Sorolla, el pintor de la luz y el color que dibujaba en blanco y negro


La exposición 'Sorolla. Dibujante sin descanso' recupera más de 100 creaciones del pintor valenciano
La muestra permanecerá abierta en el madrileño Museo Sorolla hasta el 20 de mayo de 2020
Joaquín Sorolla dibujaba como el que respira, sin esfuerzo, a todas horas, como algo imprescindible para vivir. Plasmaba cuanto le rodeaba, en cualquier situación. A veces trazos en carboncillo de escenas que veía en la calle, otras, apuntes para sus grandes cuadros; las más, imágenes de su vida íntima, que captaba con el lápiz a modo de instantáneas. Una forma de guardar recuerdo de aquellos a quienes más quería: su familia.
Aunque dejó más de 8.000 dibujos, esta faceta creativa suya es poco conocida. Hasta ahora, porque su museo, el Sorolla, inaugura este lunes una exposición que reúne un centenar de sus trabajos sobre papel. Ha sido complicado elegirlos, la mayoría se han buscado entre los 5.000 que conserva la pinacoteca madrileña, pero también hay tres cedidos por la Universidad Complutense de Madrid. Casi todos se exponen por primera vez. Se han seleccionado los más vistosos, los más grandes, los más acabados... entre todos conforman una muestra con la que el Museo Sorolla aspira a dejar huella entre los visitantes.
Las imágenes de su familia
Los dibujos que realizó a su familia son de los más bellos del pintor, quizás porque nos permiten conocerlos a través de sus ojos, quizás, porque plasman la vida cotidiana mejor que lo harían las fotografías. En ellos se ve a su mujer, Clotilde, o a sus hijos, María, Joaquín y Elena, solos o en escenas de intimidad dentro de su hogar, mientras realizan tareas cotidianas como coser, jugar, leer o estudiar.

Las salas donde ahora se exponen fueron en su día las habitaciones privadas de Sorolla y su familia. Este ámbito íntimo es el que el pintor reservó para sus dibujos. No los enseñó, no los expuso, prefirió dejarlos entre las paredes de su hogar, como puede verse a través de varias fotografías de la casa que se conservan en el Museo, y que revelan la importancia que estas instantáneas familiares tenían para el artista.

Dibujante callejero
Decía Sorolla que nunca se sabe dónde y cuándo puede llegar la inspiración, por eso llevaba siempre consigo unos cuadernillos en los que dibujaba en cualquier momento. Pequeñas obras de arte en las que recogía estampas de la vida moderna, de la calle, de los cafés, de los teatros, de la gente corriente, imágenes que nunca llevaría a sus cuadros, porque él era pintor de la burguesía, pero que sí recogía en sus pequeños cuadernos, que ahora se exhiben en la exposición.

No son dibujos académicos, son escenas de ese mundo que se encontraba más allá de su casa, de su producción pictórica. Simples dibujos que no quería enmarcar, recuerdos de rincones que le llamaban la atención y que inmortalizaba rápidamente en su cuadernillo. Si el Sorolla en lienzo no necesitaba dibujo para su color, el Sorolla en papel no requería color para su dibujo.
Grandes cuadros, grandes dibujos
Joaquín Sorolla ha sido considerado siempre un pintor de la luz y el color. La exuberancia de su paleta, la rapidez con la que ejecutaba sus cuadros para poder fijar el instante fugaz y esa capacidad para captar la luz enamoraron al público de su tiempo, y al del nuestro. Sin embargo, esa frescura en su pintura no es tan espontánea como parece. Detrás de ella hay un trabajo constante, muchos ensayos y preparación antes de enfrentarse a un gran cuadro.
En esta muestra se exponen algunos de los dibujos preparatorios más espectaculares de Sorolla, como los que realizó para los retratos del rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugena, que destacan por sus grandes dimensiones, con más de dos metros de alto.

El pintor del mar que dibujaba ciudades
Primero su curiosidad y luego el éxito de su pintura llevaron a Sorolla a conocer grandes ciudades como París, Londres o Nueva York. La ciudad y la vida moderna, poco reflejadas en sus cuadros, fueron en cambio un motivo muy frecuente en sus dibujos y notas de color, en lo que dio rienda suelta a su libertad creativa produciendo obras muy modernas, que alcanzaron su máxima expresión en 1911, durante el segundo viaje del pintor a EEUU, en la serie de vistas de la ciudad de Nueva York, que realiza al gouache o en las escenas que recoge en los restaurantes de los hoteles en los que se hospeda.

Contaba Sorolla que le gustaba el dibujo porque le permitía captar el instante con más rapidez, sin lo fastidioso de preparar las pinturas en la paleta o los bastidores en los que iba a pintar.
"Cuanto más viejo me hago más me doy cuenta de que el dibujo es el más importante de todos los problemas que presenta completar un cuadro", dijo alguna vez.
Esta exposición llega para demostrar que de la dificultad hizo el pintor valenciano una virtud. 'Sorolla. Dibujante sin descanso' arranca este lunes en la Casa Museo del pintor y permanecerá abierta hasta el 20 de mayo. Una oportunidad para descubrir al Sorolla más desconocido, el que pintaba en color, pero también soñaba en blanco y negro.