El lado oscuro de los productos de Apple: el drama de los suicidios en China


Jenny Chan, profesora de la Universidad Politécnica de Hong Kong y co-autora del libro Dying for an iPhone - “Morir por un iPhone” - explica a NIUS los dramas laborales y humanos que marcan la producción de los exitosos productos del gigante estadounidense Apple.
“El forro resalta la perfección de Apple/Pero no nuestro mañana/El escáner anuncia repetidamente 'OK'/Pero no el 'Error' de nuestros corazones/24 horas al día, las luces cegadoras iluminan los iPhones/Revolviendo nuestros días y nuestras noches/Miles de movimientos repetidos cumplen un trabajo impecable/Poniendo a prueba los límites de nuestros doloridos, entumecidos hombros/Cada destornillador gira con esmero/Pero no puede dar la vuelta a nuestro futuro”.
Un trabajador anónimo de Foxconn ha escrito ese poema cargado de desesperanza. Foxconn es la principal empresa encargada de fabricar los productos estrella del gigante tecnológico estadounidense Apple.
Con sede en Taiwán, Foxconn ha llegado a emplear a un millón de personas en sus ciudades-fábrica de China. Sus condiciones laborales son objeto de análisis y denuncia en el libro Dying for an iPhone o “Morir por un iPhone” (Ed. Pluto Press, 2020).
Ese volumen lo firma Jenny Chan, profesora de sociología de la Universidad Politécnica de Hong Kong, junto a Ngai Pun, profesora en la Universidad China de Hong Kong, y Mark Seden, investigador asociado de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos. Una primera edición en chino fue objeto de la censura del régimen comunista del país asiático. Cuando aparecieron sus 3.000 primeras copias, fueron destruidas.
Sus autores han publicado ahora el libro en inglés. “No hemos podido publicar el libro en China por la intervención del Gobierno. La razón que nos han dado es que algunos de los capítulos son muy provocativos o políticamente sensibles”, explica a NIUS Jenny Chan. “Publicándolo en inglés, queremos llegar a un lector más global”, añade.
El tema de su libro son unos objetos de éxito global: los iPhone y los iPads. Hasta ahora, esos productos estrella de Apple parecían esconder los lados más oscuros de su fabricación. No puede decirse lo mismo tras la aparición de libro de Chan y compañía.
Lo que motivó que los tres autores se pusieran a escribir fue la ola de suicidios que causó 14 muertos en los centros de producción de Foxconn en 2010. Por aquel entonces Foxconn y Apple eran uña y carne o, mejor dicho, siguiendo la expresión del diario hongkonés South China Morning Post:“Apple es el cerebro y Foxconn las manos”.

De las más de dos millones de manos que han estado al servicio de Foxconn en todo el mundo, la gran mayoría se encuentra en China. Y es allí donde se han registrado las peores condiciones laborales, según se lee en Dying for an iPhone.
Se describen en ese volumen jornadas laborales de doce horas con un solo descanso realizando trabajos repetitivos que no dan para vivir vidas dignas. “Los trabajadores tienen un salario mínimo, pero esa cantidad de dinero no será nunca suficiente para tener una vida decente en una ciudad”, explica Chan.
Infiltrados en el fabricante de Apple
“Trabajando horas extra tal vez puedan ganar más dinero. Pero esto tiene un coste mental y físico. Uno de los puntos que revelamos en el libro es que ha llegado a haber regímenes de trabajo en los que se trabaja un mes entero con sólo un día libre”, abunda la profesora de sociología de la Universidad Politécnica de Hong Kong.
Su libro está basado, entre otras cosas, en numerosas entrevistas con trabajadores de Foxconn en China. Mucho del material que revela el volumen procede de haberse infiltrado ella misma dentro de las ciudades-centros de producción de Foxconn.
“No es difícil infiltrarse. Para entrar hay que utilizar su uniforme, consiste en unos vaqueros y una camiseta. En verano, la camiseta es de color rojo y, en invierno, hay que llevar una chaqueta rosa y gris”, cuenta Chan. Ella y el resto de autores contaron con la complicidad de lo que ella describe como “un grupo de estudiantes y activistas” que también se adentraron en los centros de producción de Foxconn para extraer información sobre las condiciones de los trabajadores.
“Los trabajadores nos llegan a decir que no ven futuro en la ciudad. Nos llegan a decir que sólo muriendo tienen sensación de vivir. Es una situación muy desesperada”, señala Chan.
170 euros por un mes de trabajo
Desesperada era, por ejemplo, la situación de Yu Tian, una joven superviviente de una tentativa de suicido en Foxconn cuyo testimonio se recoge en Dying for an iPhone. Recién llegada de una región rural a la gran ciudad de Shenzehn a principios 2010, Yu se tiró desde lo más alto del edificio-dormitorio de Foxconn en el que compartía alojamiento en febrero de ese año.
Según escriben Chan y compañía, fue un acto de protesta tras 28 días de doce horas de trabajo que quedaron sin remunerar por un problema que nadie le supo explicar en la empresa. Le correspondían 1.400 yuanes – unos 170 euros. Lo único que recibió Yu y su familia fue un “pago humanitario” para ayudar a los Tian a volver al área rural de la que procedían.
“Fue como si estuvieran mercadeando con aquello”, diría el padre de Yu. Su hija sobrevivió a su tentativa de suicidio. Pero las lesiones sufridas la han dejado discapacitada.
Aquella tentativa de suicidio y, por su puesto, las 14 muertes registradas en los centros de producción de Foxconn en 2010 significaron, supuestamente, un antes y un después para la empresa taiwanesa y para Apple. “Apple ha aprendido la lección y ha diversificado su cadena de producción. Pero hasta cierto punto sigue siendo muy dependiente de Foxconn y esto significa que en los últimos diez años la presión sobre los trabajadores no ha disminuido”, según Chan.
El comienzo de la pasada década estuvo marcado por protestas, huelgas y reivindicaciones en Foxconn. Hubo reivindicaciones laborales que, de hecho, encontraron sitio en la legislación china. No obstante, Chan da entender que esos cambios son papel mojado.
“La dinámica que se observa en China es que se han ido registrando grandes mejoras en términos de leyes laborales durante los últimos años”, dice Chan. “Pero en muchos casos sólo están mejorando las estructuras legales, porque hay sectores industriales donde existe otra tendencia, un modelo muy flexible que hace que, cuando se acerca una fecha clave de un contrato de entrega de una gran empresa, todos los trabajadores tienen que trabajar incluso día y noche sin descanso”, añade.
Sindicalismo para el régimen, no para los trabajadores
“Esto va mucho más allá de lo que establece la legalidad, que son ocho horas de trabajo al día y un día libre a la semana”, abunda Chan. Ella y el resto de autores de Dying for an iPhone también se consideran activistas laborales. Su libro se presenta, además, como un espacio donde recoger los testimonios de los trabajadores. Por eso hay poemas como el del trabajador que atornilla iPhones con esmero y desesperanza.
En buena medida, el trabajo de Chan y compañía no sería necesario si los trabajadores tuvieran voz y voto en el régimen comunista que es la República Popular China.
“Aquí lossindicatos tienen objetivos socio-políticos. Es decir, están para mantener el orden social y la estabilidad política. Se preocupan por la producción, pero no de correr riesgos como hacer huelga, manifestarse en la calle o dejar las herramientas del taller para ir al tejado para protestar o amenazar con lanzarse al vacío”, explica Chan.
Que el comunismo y su expresión sindical en China parezcan aliados de las peores practicas empresariales del capitalismo no es la única paradoja que aborda Dying for an iPhone. Hay una aún mayor, y es la que lleva al desencanto del que Chan y compañía dan cuenta.
“Vivimos en una era neo-digital llena de pantallas, pero detrás de esas pulidas superficies y sus imágenes ¿Qué mejoras hay para los jóvenes trabajadores que van desde zonas rurales a trabajar para una empresa multimillonaria como Foxconn?”, plantea Chan. “La empresa está globalmente muy bien valorada, pero luego no da a sus trabajadores seguridad ni posibilidades para mejorar sus vidas”, plantea Chan.
Ella no cree que Apple y Foxconn vayan a reaccionar a la publicación de su libro. ¿Los que callan otorgan?