Inma Puig, psicóloga del Barça durante 15 años: "Si quieres que alguien mejore, dile lo que hace bien"

La psicóloga, ahora en el Celler de Can Roca, publica 'La revolución emocional'
"Si tú disfrutas con lo que haces, no te estresas", afirma Inma Puig
Cualquiera que siga a un equipo de fútbol sabe que para meter goles e ir bien en la clasificación hay que tener al vestuario motivado. Es la regla número uno de cualquier entrenador. Por eso, muchos equipos recurren a psicólogos para mejorar el rendimiento de sus jugadores. Es el caso del Barça.
Inma Puig ha sido durante 15 años la psicóloga de este club. No va a dar nombres, pero por sus manos han pasado algunos de los grandes jugadores del F.C. Barcelona. Esos que han hecho historia. Para ella no eran estrellas del deporte conocidas y reconocidas a nivel mundial sino trabajadores que necesitaban ayuda para funcionar mejor. “Todos necesitamos lo mismo para sentirnos bien. Y los sentimientos no entienden de talonarios”, señala discretamente, guardando muy bien las confesiones que le hicieron los jugadores y por las que muchos pagarían auténticas millonadas si salieran de su boca. Ahora ha cambiado los balones por los fogones y es la responsable del proyecto “gestión de emociones” en el restaurante El Celler de Can Roca.
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Porque ya se sea jugador en uno de los mejores equipos del mundo, chef en un restaurante de prestigio o currela en una modesta empresa, hay veces que suena el despertador, hay que ir a trabajar y no apetece. No por el madrugón, ni porque se te peguen las sábanas sino por el ambiente de trabajo y por la presión. Hay personas a las que les cuesta un mundo acudir a su puesto de trabajo. Están quemadas, saturadas, agotadas, hartas.
Ambiente propicio
No siempre se consigue, pero de todos es sabido que un ambiente positivo contribuye a una mejor producción en equipo y a que los trabajadores estén más comprometidos con el puesto de trabajo y el negocio. “Es un básico. Si vamos bien a trabajar, más vamos a rendir. Y como las empresas buscan resultados, si queremos resultados, hay que cuidar a las personas porque los resultados solo llegan a través de las personas”, señala rotunda Puig, que además es la autora de “La revolución emocional”, un libro en el que detalla cómo enfrentarse a los problemas laborales y que estos días está en San Sebastián en el Basque Culinary Center compartiendo sus experiencias en el congreso Host 2019.
Para Puig no hay recetas mágicas, solo el sentido común que muchas veces no se aplica. Lo que tiene claro es que un trabajador se tiene que sentir escuchado y, sobre todo, reconocido. Según su experiencia, los jefes son rancios y tacaños con el reconocimiento y el reconocimiento es la base del ser humano. Todo se hace para ser reconocido y querido, pero los que mandan solo destacan lo malo. “Si quieres que alguien mejore, dile lo que hace bien porque lo que hace bien seguirá haciéndolo bien y lo que no, se esforzará en mejorarlo”, cuenta Inma Puig, casi sorprendida porque todavía esta fácil receta no haya entrado en la cabeza de muchos jefes.

Los jefes tienen que cuidar a sus trabajadores
Para ella, los mandamases del siglo XXI tienen que ser jefes que escuchen, que estén centrados en la persona. En el siglo XIX se decía que, para que el trabajador no se durmiera en los laureles, no había que felicitarle por sus logros. Y no es verdad. Un trabajador se tiene que sentir valorado. Esa es la clave. “Te tienes que sentir escuchado, tienes que sentirte participe del proyecto, que no que eres un peón que te mueven a su antojo. Los jefes déspotas son jefes viejos, que han sido tratados así, de una manera que ya no sirve. Y repiten patrones. Venían bien estas recetas en la postguerra para levantar un país. Pero hoy en día, los jefes tienen que ser personas y deben de pensar en las personas”, dice. “Todos trabajamos mejor, si nos sentimos cuidados. Es tan obvio”, añade sorprendida. “Vicente del Bosque me decía no podemos tratar a todos por igual, si todos son diferentes. Y esto lo podemos aplicar a cualquier trabajo. Un jefe debe de ser hábil para sacar lo mejor de cada uno”.
Pero, ¿qué hacemos si nos toca un jefe con la sensibilidad de una piedra? La receta ante un jefe ogro es clara. Hay dos alternativas: o aguantar, con las consecuencias que puede tener en tu vida, o cambiar de empresa. “Es difícil con el mercado laboral como está, pero es peor que enfermes”, asegura. Un 82 por ciento de los trabajadores que cambia de trabajo no se va ni por el sueldo ni por el tipo de trabajo que realiza sino por no sentirse reconocidos.
Si no hay un buen ambiente de trabajo los buenos se van"
“El tema del reconocimiento es un cáncer tremendo. Cuando sientes que no te reconocen, terminas teniendo la sensación de que das más que lo que recibes y entras en déficit en la contabilidad emocional y eso te lleva a estar más depresivo. Los trabajadores tienen que poder opinar, se les tiene que escuchar. Eso funciona más que el ordeno y mando", afirma.
"Si no hay un buen ambiente de trabajo los buenos se van. Los grandes trabajadores quieren estar en lugares donde puedan crecer y un jefe debe de ser lo suficientemente listo como para retenerlos". Por eso, ante la ceguera de muchos jefes, una de las principales soluciones que da Puig es buscar un nuevo trabajo. "Empresas hay muchas y uno debe de encontrar la que le va bien. No vale cualquiera. Es como buscar pareja”. Al parecer, según cuenta Puig, una vez cubiertas las necesidades básicas, el trabajador prefiere sentirse querido antes que pagado.
Y no hay que dejarse engañar por esas empresas en las que vemos a los trabajadores sentados en cómodos sillones, con salas de recreo, jugando todos al baloncesto. “De esas también se van”, asegura. Porque, aunque tienen más comodidades para hacer el trabajo, no hay que quedarse solo con la carrocería sino ver que detrás también hay un buen trato con horarios humanos, con conciliación familiar y laboral, con salarios dignos y, sobre todo, con trato respetuoso. “De qué sirve ir a jugar al ping-pong y comer chuches si te están tratando mal. Hace años que abolimos la esclavitud”, asegura.
Desde hace seis años, en el restaurante El Celler de Can Roca, donde ahora aplica sus conocimientos, se reúnen todos los trabajadores una vez a la semana durante hora y media. En ese encuentro, al que acuden el personal de sala, de cocina, de recepción..., ponen en común toda una lluvia de ideas, que pueden llegar de cualquier trabajador y que se tienen en cuenta.
A veces hay que desobedecer, ser egoísta y decir que no"
Y ahí está la clave del éxito para una buena relación con la empresa. Si el trabajador nota que ha participado en la gestación de un proyecto, se siente más útil. Y eso es algo que ayuda en situaciones de crisis. Al saberse parte del proyecto, al sentirse valorado, los malos momentos lo llevan mejor. “Siempre me dicen que en el mundo de la cocina hay mucho estrés, pero yo les digo que hay mucha actividad. El estrés depende de ti. Si tu disfrutas con lo que haces, no te estresas porque te gusta lo que haces, aunque lo tengas que hacer en repetidas ocasiones”.
Y un último consejo. A veces hay que desobedecer, ser egoísta y decir que no. “El que obedece llega a donde quiere el que manda, el que desobedece llega a donde quiere él”, concluye.