Muere Camilleri. Por qué Montalbano detestaría a Matteo Salvini

Camilleri, histórico militante comunista, fue pionero en tratar la inmigración en su literatura
Sus 26 novelas del comisario Montalbano han vendido casi 30 millones de libros sólo en Italia
En “La edad de la duda”, el comisario Salvo Montalbano presencia sobrecogido el desembarco de una patera en la costa siciliana. Muertos de hambre y frío, decenas de inmigrantes se hacinan en la barcaza, horrorizados. Montalbano ve en sus ojos el miedo por lo vivido y la incertidumbre del futuro; desprenden el olor de la desesperación. Representan el “dolor del mundo ofendido”.
Esa patera jamás hubiera tocado tierra en la Italia de Matteo Salvini. El cargamento de “carne humana” habría sido expulsado mar adentro, condenado a su suerte. A Montalbano eso no le hubiera gustado. A Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925) tampoco. Salvini pertenece a ese género de “político improvisador” —como Donald Trump o Victor Orban— que detestaba el escritor siciliano; políticos sin sentido de Estado, sin el “arte del compromiso” que él demandaba a los servidores públicos.

Camillieri renegaba de los "políticos sin el arte del compromiso", sin sentido de Estado
Andrea Camilleri vino al mundo bajo el reinado de Víctor Manuel III, con Benito Mussolini como jefe de Gobierno. Durante sus 93 años de vida, la convulsa vida política italiana le regalaría dos reyes, 12 presidentes de la República y 56 jefes de gobierno. Y ninguno satisfizo a Camilleri, comunista temprano —se afilió a los 19 años- y escritor tardío— publicó su primera novela a los 53 años.

Su última decepción política se la dió Matteo Renzi. Los pactos del político socialdemócrata con Silvio Berlusconi le convencieron de que ya no merecía la pena votar. “La gente honesta en Italia se ha alejado de la política. En Italia ya no hay políticos”, diría.
La gente honesta en Italia se ha alejado de la política. Ya no hay políticos en Italia", decía Camillieri
Pero las decepciones no le hicieron renunciar a sus ideales, que hasta su muerte siguieron intactos. Se mantuvo fiel a la premisa de “dar a todos la misma base de partida”, una idea alejada también de la política que hoy rige Italia, aquejada -en su opinión- de una “ceguera culpable”.
Él no estaba ciego, aunque el glaucoma que padecía desde 2011 llenó su vida de sombras. Eso no nubló su lucidez. Hasta sus últimos días, desde su piso romano, siguió pegado a la escritura. Esta vez, a viva voz. Él dictaba y su asistente Valentina Alfej transcribía, la misma técnica empleada años atrás, —en los 60 y 70— cuando escribía guiones para la RAI, donde en primera instancia le cerraron el paso por su filiación comunista.
Ni siquiera en su vejez romana Camilleri perdió su esencia siciliana; la “ironía es nuestra insignia”, decía.

Desde Roma, la isla seguía presente, pero desprovista de cualquier atisbo de nostalgia que pudiera distorsionar la memoria. Ese miedo a embellecer la realidad le disuadió durante años de escribir sobre la mafia. No quería ennoblecer a la mafia, el “cáncer de Italia”. Pensaba que con voluntad política y social podría ser derrotada. Pero esa voluntad, en su opinión, no existe. “Más que la organización mafiosa –decía- empieza a contar el sentir mafioso, el comportamiento mafioso” en la justicia, la empresa, la política, la iglesia. ¿Otra vez, Salvini? Pese a sus reticencias, en 2006 encontró fuerzas para acercarse a la Cosa Nostra. En la impactante “Vosotros no sabéis” diseccionó la captura del capo Bernardo Provenzano, que durante 43 años como fugitivo creó un sistema de comunicación encriptado (los pizzini) con los que seguía dirigiendo la organización.

No hay mafiosos en las 26 novelas de Montalbano, el personaje creado en 1994 en homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, una réplica de su detective Pepe Carvalho. “Asesinato en el Comité Central” del escritor barcelonés significa para Camilleri el “ideal de la novela negra”, donde el entorno es tan importante como el crimen.

Montalbano no trata con mafiosos aunque se enfrente a diario con el alma mafiosa que atraviesa los círculos de poder de la Sicilia de Camillieri. Montalbano no cree en la justicia, cree en la verdad. Y la verdad está en la calle: en el infeliz ratero al que apadrina, en la humilde asistenta Adelina que le deja “caponatina”, queso de Ragusa y sardinas encebolladas en el horno. La verdad está en las playas de Marinella, de agua fresca y brisa cálida. Montalbano, como Camilleri, está cansado y herido “porque ha tenido que tratar con imbéciles, los criminales son imbéciles en el 99% de los casos. Y eso cansa mucho”, diría Camillieri. Imbéciles peligrosos con ADN mafioso retratados en “La muerte de Amalia Sacerdote”, donde el periodismo aparece como un títere de fiscales, políticos y empresarios.
Camilleri ha muerto. Montalbano seguirá rodeado de imbéciles y pensando, “gatopardianamente” que todo sigue cambiando para que todo continúe igual.
*(La obra de Andrea Camilleri está editada en España por Salamandra Ediciones)