Adiós a la leyenda púrpura y oro

Desde muy pequeñito, Kobe siempre tuvo reservado un lugar en el Olimpo de la NBA. Un lugar al que sólo podían acceder los más grandes entre los grandes. Sus inicios como jugador no fueron los habituales. Su padre, Joe Bryant también fue jugador profesional. Militó en los Philadelphia 76ers, pero cuando su carrera en la NBA llegó a su fin, Joe sentía que todavía le quedaba baloncesto dentro, así que decidió viajar hasta Italia para continuar con su carrera.

Allí, el pequeño Kobe aprendió a hablar italiano y hasta español, y quedó enamorado para siempre del fútbol europeo. Fue ese español el que años más tarde le acercaría tanto a Pau Gasol durante su etapa en los Lakers. Con trece años, Kobe regresa a Estados Unidos y se alista en el legendario instituto Lower Merion, y enseguida empezó a arrastrar la losa que suponía sonar como el heredero de Michael Jordan. Una losa tan pesada, que había arrastrado a todos las que la habían llegado... hasta que llegó Kobe.

Kobe nunca jugó la liga universitaria. Con sólo 18 años, fichó por los Lakers tras ser drafteado por los Hornets, que recibirían a Vlade Divac a cambio en el traspaso. No tardó en brillar. Chupón hasta la médula, Bryant llegó a la NBA dispuesto a romper moldes y a tirarse hasta las zapatillas.

No había cumplido los 20 años y el balón ya era de su propiedad. Un arranque de carrera sobrado de talento... y también de ego. Su actitud levantaba pasiones. Fue, probablemente hasta la llegada de Lebron, el jugador más amado y más odiado de la liga. Sus gestos, sus posturas y su talento desbordantes encandilaban a los suyos e incendiaban al rival.

Pero entonces llegó Phill Jackson. El maestro zen fue capaz de combinar el talento y los egos de las dos superestrellas para llevar a los Lakers a su primer anillo de campeones ante los Indiana Pacers de Reggie Miller.

Al año siguiente, más de lo mismo. Tras una temporada regular algo más discreta que la anterior, los Lakers arrasaron en playoffs hasta arrasar en la final a los Sixers de Allen Iverson. Un guión casi idéntico al de la siguiente temporada. Esta vez, la víctima de los de oro y púrpura en la final fueron los Nets de Jason Kidd.

Kobe Bryant, Shaquille O'Neal y Phill Jackson conviertieron a sus Lakers en una dinastía que no dio para más. Fue el año de la locura de anotación. Kobe metía 40 puntos por partido a voluntad, y sin embargo los Lakers no funcionaban. El entendimiento entre las dos superestrellas era cada vez más complicado y tras dos años en el dique seco, Shaq acabó marchándose a Miami y Phill Jackson dejó el banquillo angelino.

Kobe tendría que esperar hasta 2009 para volver a colocarse un anillo de campeón. Menos individualista y más maduro, supo liderar a su equipo hasta la final, en la que pasaron por encima de los Magic de Orlando.

Al año siguiente, Lakers y Celtics reeditaron uno de los duelos históricos de décadas pasadas. Los Ángeles y Boston protagonizaron una final de leyenda, decidida in extremis en el séptimo partido. Y por primera vez, la balanza se inclinaba del lado amarillo.

Ese fue el quinto y último anillo para Kobe. Aunque su lista de éxitos y récords nunca dejó de crecer. Jugó 20 años con los Lakers. Es lo que en la NBA se conoce como 'One Team Man', jugador de un solo equipo, algo prácticamente impensable en el baloncesto moderno. Basta con asomarse a su página de la Wikipedia para quedarse boquiabierto ante los logros alcanzados por Bryant. Estos son sólo los más llamativos.

- 5 anillos de campeón

- 18 veces all star

- 4º máximo anotador de la historia de la liga (fue superado hace sólo unos días por Lebrón James)

- 4 veces MVP del All-Star Game

- Máximo anotador de la historia en el All Stars

- 11 veces en el mejor quinteto de la NBA

- 9 veces en el mejor quinteto defensivo de la NBA

- Campeón del Concurso de Mates del All Star

- Segunda anotación más alta en un partido: 81, el 22 de enero de 2006 contra Toronto Raptors