La rabia de Balotelli deja en evidencia las medidas del fútbol italiano contra el racismo


La Justicia deportiva decreta el cierre parcial del estadio del Verona tras los insultos al jugador del Brescia
La Justicia deportiva impide entrar en un campo de fútbol hasta 2030 al jefe de los ultras del Verona, Luca Castellini
Matteo Salvini calienta la polémica al asegurar que “Balotelli vale menos que los trabajadores de Ilva”, una siderúrgica italiana que va a cerrar
El pasado domingo volvió a ocurrir. En el minuto 53 del partido entre el Verona y el Brescia, Mario Balotelli recibió el balón pegado a la línea de fondo, lo cogió con las manos y lo mandó de una patada al sector de la grada desde el que le estaban dedicando cánticos racistas. En un vídeo grabado desde ese sector del campo, que se extendió rápidamente por las redes, se ve cómo la afición celebra la proeza de haber desconcentrado al colérico jugador italiano. Mientras, los futbolistas de ambos conjuntos convencían a Balotelli para que no abandonara el partido.
Los hechos estaban ahí. Para todos, menos para los dirigentes del Verona, el club local. Su presidente, Maurizio Setti, dijo que él “no había escuchado nada”, ante la posibilidad de sanciones. Mientras que el entrenador, Ivan Juric, reconoció que cuando hay episodios de racismo ellos son “los primeros en condenarlo, pero esta vez no era el caso”.
El despiste de uno y otro no ha sido suficiente para el juez deportivo de la Serie A, que ha decretado el cierre de esa parte de la grada para el próximo partido. La sanción es mínima, ya que no se clausurará todo el estadio, debido a que el tribunal considera que los cánticos provenían de un grupo muy reducido de aficionados. La Fiscalía de Verona también ha abierto una investigación.
Esta fue la reacción de Balotelli a los cantos racistas del que fue víctima ⬇️ pic.twitter.com/U2ZP0I2cwS
— ESPN Deportes (@ESPNDeportes) 3 de noviembre de 2019
Además, la Justicia deportiva impedirá entrar en un campo de fútbol hasta 2030 al jefe de los ultras del Verona, Luca Castellini, que avivó la polémica manifestando que “Balotelli podrá tener la ciudadanía italiana, pero nunca será un verdadero italiano”. El futbolista, de padres guineanos, nació en Palermo y después de haber superado una infancia traumática se convirtió en un ídolo nacional gracias a sus actuaciones con la selección italiana.
La sanción a Castellini no es la primera, pues ya estaba inhabilitado hasta 2022 por otras manifestaciones racistas.
Una plaga en el fútbol
Tampoco es el primer episodio de este tipo en el fútbol italiano. Sólo en lo que va de año han sufrido cánticos similares Lukaku en Cagliari, Kessie también en Verona o Dalbert en Parma. Se ha convertido en una moda entre aficiones, que suele dar para la polémica deportiva de los lunes y se repite poco después. Viene de lejos y no es un fenómeno único en Italia, aunque en los últimos tiempos la percepción es que este país es incapaz de contenerlo.
El periodista Adam Smulevich, que ha escrito el libro Una patada al racismo, asegura que “sólo ahora los clubes han empezado a tomarse en serio este problema”. La Roma, por ejemplo, sancionó recientemente a un aficionado que profirió insultos racistas a través de redes sociales a su jugador brasileño Juan Jesús. Aunque son medidas específicas, que por sí solas tienen un valor efímero.
La FIFA ha pedido acciones concretas y la Federación italiana sí que ha aprobado una serie de disposiciones por las que suspenderá los partidos en caso de manifestaciones racistas, impone mayores castigos a los clubes que no colaboran para frenarlos e indulta a los que sí lo hacen. En Italia todos los aficionados deben mostrar su carné de identidad antes de entrar a un estadio, por lo que se facilita la identificación cuando el problema viene de un determinado sector; y algunos equipos están colocando cámaras en el graderío.
Pero la realidad es que normalmente se suele parar el partido unos instantes cuando ocurren episodios como el de Balotelli y las sanciones sólo se producen en caso de que el ruido mediático sea demasiado alto. Este año detuvieron a varios ultras de la Juventus que chantajeaban al club para que les facilitara la compra de entradas si no querían que se escucharan cánticos racistas en su campo, con la amenaza de sanciones para el equipo que conllevan.
Clima racista
El jefe de los ultras del Verona es además miembro del partido fascista Forza Nuova. Una circunstancia, la infiltración de miembros de grupos ultraderechistas entre las aficiones de los equipos, que existe desde hace décadas y no se ha conseguido extirpar. Según Smulevich, “Italia es un país al que le cuesta hacer cuentas consigo misma, como demuestra el hecho de que todavía muchos no reconocen el racismo de Estado que ha existido”. Ocurrió en época fascista, pero todavía hoy no ha sido condenado por algunos sectores políticos y sociales. “Lo que ocurre en los estadios es simplemente un reflejo de los vicios de la sociedad”, sentencia el periodista.
El ultraderechista líder de la Liga, Matteo Salvini, siempre atento para comentar cualquier polémica mediática, ha dicho que “Balotelli vale menos que los trabajadores de Ilva”, una siderúrgica italiana que amenaza el cierre. Mientras, la líder de Hermanos de Italia, Giorgia Meloni, se presenta en sus mítines afirmando que “la nacionalidad no se regala”, al tiempo que relaciona inmigración con delincuencia o condena la “islamización de Europa”.
Ambos partidos, junto con Forza Italia, de Silvio Berlusconi, votaron hace una semana en contra de la creación de una comisión parlamentaria para vigilar el racismo, antisemitismo o la instigación al odio. Las condenas a los cánticos hacia Balotelli, convertido en un símbolo, tampoco han llegado desde este sector mayoritario de la política italiana.