La esclerosis múltiple y el virus de la enfermedad del beso: ¿qué es y qué hace el virus de Epstein-Barr?

El virus de Epstein-Barr es muy común: lo ha pasado el 90% de los adultos
Se transmite a través de la saliva y por eso recibe el nombre de enfermedad del beso
La historia de su descubrimiento es un relato apasionante de azar y tenacidad
El 13 de enero la revista Science publicó un trabajo que expone la posible relación entre la infección del virus Epstein-Barr y el desarrollo de esclerosis múltiple. Según el estudio el riesgo de desarrollar esclerosis múltiple fue 32 veces mayor para los que se infectaron con el virus.
El virus de Epstein-Barr es uno de los más comunes en los seres humanos y es capaz de infectar al 50% de los niños antes de los 5 años y a más del 90% de la población adulta. Después de la infección primaria, el virus permanece dentro del huésped, sobre todo en los linfocitos B, durante toda la vida del individuo, y se va eliminado en forma intermitente y asintomática por la bucofaringe del paciente.
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La enfermedad del beso
El virus de Epstein-Barr origina la mononucleosis infecciosa que se manifiesta con cansancio prolongado, fiebre, faringitis y adenopatías, pero también está asociado con patologías graves como el linfoma de Burkitt, el cáncer nasofaríngeo, algunos tumores de células B en pacientes inmunocomprometidos, ciertas formas de linfoma de Hodgkin, cánceres gástricos y la esclerosis múltiple.
La transmisión más frecuente del virus es a través de la saliva, por lo que es común contagiarse a través del beso, de ahí el nombre popular de enfermedad del beso.
Descubierto y nombrado en 1964
El virus de Epstein-Barr (VEB), también conocido como el virus del herpes humano 4, es un miembro de la familia de los virus del herpes. Este virus fue descubierto en 1964, por casualidad, en cultivos celulares que provenían de muestras de un linfoma de Burkitt africano, por la viróloga irlandesa Yvonne Barr, el patólogo Bert Achong, nacido en Trinidad y Tobago, y el patólogo británico sir Michael Anthony Epstein.
La sinuosa historia de su descubrimiento
Como tantas veces en la investigación científica, la historia de su descubrimiento requirió curiosidad y azar, intuiciones brillantes y tesón, mucho tesón ante los fracasos por el camino. Todo comenzó con el interés de Epstein por el virus del sarcoma aviar de Rous, el primer virus conocido que causa tumores malignos, mientras trabajaba en la Facultad de Medicina del Hospital de Middlesex.
Investigación colonial
En la década de 1950, un oficial médico del Servicio Colonial Británico con base en Uganda llamado Denis Burkitt acudió al londinense Hospital de Middlesex para impartir seminarios sobre los casos exóticos y extremos encontrados en los países africanos. Las charlas fueron apasionantes y a principios de 1961, Denis Burkitt regresó al Hospital de Middlesex como orador.
En aquella ocasión Epstein vio el anuncio del seminario y, por curiosidad, acudió a oír la charla. La conferencia fue diferente y excepcional. Fue el primer relato que Denis Burkitt dio fuera de África sobre el cáncer del sistema linfático que le dio fama mundial, el linfoma de Burkitt.
Epstein, fascinado
Después de los primeros 20 minutos de charla, Epstein estaba emocionado por aquel desconocido tumor maligno de niños en África que afectaba sitios extraños y fatales en pocos meses.
Cuando Burkitt pasó a presentar datos preliminares que mostraban que la distribución geográfica dependía de la temperatura y la lluvia, Epstein postuló que un vector artrópodo (insectos, arañas, etc.) dependiente del clima podía estar propagando un virus que causaba el cáncer.
Más tarde resultó que era un cofactor transmitido por artrópodos, pero la idea de Epstein se centró correctamente en la necesidad de buscar una causa viral.
Vuelos nocturnos de Uganda
Epstein y Burkitt comenzaron a colaborar. Unas semanas más tarde, la Campaña contra el Cáncer del Imperio Británico, fundada en 1923, financió un viaje de Anthony Epstein a Uganda. El propósito era determinar cómo un suministro regular de muestras de linfoma de los pacientes de Burkitt en la capital, Kampala, podría ser enviado por avión, en vuelos nocturnos, al laboratorio de Epstein en Londres.
Los fracasos de Epstein
Durante dos años Epstein aplicó las técnicas de aislamiento de virus que se usaban en ese momento a muestras de linfoma con resultados negativos deprimentes. El material tumoral fue inoculado en cultivos celulares de prueba, huevos de gallina embrionados y ratones recién nacidos. Nada tuvo efecto. El examen directo en el microscopio electrónico también resultó infructuoso.
La decepción fue mayúscula y el empleo de Epstein pendía de un hilo. Por suerte y de forma muy sorprendente para un científico británico, Epstein logró obtener una pequeña subvención del Instituto Nacional del Cáncer de EE. UU. Fueron 45.000 dólares que Epstein empleó para contratar al doctor Bert Achong y a Yvonne Barr. Achong ayudaba con la microscopía electrónica y Barr con el cultivo de tejidos.
Epsein pensó que si las células tumorales podían cultivarse lejos de las defensas del huésped, un virus canceroso latente podría activarse y volverse aparente, como sabía que ocurría con ciertos tumores de pollo. Sin embargo, hacer esto con un linfoma humano parecía poco probable ya que nunca se había mantenido in vitro. A pesar de ello, Epstein lo intentó, y como era de esperar fracasó.
El azar y la niebla
Afortunadamente, con las circunstancias en contra, el azar intervino. El viernes 5 de diciembre de 1963, el vuelo nocturno de Kampala fue desviado a Manchester por la niebla que cubría Londres. Epstein, Barr y Achong recuperaron la biopsia por la tarde, mucho más tarde de lo esperado, cuando el avión pudo por fin aterrizar en la capital británica.
Como de costumbre, el tejido flotaba en líquido, pero estaba excepcionalmente turbio. Era tarde y pensaron que se debía probablemente a una contaminación bacteriana. En lugar de desechar el espécimen y volver a casa, pusieron una gota del líquido turbio en un portaobjetos y lo examinaron con el microscopio óptico como una preparación húmeda.
La conmoción fue gigante. En lugar de las bacterias contaminantes esperadas, Epstein descubrió que la turbiedad era causada por un gran número de células tumorales flotantes de aspecto viable, que habían sido liberadas de los bordes cortados de la muestra de linfoma durante el vuelo. Por unos trabajos científicos que casualmente habían leído poco antes, decidieron que la mejor opción era establecer un cultivo celular en suspensión. Tuvieron éxito. La suerte sonríe a las mentes preparadas.
Primer cultivo de células linfocíticas
El grupo de Epstein obtuvo una línea celular continua, derivada de linfoma que etiquetaron como EB (Epstein y Barr), para diferenciarla de otras líneas celulares. Esta fue la primera vez que las células linfocíticas humanas se cultivaron a largo plazo in vitro. Hoy en día es una técnica estándar para una gran cantidad de diferentes tipos de investigación.
Epstein estaba muy agitado por lo que vio en el microscopio electrónico. Apagó nervioso el aparato y salió a dar una vuelta a la manzana, en mitad de la nieve sin abrigo.
A la búsqueda del virus
Una vez conseguida la línea celular, Epstein buscó algún virus en ella. El 24 de febrero de 1964 examinó la primera preparación de células EB con el microscopio electrónico y se emocionó al ver partículas de virus inequívocas en una célula de linfoma cultivada en el primer cuadrado de la cuadrícula en la que buscó.
Epstein estaba extremadamente agitado por si el espécimen se quemaba en el haz de electrones del microscopio por lo que apagó nervioso el aparato y salió a dar una vuelta a la manzana, en mitad de la nieve sin abrigo. El frío calmó su excitación, volvió al laboratorio y registró lo que había visto. Reconoció de inmediato que había observado a un miembro típico del grupo de los herpesvirus, con el que ya estaba muy familiarizado, y escribió en el cuaderno de laboratorio “virus, como herpes”.
No había forma de saber qué herpesvirus podría ser. Sin embargo, parecía bastante extraordinario que un herpesvirus produjera partículas de virus en una línea celular y, pese a ello, fuera tan biológicamente inerte que no destruyera todo el cultivo como lo habrían hecho los herpesvirus conocidos. Publicó su artículo científico el 28 de marzo de 1964 y se convirtió en un clásico.
El virus recibe su nombre
Las células EB fueron trasladadas en avión desde el laboratorio de Epstein a Filadelfia, dónde los virólogos Werner y Gertrude Henle confirmaron rápidamente la inercia biológica del virus. Después, todos juntos informaron que era un nuevo miembro de la familia del herpes. Los Henle comenzaron a referirse al virus como virus de Epstein-Barr (VEB), por las células EB en las que había llegado a ellos.
El nombre gustó, se popularizo y fue adoptado universalmente. Fue una suerte, otra más, que el trabajo con las células del linfoma y la búsqueda de un virus se llevaran a cabo en un laboratorio donde se usabao a diario un microscopio electrónico, ya que, de lo contrario, la extrema biología del virus podría haberlo dejado sin descubrir. Por desgracia, de momento no hay una vacuna que proteja contra la infección por virus de Epstein-Barr.