La 'fosa de las mujeres de Zufre': su historia más de 80 años después

Realizan ocho catas y hallan siete cuerpos con señales de violencia
Es una de las pocas fosas exclusivas de mujeres que hay en Andalucía
Apenas quedan testigos vivos de aquel día
Jueves 4 de noviembre de 1937, Higuera de la Sierra, Huelva. María Martín tiene 14 años recién cumplidos. Con su talega al hombro cargada de libros, va para la escuela. Ve como un camión se detiene y bajan, ayudadas de una silla, un grupo de mujeres. Van vestidas de negro, con pañuelos en la cabeza y rostro serio. "Vienen a declarar", escucha la niña cuchichear a algunos vecinos. Sigue su camino al colegio, no ha pasado media hora y oye la ráfaga de tiros. En la clase de Geografía de Doña Mercedes nadie se inmuta, son sonidos cotidianos. “Las mujeres”, piensa ella.
Eran 16. La mayoría, amas de casa entre los 29 y los 72 años. Las trajeron de la vecina localidad de Zufre, a apenas 12 kilómetros. Fueron fusiladas, junto a 5 hombres también de Zufre, en la tapia del cementerio de Higuera de la Sierra. Entre las 10 y las 11 de esa mañana. Antes, ya habían sido rapadas, obligadas a beber aceite de ricino y paseadas ante la vista de todos. Lo que sintieron, solo lo saben ellas: Teodora, Remedios, Modesta, Josefa, Elena, Bernabela, Dominica, Felipa, Amadora, Mariana, Antonia, Encarnación, Faustina, Amadora, Carlota y Alejandra.

El domingo siguiente, después de misa, como es costumbre, las niñas van al cementerio. Allí está el montículo, alargado, de tierra movida, junto a lo que entonces era la tapia. Es la fosa donde han enterrado los cuerpos. Todavía quedan restos de piedra de cal como testimonio del horror de una corrosión rápida. Ha llovido, el suelo está enfangado y los pies de las niñas se hunden. María tiene ahora 96 años y nos cuenta que, en su retina, quedó grabada aquella imagen. "Desde ese día, tuve una y otra vez la misma pesadilla. Mis pies se enterraban en el fango y tropezaba con huesos", nos confiesa.
María no es memoria histórica, es testimonio vivo. 82 años después ha identificado el lugar de los enterramientos. El cementerio ha cambiado mucho pero no ha olvidado el sitio. "Justo donde ahora hay una pared de nichos", señala la anciana. Es de las pocas personas, testigos de aquel día, que siguen vivas. Sus recuerdos están ayudando a un equipo de antropólogos y arqueólogos que trabaja en la zona, desde el 29 de julio. Una exhumación que solicitaron, a principios de 2018, la familia de una de las víctimas y el Grupo de Trabajo 'Recuperando la Memoria de la Historia Social de Andalucía' (RMHSA-CGT-A). Raquel Almodóvar, autora del libro "4 de noviembre. Una historia (des)narrada de la Guerra Civil en Zufre", lleva años investigando este suceso, gracias a las memorias orales que se han transmitido entre generaciones. "Son un patrimonio cultural incalculable que me ha permitido encontrar información documental sobre este terrible asesinato, nos explica la investigadora.


Elena Vera es la arqueóloga que coordina estos trabajos y reconoce la peculiaridad de esta fosa, exclusiva de mujeres. "Llama la atención que la mayoría eran madres, ya mayores, entre los 50 y 60 años, a las que se les aplicó el conocido como Bando de guerra. Es decir, no tuvieron juicio ni sentencia", afirma. Según la investigación de Almodóvar, la Guardia Civil de Zufre las acusaba de colaborar con la guerrilla antifranquista, es decir, con zufreños que estaban escondidos en las sierras cercanas. Pero la investigadora aclara que "los Consejos de Guerra pretendían dotar de una aparente legalidad el genocidio franquista". Sus únicos delitos, lamenta Cecilio Gordillo, coordinador del Grupo de Trabajo RMHSA-CGT-A, era "ser madres, hermanas o hijas de". Por el momento, se han realizado ocho catas y en dos de ellas se han encontrado siete cuerpos con señales de violencia, algunos de ellos con ataduras de cables eléctricos en los antebrazos. Solo uno corresponde a una mujer. Los análisis tendrán ahora que confirmar o no que pueda pertenecer a alguna de esas 16 mujeres de Zufre o al grupo de hombres fusilados y enterrados en el mismo cementerio. Y que, más de 80 años después, puedan por fin descansar.