanos a los 1.500 ppm y varios picos de 1.400 ppm (siempre con ventanas cerradas completamente).
- La opción de dejar la ventana totalmente cerrada durante la clase (aunque se ventilara entre una y la siguiente) supone estar un 68% del tiempo con valores superiores a 1.100 ppm, y trabajar con valores medios de 1.200 ppm. Al acabar esas tres horas de clase con ventanas cerradas, los alumnos salieron al recreo con un nivel de CO2 en el aula de nada menos que 1.400 ppm.
- En las horas posteriores al recreo, en que se mantuvieron un poco abiertas (esos cuatro dedos), los valores bajaron un poco, a una media de 1.090 ppm, con picos de algo más de 1.300 ppm (frente a los picos de 1.500/1.400 ppm cuando están totalmente cerradas). “Por todo ello, la ventilación constante aunque sea solo un poco, es la mejor opción (siempre que se pueda es mejor dejarlas un poco abiertas que tenerlas cerradas)”, concluye este profesor.
- En cambio, las mediciones realizadas el día anterior, con las ventanas completamente abiertas, sí cumplen con lo recomendado y con la normativa para este tipo de edificios. “Sólo se ha estado un 4% de la jornada escolar por encima del valor de 800 ppm”, en dos momentos puntuales durante las últimas clases de la jornada.
Ventilación insuficiente entre clase y clase
Este estudio también quería “comprobar si la medida de abrir las ventanas entre clase y clase durante cinco o diez minutos, como indican los protocolos, es suficiente o no en nuestros centros”. Y constató que, al ventilar 5 minutos entre clase y clase los niveles de CO2 se reducían algo, poco, pero al aumentar la ventilación a 10 minutos, esos niveles se reducían a la mitad. Aún así, no bajaban tanto como para considerarse aceptables. Lo recomendable, por tanto, según este estudio, sería ventilar como mínimo 15 minutos entre clase y clase.
El autor del experimento propone otra opción, aunque él mismo confiesa que es “quizás la más difícil de llevar a cabo”: abrir las ventanas cada veinte minutos, durante al menos otros cinco minutos. “Con ello garantizamos al menos una ventilación natural de quince minutos cada hora”.
Sí hace este docente una recomendación muy clara y más fácil de llevar a la práctica. “A pesar de que haga mucho frío, cuando el alumnado salga al recreo, las puertas y ventanas de las aulas deben dejarse totalmente abiertas siempre y durante todo el recreo para que las condiciones iniciales de CO2 y aerosoles al comienzo de la jornada escolar puedan alcanzarse de nuevo”.
Y otra advertencia. Con estos datos en la mano, la opción de desayunar en clase a primera hora “está totalmente desaconsejada”. Es más, “la opción de desayunar en el aula antes de ir al recreo, cuando la ventilación sea mala, debería estar totalmente descartada”.
Pérez Soriano pide, además, un cambio de mentalidad. Este año, toca ir más abrigado a clase. “Habrá que asumir un cambio de mentalidad. Mientras dure la pandemia, por desgracia, va a ser habitual durante el invierno el uso de abrigo en interiores”. Porque la ventilación natural es clave, asegura. Las mascarillas o el uso de filtros HEPA durante las clases son medidas complementarias a esa ventilación.