Phantomware: así funciona la caja B cibernética para engañar a Hacienda

El fisco español lucha desde 2014 contra esta práctica, cada vez más extendida en pequeños comercios
Hacienda estima que cada año se ocultan 200.000 millones de euros con esta técnica
El problema de tener una caja B es que siempre deja rastro. Sin embargo, la tecnología ha propiciado que, desde hace varios años, la prueba del engaño a Hacienda sea prácticamente imperceptible. ¿cómo? Con un programa instalado en las propias cajas registradoras capaz de generar una contabilidad ficticia para Hacienda y otra real y oculta para el comercio. Y eso en cada venta. La contabilidad ficticia está siempre visible y es la que los inspectores fiscales se encuentran si acuden a revisar la caja registradora del establecimiento o los libros del mismo. A los números reales, los que demuestran que la tienda estafa a Hacienda, se acceden por un código secreto que se forma por combinaciones de teclado.
El sistema se conoce como "software de doble uso" y en la práctica es el principal quebradero de cabeza para los inspectores fiscales en el pequeño y medio comercio. De hecho, la AEAT estimó en 2018 que con este método se ocultan operaciones cada año por valor de 200.000 millones de euros. En el día a día, sirve incluso para que los clientes tampoco detecten el engaño. Imaginen un caso práctico: un cliente entra en una charcutería y compra, entre otras cosas, una cantidad importante de jamón de Jabugo. El tendero, de forma previa, ha configurado la caja para que ese sea uno de los productos que no se contabilicen en el pago a Hacienda. Así que en la factura para el cliente, figura todo lo pagado. Pero en la que queda registrada en la contabilidad oficial, con el mismo número, ese producto simplemente no aparece, o figura en realidad como otro de menor valor, por lo que la tienda pagará menos impuestos. Lo normal es que el empresario lo configure para que trabaje sobre los productos que son más complicados de rastrear, como por ejemplo las copas o los cafés en un restaurante.
Desde el punto de vista técnico, el sistema puede funcionar de dos maneras. Por un lado está lo que los expertos informáticos llaman phantomware, es decir, un programa fantasma que se ejecuta por detrás y al que solo se accede por medio de una contraseña. Puede que ni siquiera los trabajadores del establecimiento sepan que está funcionando. Este método es más completo y configurable, pero también se corre más riesgo de que alguien lo detecte. El segundo funciona con un programa portatil, instalado en una memoria USB. Así, nada está residente en la caja registradora, pero tiene menos elementos de configuración, además de que solo funciona si la llave usb está pinchada en el ordenador.
En el acuerdo de Gobierno
Hacienda comenzó a detectar estos programas en los arranques de la década, pero el sistema se ha ido perfeccionando hasta convertirse en un verdadero problema. Ya en 2014, la Agencia Tributaria lanzó la operación Scarpe, contra una treintena de empresas de calzado que utilizaban este tipo de programas. Estimaron entonces que conseguían ocultar un 30% de las ventas. En este caso, los programas estaban preparados para actuar sobre todo en las operaciones en efectivo, ya que las compras por tarjeta son entregadas por el banco, y por lo tanto, queda rastro completo de la cuantía real.
En 2018, el Gobierno del PSOE aprobó sanciones de hasta 150.000 euros para las empresas o particulares que se dediquen a distribuir e instalar este tipo de programas, con el objetivo de frenar su distribución. Ayer, el Partido Socialista y Podemos firmaron su acuerdo de investidura, donde la lucha contra los programas de doble uso figuraba como uno de los puntos más relevantes en la lucha contra el fraude fiscal.