Moustapha Oumarou sonríe a la vida que ha descubierto con 'Adú'


El pequeño de Benín protagoniza la cinta de Salvador Calvo sobre el drama de la inmigración
La película de Telecinco Cinema se estrena este viernes 31 de enero
En el centro de refugiados no les extrañó que ella, la madre, no fuera muy cariñosa con él. En África es normal. Muchos de los niños nacidos no llegan a adultos, y sus madres prefieren no encariñarse por lo que pueda pasar. Sí les sorprendió que con el dinero que le dieron para vestirse, se comprara lencería de lujo. Luego el pequeño la llamó Madame y saltó la alarma. ¿Qué niño de cinco años llama así a su mamá?
No era su madre y no buscaban un mundo mejor. Lo trajo a Europa para traficar con sus órganos. Hoy X (mejor no decir su nombre) vive en un orfanato de París.
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De su historia ha nacido Adú, que se estrena este viernes. Al director le contaron lo ocurrido con X y, horrorizado, quiso mostrar lo que hay detrás de la inmigración. Contar que hay niños que se prostituyen para conseguir el dinero con que pagar a las mafias, que muchos pierden a sus familias en el camino, que muchas veces no lo consiguen y sus sueños acaban siendo pesadillas.
Y buscando actores para contarlo se encontró con el pequeño Moustapha, el protagonista de una cinta que retrata el drama de los que quieren llegar a Europa.
Moustapha Oumarou caminaba por la aldea africana de Parakou, en República de Benín, cuando se cruzó con el director Salvador Calvo y su directora de casting, Cendrine Lapuyade. Les miró y les dijo: "Oye, blancos, ¿qué hacéis aquí?". Su desparpajo encandiló a todos. Habían encontrado a Adú, el protagonista de la película que Calvo quería grabar sobre el drama de la inmigración.
Moustapha (Mous), el pequeño actor, relame el envoltorio del bizcocho de chocolate rosa. Ya sabe lo que es. Desde que lo probó por primera vez, no para de pedirlo. Se lo come sin dejar de sonreír. Y ríe, ríe mucho. Todo lo que puede reír un niño que acaba de descubrir otro mundo. El del chocolate rosa, las luces de los anuncios, el ruido de la ciudad, los aviones, las escaleras mecánicas...Y el frío.
Nació hace siete años en Parakou y jamás imaginó que fuera de su pequeño entorno existiera otra vida. Y mucho menos sabía lo que era el cine. Hasta el día en que su desparpajo cambió su vida. Después de ver a más de 6.000 niños, a Cendrine, la directora de casting de Adú, no le quedó ninguna duda cuando se lo encontró jugando en la calle.
Por eso hoy Mous se come un bizcocho de chocolate rosa, y pasea por Madrid mirándolo todo entusiasmado. Con la fascinación que nace de su alma de niño, deslumbrado por la gran ciudad.
Para llegar hasta aquí tuvo que aprender a actuar. Aprender a obedecer, y dejar de jugar cuando se lo decían. Aprender que en un rodaje, a veces, hay que repetir mucho. Aprender a reír cuando se lo decían. A ponerse triste para la cámara. A viajar y convivir con adultos. Siguiendo sus normas. Pero no necesitó que le enseñaran a mirar al objetivo. En eso Mous es experto. El pequeño debutante se lo come con sus grandes ojos.
Hoy, con la película ya terminada, observa con curiosidad todo lo que implica la promoción de la cinta. Y acepta posar ante los fotógrafos, y responde a las preguntas (en francés) mientras sueña con esas chuches que le han prometido al acabar. Su vida ya no es un drama. Sigue viviendo en su casa, con su madre y sus dos hermanos gemelos de cinco años. Pero gracias a la película se ha convertido en una pequeña celebridad. Le han presentado hasta a Patrice Talon, el presidente de su país. Ahora está escolarizado y con el dinero de la película, Mous ha conseguido escapar, de momento, del duelo de África.
X, el niño real del que parte esta historia, también ha tenido suerte. Está vivo.
Cerca de 10.000 menores migrantes desaparecen cada año, según la Europol. No se sabe si se han reunido con sus familiares o han sido víctimas de las mafias. Pero la policía europea alerta: el tráfico ilegal de órganos se ha disparado.
En el mundo hay 258 millones de migrantes, recuerda Salvador Calvo. Y unos 6.100 mueren cada año intentando alcanzar un mundo mejor. Con Adu se ha tratado de ponerles cara.
A Mous le gusta bajar al parque infantil que tiene junto al hotel donde se aloja en Madrid. Subir al columpio, tirarse por el tobogán, tocar la arena y ver a otros niños. A sus siete años lo que más le divierte es jugar. Ahora si le preguntan, duda, ¿jugar o actuar? Actuar dice, para él, claro, también es un juego.