El proyecto de integración social tras el único vino producido en Barcelona

Vinyes de Barcelona crece en una finca histórica de la montaña de Barcelona
Una veintena de chicos con discapacidad intelectual trabajan los viñedos
Barcelona puede presumir de vino propio. Pocos lo han probado y menos han visto sus viñedos, pero existen. Salpican la cara oeste de Collserola en la última parcela que pertenece a la ciudad. Allí se cultivan las variedades de syrah y garnacha que dan cuerpo a los caldos Vinyes de Barcelona. Es un vino codiciado ya que sólo se producen 4.000 botellas al año.
Una veintena de chavales con discapacidad intelectual, enólogos, agricultores y un equipo de educadores hacen posible este producto en la masía Can Calopa. Recibe al visitante con el imponente reloj de sol de la fachada y una terraza montada con fardos de paja y barricas. Dos chicos ponen orden a la bodega mientras la directora de l’Olivera, la cooperativa que trabaja las viñas, muestra la finca: “Hace poco que la hemos abierto al público y hemos empezado con el enoturismo”, comenta.
Empezaron trabajando la tierra. El Ayuntamiento de Barcelona les cedió la gestión de la finca en 2010. Buscaban una empresa experta a quienes encargar el vino que habían decidido producir para regalos institucionales. Ahora lo elaboran mediante un proyecto de inclusión social. Los chicos con necesidades especiales viven y trabajan en la masía: “Vienen de centros de menores o de la calle. A la discapacidad se suman entornos desestructurados que han influido en trastornos mentales”, cuenta. “Se organizan en brigadas y les enseñamos a trabajar y a repartirse las tareas domésticas. Nuestro objetivo es que lleven una vida independiente”, añade.
Algunos lo han conseguido, cinco viven en pisos compartidos tutelados. “Cuesta mucho. Alquilamos nosotros los pisos, pagamos y los chicos no dan problemas pero las inmobiliarias ponen problemas. Los enfermos mentales están muy estigmatizados”, lamenta Llonch. El resto prosigue con su rutina diaria que consiste en trabajo por la mañana y tarde libre: “Hacemos talleres y actividades cuando no trabajamos. Yo he hecho uno de cocina”, cuenta Joan García, uno de los empleados. Vive en la finca desde hace ocho años. “Me gusta pensar que la viña y los chicos se parecen. Ambos necesitan un poco de trabajo cada día y paciencia para que florezcan y construyan su proyecto de vida”, comenta Llonch.
El vino Vinyes de Barcelona ha salido a la venta este año con imagen renovada. La botella ronda los 20 euros y puede adquirirse en la web de L’Olivera y en algunas bodegas de la Ciudad Condal
Iván Estévez: “En casa me tenían muy protegido”
Iván Estévez llegó a Can Calopa con 20 años: “La situación en casa era complicada”, recuerda. Entró a la finca en silla de ruedas y ya no la necesita. Ahora, con 28 años, camina apoyado en una muleta: “Siempre digo que crecí aquí. Pude hacer cosas por mí mismo porque en casa me tenían muy protegido”, comenta satisfecho. Hace tres años que se independizó en un piso compartido.

Trabaja de administrativo en la finca: “Lo que más me gusta es archivar y lo que menos, coger el teléfono”, reconoce. Le gusta la tranquilidad de la cooperativa y dice que no le afectan las riñas de los compañeros: “Yo me llevo bien con todos”, responde sonriente. Afirma que muchos chicos como él están sobreprotegidos por los padres: “Mi madre ahora está orgullosa. Dice que su hijo mayor se ha independizado”, explica sin perder la sonrisa.
Joan García: “Viví en un centro de menores. Era duro no estar con la familia”
Joan García vive en Can Calopa desde que tenía 18 años. “Cuando era pequeño murieron mi abuela y mi padre y viví en un centro de menores hasta que vine aquí. Era duro no poder estar con la familia”, recuerda. “Abrazaba peluches cuando los echaba de menos”, añade. Ahora, con 26, es jardinero y experto en la poda de las cepas: “Lo que más me gusta es pasar la azada”, comenta. Sonríe poco hasta que habla de sus planes de futuro: “Mi sueño es trabajar en una tienda de electrónica porque me gustan los videojuegos”, explica. En Can Calopa le ayudan a enviar currículums.

García se muestra menos entusiasmado con las tareas domésticas de la residencia y prefiere los fines de semana en los que “voy a mi bola y quedo con los amigos”. No lleva bien el alboroto cuando algún compañero sufre un ataque de su dolencia: “No me gustan los gritos”, reconoce, pero aún no se siente preparado para independizarse: “Me atracaron en la calle y cogí miedo”, explica. Empezará taekwondo este septiembre, “me servirá para defenderme”, dice.
Proyectos sociales y rentables
L’Olivera empezó su andadura hace 40 años en Vallbona de les Monges, Lleida. Contrataron a discapacitados de aquella área rural para el trabajo en la vid y el olivo: “En esa época estaban en casa sin hacer nada. Han envejecido con nosotros”, explica Llonch.

Se expandieron en 2010 con la explotación de Can Calopa, en Barcelona, y poco después los ayuntamientos de Sabadell y Sant Llorenç Savall les pidieron que llevaran sus viñedos. Varios de sus vinos han recibido premios internacionales.