El Barça se hunde y no hay señales que permitan atisbar la resolución del problema
Lleva el Barça cuatro años sin competir en Europa. En ese camino desolador, se dejó tres eliminaciones en cuartos - Atleti, Juve y Roma - y una en semifinales, la sonrojante debacle a manos del Liverpool, en Anfield.
Hubo algo peor que eso: la certeza de que el equipo nunca mereció el pase y la imagen de una generación irrepetible zarandeada por resultados escandalosos. En el parcial de esos partidos decisivos para la clasificación, el Barça encajó 11 goles. No metió ninguno.
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Pero existe también algo muchísmo peor: no se atisba señal alguna que nos permita creer en la resolución del problema. Al menos, no a corto plazo.
Un club tradicionalmente enganchado al juego
Desde la irrupción de Johan Cruyff en el banquillo azulgrana, éste fue un club tradicionalmente enganchado al juego. Se acuñó un modelo único, de principios básicos innegociables, que encontró el atajo hacia el éxito jamás soñado, que caló en el orgullo de los aficionados y que despertó admiración y envidia a partes iguales en la mirada de sus enemigos.
Se ganó mucho, más que nadie. Pero en la derrota, el Barça se agarraba al balón. Eso que Pep Guardiola definió como el qué y el cómo... "Me importa el cómo, mucho más que el qué. Si cuidamos el cómo, llegaremos al qué".
Ese es un proverbio del que ya nadie se acuerda en el club. Debió quedar en un cajón de la ciudad deportiva, empolvado y oxidado, como la imagen que transmite el equipo en el campo. Hace tiempo que la bandera del juego bajó del mástil. Ahora cuelga la del resultado. "¿Preocupados? Sólo un poco, vamos líderes", respondió Valverde ante la crisis.
Una plantilla entregada a que Messi les resuelva la vida
Si hay una fotografía que resume la involución del Barça en la Champions es la de Origi, rematando en Liverpool el córner del 4-0, ante la mirada de ocho futbolistas del Barça en el área. No fue una inhibición por actitud, sólo una respuesta ante el atropello: no había plan futbolístico que les protegiera, vieron el vacío y estaban perdidos.
Y ahí sigue estancada la institución, con una junta sin alma futbolera, acorralada por un sinfín de inversiones que no han dado fruto - ayer Griezmann y Messi conectaron 5 veces sólo en 90 minutos -, un entrenador sin grandeza que anda lejos de la idea que dió brillo al club y una plantilla cada vez más entregada a que Messi les resuelva la vida.
Tal vez, con el argentino le valga para ganar otra liga, porque nadie tiene más gol que el Barça. Pero en el Camp Nou nunca se levantó una Champions jugando mal y la cita ante el Slavia volvió a desnudar la realidad: esto está más cerca de Anfield que de la redención.