La industria del motor ya lo fía todo a 2022 ante el peor agosto en una década y la continua caída de ventas


La carencia de chips provoca falta de producto en los concesionarios e incertidumbre en las entregas, lo que frena los pedidos
El sector se enfrenta además con la necesidad de cumplir con los niveles de emisiones fijados por Europa; otra preocupación añadida
“Fiamos la recuperación para el año que viene, cuando prevemos que se produzcan más de 1 millón de entregas.” Son palabras de Raúl Morales, director de comunicación de Faconauto, la patronal de los concesionarios ante un nefasto agosto de ventas, en el que han sufrido un descenso del 29% entre los turismos y particulares. El análisis de las causas es variado. Desde Anfac, asociación de fabricantes, se apunta por ejemplo a la “incertidumbre en los consumidores por la posibilidad de mayores restricciones a algunas tecnologías”. Y desde la asociación de vendedores y reparadores Ganvam se afirma que “el encarecimiento de la energía ha socavado la confianza de los consumidores que, al ver reducido su poder adquisitivo, no tienen más remedio que frenar el gasto”.
Pero en donde en general todos los entes del sector están de acuerdo en señalar a un elemento principal en el descenso de ventas: la falta de microchips. El problema es que al faltar estos componentes el coche no se puede completar, no se envía y no llega o llega muy tarde a los concesionarios. Los parones en las fábricas son generalizados a todas las marcas y todos los países de forma que hay pocas unidades en los concesionarios y los vendedores muchas veces no se pueden comprometer a indicar una posible fecha de entrega. Además, cuando las entregas se producen, los tiempos de espera suelen verse prolongados. Esto hace que no se genere cartera de pedidos para los próximos meses.
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Suma y sigue
Pero esas no son las únicas causas que frenan el mercado, habiendo razones que se unen desde muy diversos frentes.
- La crisis económica y la escasa confianza del consumidor medio en una recuperación pronta.
- El impacto de la crisis sanitaria que aún no ha terminado de solventarse.
- La subida de los precios de prácticamente todas las materias primas que han elevado los precios del producto final.
- La desviación de la demanda al mercado de ocasión ante los retrasos en la entrega de coches. En esta traslación de matriculaciones ha tenido que ver un periodo vacacional muy ansiado en el que los consumidores no han querido esperar por la compra.
- El escaso tirón de las ventas de eléctricos en nuestro país, en buena parte debido a la falta de infraestructuras de recarga. Esto es una fuente añadida de preocupación, ya que las marcas se encuentran con la espada de Damocles de las multas de la Unión Europea si no cumplen a fin de año con las limitaciones de emisiones de CO2 de sus flotas.
Además, la producción de vehículos en España ha caído un 21,6%, lo que se ha trasladado a la exportación que ha descendido un 16,1% en relación al primer semestre de 2019. (Recordemos que la exportación en España supone casi el 80% de los coches fabricados).
El resultado de todo esto es que este agosto ha supuesto el peor mes desde 2013, es decir, de los últimos nueve años. En cuanto al acumulado de los ocho primeros meses del año, las ventas suben un 12% frente a 2020, pero caen nada menos que un 33% frente a 2019, último año de referencia sin parones de fabricación y ventas debido a la Covid 19.