Seguramente, no se lo habrían imaginado así. Si les decimos que las vacunas se almacenan en una especie de caja de pizza ultracongelada, puede que les sorprenda. Pero es como se refieren a ella –a la vacuna de Pfizer, en este caso- los propios encargados de almacenarla en las enormes naves industriales (“granjas de congeladores”) de Kalamazoo, en el estado de Michigan (EE.UU.).
Allí, cientos de congeladores ultrafríos se llenan, a diario, de bandejas blancas apiladas. “Cajas de pizza”, las llaman, cargadas con algo mucho más preciado que una pizza en su interior: 195 viales de la ansiada vacuna. Cada vial lleva cinco dosis. Y necesitan estar cubiertos de hielo seco, para garantizar su congelación y su conservación.
Una vez mostrada la eficacia de la vacuna, del 95% en el caso de Pfizer, la tarea que tienen por delante las farmacéuticas que lo han conseguido tampoco es sencilla: ser capaces de producir esos viales a gran escala, y conseguir distribuir millones de dosis por todo el planeta. La operación Warp Speed, la estrategia federal de EE.UU. para acelerar el desarrollo de las vacunas, se fijó un objetivo: producir 300 millones de dosis para finales de este año. Pero la realidad es tozuda, y se acaba imponiendo.
Pfizer anunció, ella sola, nada menos que 100 millones de dosis para finales de año. Ahora, lo ha rebajado a la mitad. Tanto ella como Moderna anuncian 45 millones de dosis, cada una, para enero de 2021. Y prometen cientos de millones, eso sí, para la primavera. Pero las dos vacunas se basan en una nueva tecnología, la del ARN mensajero, que nunca se ha utilizado a gran escala. No es fácil.
La operación Warp Speed contaba con que las farmacéuticas comenzaran a fabricar las vacunas incluso antes de que se completaran los ensayos clínicos, para que millones de dosis estuvieran listas en el momento en que una vacuna tuviera éxito, algo que no se había hecho nunca antes. Pero es mucho más fácil fabricar miles de dosis para un ensayo clínico que producir millones al mes.
El proceso de fabricación y distribución a gran escala es muy complejo, y además, hay otro problema añadido: esta frenética carrera mundial por la vacuna de la covid-19 está agotando los suministros de todo: desde los tanques de acero inoxidable donde se producen las vacunas hasta las bolsas de plástico que los recubren, pasando por algo tan básico como los viales o las jeringuillas para administrarlas.
Con la vacuna de Pfizer, en concreto, el reto logístico es especialmente complejo, porque debe conservarse a una temperatura extrema: 70 grados bajo cero. Todavía no está claro qué hospitales (y países) estarán en condiciones de recibir los viales, almacenarlos y administrarlos. Los viales deben transportarse y almacenarse a “temperaturas subárticas extremas”, muy por debajo de la capacidad de congelación de una nevera normal, las que tienen los centros de salud, farmacias o, incluso, muchos hospitales.
Por eso, Pfizer ha optado por utilizar sus propias neveras portátiles, del tamaño de una maleta, que cuentan con un monitor de temperatura por GPS ("transportistas térmicos", los llaman), en vez de depender de los mayoristas que se dedican a la distribución de medicamentos. Cada nevera portátil transporta cinco bandejas de viales (“cajas de pizza”) y necesita 22 kilos de hielo seco para su conservación.
Para que se hagan una idea de la magnitud del reto: la farmacéutica está construyendo su propia fábrica de hielo seco para poder garantizar la seguridad de los envíos. Envíos en los que no sólo irán los viales de la vacuna. En otra caja, separada, irán las jeringuillas, agujas y todos los accesorios necesarios para la vacunación. Y ahora, además, imaginen todo este proceso por duplicado. Porque la vacuna de Pfizer, como la de Moderna y la de AstraZeneca, debe administrarse en dos dosis para garantizar una protección completa.
Con todo, la compañía asegura que estará en condiciones de producir 1.300 millones de dosis para finales de 2021. Algo inédito. Convertir un medicamento en un producto farmacéutico listo para ser distribuido a gran escala, en general llevaría un año. Ahora, se está haciendo en meses.
Los tiempos de distribución de las vacunas están siendo sometidos a la misma carrera contrarreloj que han disputado las farmacéuticas para desarrollarlas. Todo se acelera, esto también. Si había prisa por ser el primero en tener una vacuna segura y eficaz, hay la misma prisa –o más- en conseguir que llegue a la población.
El proceso para conseguir ése objetivo es el siguiente. Su “granja de congeladores” de Kalamazoo, en Michigan, se convertirá en un centro de distribución. Las “cajas de pizza” con los viales se sumergirán bajo 22 kilos de hielo seco y se enviarán así a los puntos de vacunación, básicamente hospitales. Para finales de año, Pfizer prevé enviar miles de cajas cada día desde Kalamazoo, y cuenta con tener una segunda “granja de congeladores” en Pleasant Prairie, en el estado de Wisconsin.
A su llegada, los viales deben transferirse a congeladores ultrafríos. Siguiente problema. Porque no todos los hospitales tienen. (Y en España, por ejemplo, ninguna farmacia ni centro de salud cuenta con ellos). Las especificaciones de Pfizer son estrictas: si los viales permanecen en sus neveras portátiles, no deben abrirse más de dos veces al día y deben refrescarse con hielo seco cada cinco días. En estas condiciones, se pueden utilizar durante 15 días. Pero si se trasladan a una nevera normal -con temperaturas de entre 2 y 8 grados bajo cero- sólo aguantan cinco días sin que su contenido se estropee.
Pero la cosa no acaba aquí. Porque la covid seguirá ahí, después de ése primer proceso de vacunación, así que la producción y distribución de la vacuna debe continuar. El reto a futuro es mejorar sus condiciones de conservación y aumentar las capacidades de producción. Entre otras cosas, construyendo “hornos” más grandes en Michigan, para ser capaces de aumentar la rapidez con la que las “cajas de pizza” salen de cocina, directas para su consumo en cualquier lugar del planeta.
Otras compañías, como AstraZeneca, están desarrollando vacunas que serán más fáciles de producir a gran escala que las de Pfizer o Moderna. AstraZeneca aseguró, en su día, que había fabricado suficiente cantidad de vacuna para cumplir con su promesa de cientos de millones de dosis en enero, pero sus ensayos sufrieron un parón y eso implica que quizá no tengan los resultados a tiempo para conseguir la autorización de la FDA antes de que acabe el año.
Pascal Soriot, director ejecutivo de esta farmacéutica, ya ha dicho que comenzará con la producción de viales en el momento en que tenga claro cuándo puede ser aprobada su vacuna: “En cuanto conviertes la vacuna en viales, comienza a correr su vida útil”.
Otra de las que encabezan la carrera, Novavax, anunció en su día 2.000 millones de dosis de su vacuna para 2021. Pero a finales de octubre anunció que tenía que retrasar sus ensayos de fase 3 en EE.UU. No tendrá los resultados de esas pruebas, y de las realizadas en Reino Unido, hasta el primer trimestre de 2021. Por lo que la producción prometida se retrasa también. Tanto la de Novavax como la de AstraZeneca requieren dos dosis de vacunación, además, igual que las de Moderna y Pfizer.
La vacuna de Johnson & Johnson, por su parte, comenzó sus ensayos más tarde que el resto, y no tendrá resultados hasta comienzos de 2021. La farmacéutica anuncia 100 millones de dosis de su vacuna para marzo. Y mil millones para finales de 2021. Tiene una ventaja, con respecto al resto de las que lideran la carrera: su vacuna se administra en una sola dosis.