Ventajas y costes de bajar el IVA de las gasolinas en plena crisis energética

Hacienda está ingresando más de lo esperado y los expertos creen que se podrían aprovechar esos ingresos para bajar el IVA
Bruselas tiene que autorizar que los carburantes paguen menos del 21% de IVA
Primero fue la luz y ahora serán los carburantes. El Gobierno estudia hasta dónde puede amortiguar el nuevo boquete que ha generado la crisis energética. El IVA vuelve a situarse en el centro de los cálculos.
La gasolina y el diésel han acelerado su tendencia alcista con la guerra de Ucrania alcanzando máximos históricos. Sectores de la economía como el transporte, agricultura y ganadería se movilizan para que se activen ayudas que mantengan a flote sus negocios. Llenar el depósito nunca había sido tan caro en nuestro país.
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Primer dilema: ¿Qué impuesto bajar?
Básicamente, las posibilidades para el Gobierno se reducen a dos: impuesto de hidrocarburos e IVA. Ambos presentan ventajas y desventajas.
Hidrocarburos. Lo bueno es que podría aplicarse mañana mismo. Lo malo es que supondría muy poca diferencia. "Hay un suelo hasta el que se puede bajar, pero España ya está cerca de ese nivel. El margen es muy acotado. Supondría entre tres y cinco céntimos menos el litro", explica Diego Martínez López, profesor de economía en la Universidad Pablo Olavide (Sevilla).
IVA. La ventaja es que su potencial de rebaja es mucho mayor. Ahora mismo está en el 21%, el tipo máximo en nuestro país de este impuesto. Con la electricidad se bajó al 10%. El problema con las gasolinas es que en su caso hay que pedir permiso a Europa porque así lo establece una directiva. Eso llevaría más tiempo.
Segundo dilema: ¿a quién aplicarlo?
Las medidas fiscales para la luz afectan a todos los pequeños consumidores, ¿tiene sentido hacer lo mismo con los carburantes? Aquí hay más división de opiniones entre los expertos.
- "A mí me parece más razonable que se tomen medidas para apoyar a quien realmente lo necesite, ya sean familias vulnerables o empresas", opina explica José Ignacio Conde-Ruiz, catedrático de Economía e investigador en FEDEA.
- "Me inclino por un IVA reducido a conductores, transportistas, pescadores... Más que un manguerazo generalizado para todos", argumenta Martínez López.
- "La cuestión es que cada vez hay más personas que entrarían en esta categoría de vulnerables. Creo que existe margen para suavizar a corto plazo el coste de la factura energética pero tiene que quedar claro que es una medida a corto plazo", sostiene Luis Puch, catedrático de Análisis Económico en la Universidad Complutense.
Tercer dilema: coste de recaudación y cuestiones políticas
Toda rebaja de impuestos supone renunciar a ingresos. Las medidas para reducir el coste de la factura eléctrica suponen 12.000 millones de euros al año. Es mucho dinero: un poco más que la nómina mensual de las pensiones públicas.
Pero hay una ventaja en este caso: como el IVA se aplica sobre el precio del producto (y este ha subido), el Gobierno está ingresando más de lo que esperaba.
"La realidad es que el Estado está recibiendo unos ingresos extra por ese encarecimiento del producto. Si piensas que el shock energético va a ser temporal, con lo que recaudas de más puedes hacer una pequeña rebaja", apunta Puch.
De nuevo aquí surgen opciones.
- Hacienda podría calcular cuánto está ingresando de más y aplicar esa cantidad a las rebajas fiscales. Problema: puede ser insuficiente.
- Tener esa cifra de referencia e ir un poco más allá.
El Estado además de renunciar a recaudación por IVA tendrá que compensar a las comunidades autónomas por su decisión. Por mucho que una región esté a favor de esta rebaja fiscal, la competencia sobre tipos del IVA corresponde al Gobierno. Y como son ellos los que deciden, una CCAA no tiene por qué renunciar a algo que, por así decirlo, le tocaba.
Ya ocurre con la tasa eléctrica que se bajó del 5,11% al 0,5%. Era un tributo cedido a las CCAA y por eso el Gobierno les tiene que compensar (por mucho que los gobiernos territoriales apoyen la idea). En resumen: el coste lo asume el Estado y no las comunidades.
Cuarto dilema: la aplicación de la rebaja
La economía está llena de buenas intenciones que resultan un desastre en la práctica. Bajar impuestos a los carburantes tiene muchas papeletas para figurar en esta lista. "Hay dos razones fundamentales para ello: la inelasticidad de la demanda --uno no reduce inmediatamente su consumo ante una subida de precios-- y la falta de competencia en el sector", argumenta Juan Luis Jiménez, profesor de economía de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
"Ambas unidas hacen que cuando hay reducciones de impuestos una parte no termine llegando a los consumidores y se quede en los beneficios de las empresas", explica. "Se vio recientemente esto en Alemania".
- Según este experto, la única manera de reducir este efecto es concentrar las rebajas fiscales en sectores con capacidad de negociar precios: es decir, profesionales que consuman mucho.
- "Otra posibilidad es alejar la rebaja del surtidor y aplicar el menor IVA en las declaraciones trimestrales de autónomos y empresas", apunta Martínez-López.
Quinto dilema final: las externalidades
Los precios han subido como respuesta a una situación de crisis y de guerra. Rusia es uno de los grandes productores de crudo del mundo. No ajustar el consumo de este producto termina, de alguna manera, llenando los bolsillos de los países productores.
"Es importante entender la señales que emiten los precios. Si la gasolina está muy cara, pues mucha gente, por ejemplo, usa más transporte público. Me parece un error tratar de evitar la subida de los precios subvencionándolos", insiste Conde-Ruiz.
"Una rebaja temporal puede generar un intento de acaparar el producto y provocar más colas en las gasolineras", apunta Puch. También hay que tener cuidado en cómo se transmiten los mensajes.