Patricia Highsmith: un siglo recordándonos que todos podemos ser asesinos

La narradora estadounidense, en su centenario, sigue siendo un referente de la novela negra en todo el mundo
Toda su obra se mueve en la línea entre el bien y el mal y muchos de sus libros han sido llevadas al cine
A su personaje más famoso, Tom Ripley, le han puesto rostro actores como Alain Delon, Dennis Hopper, Matt Damon o John Malkovich
Si Highsmith siguiera viva cumpliría este martes 100 años. Más de un cuarto de siglo después de su muerte (ocurrida en 1995), su nombre y su obra todavía provocan curiosidad, inquietud y grandes dosis de admiración.
Si han leído Extraños en un tren, El talento de Mr. Ripley, El cuchillo, Carol, El grito de la lechuza, Mar de fondo, Ese dulce mal o alguno de sus 22 libros saben de lo que hablo. Porque para muchos son las novelas más perturbadoras del siglo XX. "No veía el mundo como lo hacían los demás y desarrolló un mundo alternativo: el Territorio Highsmith", escribió su biógrafa Joan Schenkar. Y es necesario sumergirse en él para intentar entender a esta mujer poco convencional y a su original obra.
La biografía que marcó su vida y su literatura
Su peculiar vida comenzó el mismo día de su nacimiento. Vino al mundo como Mary Patricia Plangman, el 19 de enero de 1921 en Fort Worth, Texas. Sus padres, Jay Bernard Plangman y Mary Coates, se divorciaron unos días antes de que naciera, por lo que no conoció a su padre hasta cumplir los doce años. Plangman presionó a su madre para que abortara y esta accedió, se tomó trementina (aguarrás), pero no pasó nada, así que decidió dejar al marido y tener al bebé sola.
Mary Coates convirtió esta dura historia en motivo de broma con su hija, y la martirizaba con frases como "has nacido fuera del matrimonio", pero "eres legítima". O "es curioso que te encante el olor de aguarrás". Patricia no lo soportaba y desarrolló una relación de amor/odio con su madre que duraría toda la vida. Tanto así que con el tiempo le inspiraría para escribir The Terrapin, en el que un joven apuñala a su madre.
Tres semanas después del nacimiento de Patricia, Mary se fue a Chicago para trabajar. La niña se quedó más de seis años a cargo de su abuela. Cuando tenía tres años y medio, conoció a Stanley Highsmith, la nueva pareja de su madre y a los 6 se fue a vivir con ellos a Nueva York, donde ambos trabajaban como diseñadores gráficos. La relación con ellos siempre fue complicada. Según contó en varias ocasiones, tuvo siempre un enorme sentimiento de abandono.
"Desde muy pequeña aprendí a vivir con un intenso odio que me hacía tener sentimientos asesinos", escribió.
Otro factor que marcó su vida y su trabajo como novelista fue su homosexualidad. Explicó que en la adolescencia sentía que era un chico en un cuerpo de chica. Highsmith se sentía culpable de su homosexualidad, que en aquellos tiempos, la avergonzaba. Años más tarde, en 1952 publicaría El precio de la sal, bajo el pseudónimo de Claire Morgan. Una novela que trata la problemática historia de amor entre dos mujeres, con un final feliz insólito para la época. Treinta y tantos años después la reimprimió con el título de Carol y descubriendo que era ella la verdadera autora, revelando en su epílogo las razones del anonimato inicial. "Me alegra pensar que este libro le dio a miles de personas solitarias y asustadas algo en que apoyarse", decía.
El amor fue siempre para ella una mezcla de placer y dolor. Se le conocen varias relaciones fatales, una de ellas con Ellen Hill, una inteligente socióloga muy dominante, que conoció en 1951. Con ella vivió grandes peleas, Ellen intentó suicidarse dos veces y fue una fuente de inspiración constante. Rompieron a los cuatro años, pero siguieron relacionándose hasta 1988. Pero, quizá, el gran amor de su vida fue Caroline Bestermann (seudónimo), una mujer casada que vivía en Londres. La conoció en 1962 y se enamoró ciegamente.
También tuvo relaciones con hombres: con el fotógrafo Rolf Tietgens, "una experiencia no del todo exitosa"; con el escritor Arthur Koestler que tampoco funcionó, y con el escritor Marc Brandel, al que conoció en Yaddo, la colonia de artistas de Saratoga Springs (Nueva York), donde Highsmith pasó ocho semanas recomendada por Truman Capote. Brandel le pidió que se casaran y ella se lo tomó tan en serio que acudió a una psicoanalista, para ver si podía "normalizarse sexualmente". La trató como un caso patológico y fue un fracaso.
Fue una lectora voraz desde los cuatros años. Le interesaban temas relacionados con la culpa, la mentira y el crimen, que más adelante fueron los temas centrales en su obra. A los ocho años descubrió el libro de Karl Menninger La mente humana, que fue fundamental en su obra. Quedó fascinada por los casos que describía de pacientes afligidos por enfermedades mentales y eso influyó en su percepción de los personajes literarios.
Estudió filología inglesa en el Barnard College, en la Universidad de Columbia, donde se licenció en 1942. Pronto empezó a beber y su afición al alcohol se agudizó en la veintena. Bebía desde que se levantaba hasta que se acostaba. Vodka, ginebra y cerveza por la mañana y whisky el resto del día, según confensó. Bebía, dijo, para "canalizar la energía creativa que le fluía con una fuerza aterradora".
Los cuarenta fueron años locos para Highsmith. De fiestas, ebullición de ideas, de comportamientos extremos... saltaba de amor en amor, le encantaba romper parejas y entre el éxtasis y la depresión era cuando mejor escribía. Era atractiva para los hombres y seductora para las mujeres.
Publicó su primer cuento a los 24 años en la revista Harper´s Bazaar. Pero no fue hasta 1950 cuando publicó su primera novela, Extraños en un tren, por la que saltó a la fama un año después con la adaptación al cine de Alfred Hitchcock.
Pero su popularidad en su país no duró mucho. Misántropa, lesbiana, pesimista, morbosa e izquierdista, Estados Unidos no ocultó su desagrado hacia una escritora que cuestionaba su estilo de vida. La escritora, decidió entonces, abandonar el Nuevo Mundo y trasladarse para siempre a Europa en 1963. Residió en East Anglia (Reino Unido) y en Francia, y sus últimos años los pasó en Suiza.
Highsmith, que prefería la compañía de los gatos a la de los humanos, apenas comía, aunque bebía mucha leche (en sus últimos tiempos sólo se alimentaba de cerveza y pasta de cacahuetes), era una fumadora empedernida y anotaba cuidadosamente todos los detalles de sus enfermedades. Murió finalmente en 1995 en el hospital de Locarno (Suiza), por anemia aplásica y cáncer.
Su personaje mas famoso: Tom Ripley
Casi todas las obras de Highsmith son novela negra. Sus tramas, no son simples intrigas saturadas de ingenio, sino agudas exploraciones del corazón humano, particularmente de esas zonas donde se gestan las pasiones más dañinas. Sus personajes se asoman a la psicopatía peligrosamente y siempre mienten o se sienten culpables por algo. Es un universo fascinante donde perfectamente podrían convivir todos sus protagonistas.
Pero en ese universo Highsmith hay un personaje que sobresale por encima de todos. Tom Ripley. El talentonso criminal de carácter ambiguo al que el cine ha puesto el rostro de actores como Alain Delon, Matt Damon, Dennis Hopper o John Malkovich. Sus crímenes siempre quedan impunes y le permiten ascender en la escala social. Ripley es un antihéroe que combina astucia, encanto y seducción. Así le definía la propia autora: "Los asesinos que uno se encuentra leyendo el periódico son, la mitad de las veces, deficientes de algún modo o, simplemente, insensibles. Él es razonablemente inteligente y tiene un carácter amoral; supongo que encuentro un contraste interesante con la moral estereotipada, que con frecuencia es hipócrita y falsa. No se pueden hacer historias interesantes con imbéciles", escribía Highsmith.
Pero la novelista norteamericana es mucho más que Tom Ripley. La autora pertenece a ese grupo de novelistas de género nacidos en el siglo XX que hoy siguen inspirando una lista interminable de películas, autores como Stephen King, Phillip K. Dick, JG Ballard…
Highsmith nos dejó veintidós novelas, siete libros de relatos y más de 8.000 páginas de diarios -que no llegarán traducidos al español hasta el 2022-, pero quizás su legado más importante fue recordarnos que en nuestro interior habitan demonios, a la espera de una oportunidad para salir al exterior. Demostrarnos, a través de sus novelas, que todos podemos llegar a ser asesinos.