Adiós al mito de cómo perder peso: hacer ejercicio no quema más calorías que estar estresado


Una investigación llevada a cabo por el antropólogo Herman Pontzer señala que los cazadores-recolectores en África no gastan más energía al día que los trabajadores sedentarios de una oficina
Los corredores queman gradualmente menos energía a medida que va pasando el tiempo
El trabajo de Herman Pontzer, antropólogo biólogo de la Universidad de Duke (Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos), es contar cuánta energía gastan las personas cuando están estresadas, hacen ejercicio o desarrollan una respuesta inmunitaria a una vacuna.
Autor de libro Quemar: una nueva investigación revela cómo realmente quemamos calorías, perdemos peso y nos mantenemos saludables, su objetivo es comprender cómo los humanos logran tenerlo todo, energéticamente hablando un cerebro grande, una infancia larga, muchos hijos y gran longevidad, según un artículo publicado en la revista Science.
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Pontzer utiliza un método desarrollado por fisiólogos que estudian la obesidad. Y sus conclusiones son sorprendentes: el ejercicio no ayuda a quemar más energía que otras actividades; los cazadores-recolectores activos en África no gastan más energía al día que los trabajadores de una oficina sedentarios; las mujeres embarazadas no queman más calorías por día que otros adultos, después de ajustar su masa corporal.
Además de acabar con los mitos sobre el gasto energético humano, el trabajo de Pontzer ofrece una nueva perspectiva para comprender la fisiología y la evolución humana. "Su trabajo es revolucionario", señala la paleoantropóloga Leslie Aiello, expresidenta de la Fundación Wenner-Gren, que ha financiado el trabajo de Pontzer. "Ahora tenemos datos que nos han dado un marco completamente nuevo sobre cómo pensamos acerca de cómo los humanos se adaptaron a los límites energéticos".
Para algunos, en cambio, la teoría de Pontzer no se sostiene. Su mensaje de que el ejercicio no ayuda a perder peso "carece de matices", dice el fisiólogo John Thyfault del Centro Médico de la Universidad de Kansas, quien asegura que puede empujar a las personas que hacen dieta a hábitos menos saludables.
Gasto total de energía
A principios de este siglo, los científicos sabían poco sobre el gasto total de energía de los humanos o lo que es lo mismo la cantidad de kilocalorías (las "calorías" en las etiquetas de los alimentos) que queman los 37 billones de células de una persona en 24 horas.
Los investigadores habían medido la velocidad a la que nuestros cuerpos queman energía en reposo: la tasa metabólica basal, que incluye la energía utilizada para la respiración, la circulación y otras funciones vitales.
Sabían que esta tasa metabólica basal era aproximadamente la misma entre los mamíferos más grandes, cuando se ajustaba al tamaño del cuerpo. Aunque la tasa metabólica basal solo captura del 50% al 70% del uso total de energía, los investigadores calcularon que, kilo por kilo, los humanos queman energía aproximadamente al mismo ritmo que otros simios.
Pero los humanos tienen un gasto de energía adicional: nuestros grandes cerebros, que representan el 20% de nuestro uso de energía por día.
Algunas teorías apuntan a que nuestros antepasados compensaron esos costosos cerebros desarrollando intestinos y otros órganos con un tamaño pequeño. Otras sostienen que los humanos ahorran energía al evolucionar para caminar y correr de manera más eficiente.
Exhalación de CO2
Pontzer quería probar esas ideas, pero se dio cuenta de que no había suficientes datos para hacerlo: nadie sabía cuánta energía total usan los primates cuando se mueven, y mucho menos cómo las diferencias en la anatomía o las compensaciones en el tamaño de los órganos afectan el uso de energía.
Así que se dio cuenta de que tenía que volver a lo básico y medir las calorías que gastan los humanos y los animales al caminar y correr. Los mamíferos usan oxígeno para convertir los azúcares de los alimentos en energía, con CO2 como subproducto. Cuanto más CO2 exhala un mamífero, más oxígeno y calorías ha quemado.
De esta manera Pontzer midió cuánto CO2 exhalaban perros y cabras mientras corrían y caminaban. Así descubrió, por ejemplo, que los perros con patas largas usan menos energía para correr que los corgis (una raza de perro pequeña).
Durante su investigación, Pontzer halló que los orangutanes queman un tercio de la energía esperada para un mamífero de su tamaño. La explicación probable es que la escasez de alimentos en el pasado hizo que los grandes orangutanes quemasen menos calorías por día para sobrevivir. Es más, un hombre de 113 kilogramos quema 2.050 kilocalorías por día, mucho menos que las 3.300 que normalmente quema un hombre de 113 kilogramos.
Los humanos, los más atípicos
El investigador se dio cuenta además que entre los grandes simios, los humanos son los más atípicos. Cuando se ajustan a la masa corporal, quemamos un 20% más de energía por día que los chimpancés y los bonobos; un 40 % más que los gorilas, y un 60 % más que los orangutanes.
Según su estudio, los humanos machos acumulan el doble de grasa que otros simios machos y las mujeres tres veces más que otras simios hembras.
Su teoría es que nuestra gran cantidad de grasa corporal evolucionó junto con nuestra tasa metabólica de forma más rápida: la grasa quema menos energía que el tejido magro y proporciona una reserva de combustible. "Nuestros motores metabólicos no fueron creados por millones de años de evolución para garantizar un cuerpo de bikini listo para la playa", escribe Pontzer en Burn.
Sin embargo, nuestra capacidad para convertir las reservas de alimentos y grasas en energía más rápido que otros simios tiene beneficios importantes: nos da más energía todos los días para que podamos alimentar nuestros grandes cerebros, así como alimentar y proteger a las crías con infancias largas y energéticamente costosas.
Metabolismos acelerados
Pontzer cree que los rasgos característicos humanos en el comportamiento y la anatomía nos ayudan a mantener metabolismos acelerados. Por ejemplo, los humanos habitualmente comparten más comida con otros adultos que otros simios, lo que habría dado a los primeros humanos una red de seguridad energética.
Según el investigador, nuestros grandes cerebros crearon un ciclo de retroalimentación positiva. Exigían más energía, pero también dieron a los primeros humanos la inteligencia para inventar mejores herramientas, controlar el fuego, cocinar y adaptarse de otras formas para obtener o ahorrar más energía.
El ejemplo de la tribu hazda
El viaje que Pontzer hizo a Tanzania fue revelador. El hecho de que entre la cultura de los miembros de la tribu hadza esté la de compartir es determinante. Ese intercambio ayuda a todos los hadza a estar activos: mientras cazan y se alimentan, las mujeres hadza caminan unos 8 kilómetros al día; los hombres, 14 kilómetros, más de lo que camina un estadounidense típico en una semana.
En cambio, cuando se ajustó por la masa corporal no grasa, los hombres y mujeres hadza quemaron la misma cantidad de energía por día de media que los hombres y mujeres de Estados Unidos, Europa, Rusia o Japón.
Anteriormente, un estudio de la epidemióloga Amy Luke, de la Universidad Loyola de Chicago (Estados Unidos) había llegado a conclusiones similares: las agricultoras en África occidental usaban la misma cantidad de energía diaria cuando se ajustaba a la masa corporal libre de grasa que las mujeres en Chicago: alrededor de 2.400 kilocalorías para una mujer de 75 kilogramos.
Pontzer defiende que los cuerpos de los cazadores-recolectores se ajustan a una mayor actividad gastando menos calorías en otras tareas invisibles como estar estresado. Esta idea la respaldó con un nuevo análisis sobre un grupo mujeres sedentarias entrenadas para correr medias maratones: después de semanas de entrenamiento, apenas quemaron más energía al día cuando corrían 40 kilómetros por semana que antes de comenzar a entrenar.
En otro estudio sobre la participación de un grupo de ‘runners’ en carreras de 42,6 kilómetros al día, 6 días a la semana durante 140 días, Pontzer y sus colegas encontraron que los corredores quemaban gradualmente menos energía a medida que va pasando el tiempo: 4.900 calorías por día al final de la carrera en comparación con 6.200 calorías del principio.
Probablemente, porque a medida que los atletas corren más y más durante semanas o meses, sus motores metabólicos se reducen en otros lugares para hacer espacio para los costos adicionales del ejercicio, asegura Pontzer.
Por el contrario, si eres un adicto a la televisión, es posible que aún gastes casi la misma cantidad de calorías al día, dejando más energía para que tu cuerpo la gaste en procesos internos, como una respuesta al estrés.
Los hallazgos de Pontzer tienen una implicación desalentadora para las personas que quieren perder peso. "No se puede hacer ejercicio para salir de la obesidad", dice el fisiólogo evolutivo John Speakman de la Academia de Ciencias de China.
En cualquier caso, no hay que olvidar los beneficios de hacer deporte. Las personas que hacen ejercicio tienen menos probabilidades de aumentar de peso en primer lugar, y las que hacen ejercicio mientras hacen dieta tienden a mantener mejor el peso. El ejercicio también puede afectar el lugar donde se almacena la grasa en el cuerpo y el riesgo de diabetes y enfermedades cardíacas.
El mejor ejemplo está en los hadza, que son activos y llegan a los 70 y 80 años sin diabetes ni enfermedades cardíacas. "Si el ejercicio está reduciendo la respuesta al estrés, esa compensación es algo bueno", apunta Pontzer. "El ejercicio evita que te enfermes, pero la dieta es tu mejor herramienta para controlar el peso".
Gasto de energía en los bebés
Pontzer ha descubierto además que los recién nacidos tienen la misma tasa metabólica que sus madres embarazadas, que no es diferente de otras mujeres cuando se ajusta al tamaño del cuerpo. Pero entre los 9 y 15 meses, los bebés gastan un 50 % más de energía en un día que los adultos, cuando se ajusta al tamaño corporal y la grasa. Es probable que eso alimente su cerebro en crecimiento y, tal vez, desarrolle mejor su sistema inmunológicos. Los hallazgos, publicados en Science, ayudan a explicar por qué los bebés desnutridos pueden mostrar retraso en el crecimiento.
El metabolismo de los niños se mantiene alto, cuando se ajusta al tamaño del cuerpo, hasta aproximadamente los 5 años, cuando comienzan a declinar lentamente hasta los 20 años y se estabilizan en la edad adulta. Los humanos comienzan a usar menos energía a los 60 años y, a los 90, los ancianos usan un 26% menos que los adultos de mediana edad.
Pontzer ahora está investigando un misterio que surgió de sus estudios en los atletas: parece haber un límite estricto sobre la cantidad de calorías que nuestros cuerpos pueden quemar por día, establecido por la rapidez con la que podemos digerir los alimentos y convertirlos en energía. Calcula que el techo para un hombre de 85 kilogramos sería de unas 4.650 calorías diarias.