100 años de la muerte de Galdós, el mal estudiante que se convirtió en cronista de España

Benito Pérez Galdós es considerado por muchos estudiosos un autor de la categoría de Cervantes
Benito Pérez Galdós (1843-1920) decía que la realidad es como un reloj, donde lo que importa no son las manecillas que vemos y se mueven, sino la maquinaria interna. Y su maquinaria interna era más que interesante.
Canario afincado en Madrid, Pérez Galdós es considerado por muchos especialistas, un autor de categoría similar a Cervantes, pero durante años se ha silenciado o menospreciado su figura.
Durante años se ha silenciado o menospreciado su figura.
Quizá por sus ideas liberales en política: fue tres veces diputado republicano y acabó formando parte de la coalición socialista republicana del fundador del PSOE, Pablo Iglesias, en 1909.
O porque se le consideraba un cronista de la vida: Ramón del Valle-Inclán le despreciaba por ser un autor que contaba lo que pasaba y se refería a él como "el garbancero".
Sea lo que fuere, lo cierto es que hasta hace poco era uno de los autores menos estudiados.
No ayudó que Don Benito era un tanto descuidado en el vestir, según cronistas de la época. Un personaje tímido que gustaba de pasear por Madrid, escuchando conversaciones ajenas, que luego servían de fuente a su obra.
Fue un mal estudiante, tal y cómo él mismo reconoció en sus Memorias de un desmemoriado:
"Entré en la Universidad, donde me distinguí por los frecuentes novillos que hacía (...). Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital ".
Galdós periodista
Al poco de llegar a la capital empezó a trabajar como redactor meritorio en los periódicos La Nación, El Debate y en la Revista del Movimiento Intelectual de Europa.
Oficio el de periodista, al que le cogió gusto Don Benito, descuidando los estudios. Al final le echaron de la universidad. Colgó la carrera de Derecho para dedicarse a la pluma, en su caso al lápiz. Lo prefería Don Benito, dicen, para evitar las manchas.
Colgó la carrera de Derecho para dedicarse a la pluma
Como periodista tuvo la oportunidad de vivir algunos de los acontecimientos más importantes de la época, como el famoso motín contra la Reina Isabel II de los sargentos del cuartel de San Gil (22 de junio de 1866).
Para conocer bien la España de la que escribía, no solo recorría calles y tabernas, también se dedicó a recorrerla en ferrocarril de tercera clase, conviviendo con la gente del pueblo y hospedándose en posadas y hostales "de mala muerte".
Fue un soltero empedernido, con amores reconocidos (la novelista Emilia Pérez Bazán) y otros ocultos. Se decía que frecuentaba a las mujeres de vida alegre. Fruto de sus amores nació su única hija, María Galdós Cobián, nacida en 1891.
Fruto de sus amores nació su única hija María Galdós Cobián, nacida en 1891
Su madre Lorenza Cobián, fue amante del escritor durante varios años. Era una mujer algo inestable y de carácter fuerte que acabó suicidándose en 1906. Algunos especialistas consideran que la Fortunata de Galdós está inspirada en ella (una mujer poderosa, inculta y fuerte, pero de dramático final).
Galdós intelectual
Solía frecuentar el Ateneo, y allí conoció a uno de sus mejores amigos, el también escritor Leopoldo Alas Clarín. Ambos destacan por su estilo realista a la hora de narrar.
Era, según Germán Gullón (comisario de la exposición sobre el escritor en la Biblioteca Nacional) "no solo un extraordinario narrador, sino también periodista, coleccionista de arte, estupendo ensayista político y el dramaturgo más importante de su época".
Fue candidato al Nobel, pero según algunos estudiosos, sus enemigos políticos hicieron campaña contra él. En cualquier caso Pérez Galdós conoció la fama en vida. El 20 de enero de 1919 se descubrió en el parque del Retiro de Madrid una escultura erigida por suscripción pública.
Sus últimos años estuvieron marcados por su pérdida de visión (acabó ciego) y sus deudas (no era cuidadoso con el dinero).
Cuentan las crónicas de la época que Don Benito fumaba mucho, padecía migrañas, y gustaba de pasar desapercibido, por eso vestía casi siempre de oscuro. Su timidez le hacía ser parco en palabras, pero esa sencillez también le acercó a la gente.
El día de su muerte unos 30.000 ciudadanos pasaron por la capilla ardiente
Se ganó al pueblo, y el pueblo quiso mostrarle su cariño el día de su entierro. Los periódicos del día cuentan que unos 30.000 ciudadanos pasaron por la capilla ardiente, rindiendo homenaje a un escritor que les había entendido como nadie.