Los últimos días de Maradona: los dos médicos que no lograron parar su carrera de adicciones


Leopoldo Luque, su médico personal en los últimos años, y Alfredo Cahe, el hombre que se lo llevó a Cuba, no lograron salvarle
"Es un paciente muy complicado". Los dos médicos que mejor han conocido la salud de Diego Armando Maradona saben que no se le podía parar, igual que sucedía en el campo. Pero, esta vez, al final del último regate, no esperaba la gloria, sino la perdición.
Durante los últimos cuatro años, los consejos que más escuchó fueron los de Leopoldo Luque, su médico personal durante este tiempo, la persona que le realizó su última operación. Una de sus tareas fundamentales durante esta última etapa ha sido escucharle. Durante horas. Un trabajo "de contención", siempre alrededor de "sus necesidades", como explicó en varias entrevistas.
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A principios de este mes de noviembre, Luque revelaba por sorpresa el origen de la complicación que sufría el futbolista después de su operación en la cabeza tras detectarle un hematoma en el cerebro. Maradona sufría un cuadro de abstinencia debido a "los consumos que tuvo durante toda su vida" y no a uno "puntual", explicaba el médico. En una declaración breve, Luque aseguraba de pasada que "esto va a durar unos cuantos días". Sólo cinco días antes, hablaba simplemente de algo de anemia y deshidratación, después un hematoma cerebral. La realidad es que Luque ya había tenido que pedir ayuda a un antiguo conocido del historial de salud del astro: Alfredo Cahe, el especialista que logró llevárselo a Cuba para un tratamiento de desintoxicación.
Los años de "desintoxicación" en Cuba
"No quiero dejar este mundo. Voy a luchar para seguir viviendo", decía entonces Maradona. No había cumplido los 40 y el consumo de drogas ya había dado un susto a su corazón, con una grave arritmia ventricular. Diego vivió aquella supuesta desintoxicación a su manera, a lo largo de varios años llenos de fotos con Fidel (muerto también un 25 de noviembre), fiestas, recaídas, algún que otro escándalo y tres hijos reconocidos.
Veinte años después, el diagnóstico de Cahe era demoledor: "Diego está como cuando yo lo llevé a Cuba". Maradona no abandonó la droga, explicaba. Sustituyó la cocaína por el alcohol. Y esta última adicción es la que parece haber terminado de socavar su salud. El hematoma subdural crónico que hizo necesaria la intervención quirúrgica es una lesión que puede estar causada por un golpe fuerte, pero también puede ser un efecto del consumo excesivo de alcohol a lo largo de un periodo muy prolongado de tiempo. El doctor Cahe lo reconoció: "El hematoma creo yo que se venía constituyendo, no era todo agudo por un golpe".
Los problemas con el alcohol tampoco han sido algo nuevo. En 2007 ya se le detectó una hepatitis asociada con su consumo. Tanto Luque como Cahe han retratado el sufrimiento del síndrome de abstinencia que ha sufrido Maradona al describir a un paciente con problemas de hígado y corazón, delirios, reacciones de sudoración, accesos de ira, "inmanejable", que intentó abandonar la clínica tan sólo dos días después de salir del su operación en la cabeza. Luque se empleó a fondo para convencerlo. Se encerró con él en la habitación y durante una hora le detalló todas las complicaciones que podía sufrir si se iba a casa.
Ante las cámaras se mostraba más optimista, hablaba de su recuperación y del alta, que finalmente recibió el día 11, después de nueve días ingresado. Cuando Maradona sufrió el paro cardíaco que ha terminado con su vida, las ambulancias se fueron agolpando a la puerta de su casa de Nordelta, en Buenos Aires. Tres, cuatro, nueve... pero ya era tarde.
Su última recuperación
La última recuperación de Maradona fue el pasado verano. Tan ficticia como las anteriores. En junio se decía que había dejado una vez más el alcohol, aunque como decía entonces Leopoldo Luque "él toma, pero lo estamos trabajando". Exhibía una nueva pérdida de peso en muy poco tiempo, 12 kilos. Se hablaba del "Maradona fitness" y su legión de admiradores le veía en un vídeo, por última vez, dar toques a un balón con el pie.
Esa imagen de junio se iba a venir abajo con la que se vio el 30 de octubre, el día que cumple 60 años. Lo homenajean en un campo de fútbol, lo colman de cariño. Pero nadie puede ocultar que a quien llamaban dios apenas podía caminar, mostraba dificultades para hablar y necesitaba ayuda para sentarse.
Mucho se ha escrito desde entonces de la tristeza y el bajón anímico de Maradona, que le ha llevado a una nueva espiral de alcoholismo. En los últimos años, su salud le fue minando. A principios de 2019 le tuvieron que operar por un sangrado causado por el cinturón gástrico que le pusieron en 2005. Poco después volvía al quirófano por el dolor que sufría en sus rodillas. La operación no salió bien. Luego vino la covid y eso limitó aún más sus movimientos porque era paciente de riesgo. "No se encuentra bien psicológicamente, ha estado muy triste", comentó Leopoldo Duque durante la última hospitalización de Maradona. Esas palabras significaban que la pequeña tregua con el alcohol en junio había dado paso a una nueva fase de abuso de la bebida, mezclada con su medicación para la ansiedad y los somníferos.
"No es su cerebro por un lado, su hígado por otro, su estómago. Es una mezcla de todo", resumía Alfredo Cahe hace unos días en TyC Sports. "Necesita ingresar en un centro donde pueda recibir ayuda permanente. Su futuro es un misterio", decía, como quien avisaba de que probablemente ya no había futuro.