Ángel Palacios, el cocinero que enseña a invidentes como él a desenvolverse entre cuchillos y fogones


Su reinvención ha llegado como maestro de cocina y vida
Superar las barreras que existen en la cocina, es su objetivo
El cocinero está en Málaga para participar en una mesa de trabajo
Ángel Palacios tenía 37 años cuando perdió la vista al despertar una mañana de vacaciones. A día de hoy, 15 años después, este logroñés que encaminó su vida en la cocina de su casa tras lo ocurrido, dedica los días a formar a otras personas ciegas. Estos días visita Málaga para participar en una mesa de trabajo en EA! Gastrosocial Experience, el primer Congreso que aúna la Agricultura, la Gastronomía y la Hostelería con la finalidad de cohesionar y dar visibilidad a proyectos de integración social.
Palacios contará aquí parte de su historia para ayudar a otros a hacer lo mismo. A él primero se le desconectó el ojo derecho, a consecuencia de un desprendimiento de retina, y el izquierdo se fue deteriorando progresivamente hasta que se estabilizó en un resto visual del 7 %. "Te metes en un agujero negro, dos años de tu vida; me cuesta recordarlo por lo doloroso que fue”, cuenta a NIUS.
Por entonces, su esperanza era volver a trabajar, y cuenta que en su circunstancia todos esperan que surja una solución, un milagro. Un milagro que nunca llega. "Esto es lo primero que hay que superar", dice. La aceptación es el primer escollo que debe salvar quien pierde la vista; reconocerlo, tomar consciencia del problema es la única manera de superarlo, y a partir de ahí el afán de superación y la fortuna harán el resto.
Cocinar a Ciegas
“Menos mal que siempre han estado mi mujer y mis hijos”, dice orgulloso, de quienes siempre lo han animado a seguir adelante. Su reinvención ha llegado como maestro de cocina y vida. Inventó la asociación ‘Cocinar a Ciegas’, sin ánimo de lucro, para formar a otras personas invidentes en el mundo culinario. Disponer en ambos ojos de agudeza visual igual o inferior a 0,1 ó campo visual reducido a 10 grados o menos es el único requisito para estar en sus clases.
Llega a Málaga para “juntar sinergias con personas con otras capacidades”, dice. Palacios ha trabajado dos temporadas en Logroño, un restaurante con estrella Michelin, en A Poniente con Ángel León dos temporadas y viene de estar unos meses en italiana en otro restaurante. “Es un intercambio muy positivo, he conocido la mejor cocina posible con otras capacidades…tengo muchísima suerte”. Bajo el título ‘Trascendiendo los límites de las limitaciones’ buscará “hacer visible que la diferencia no tiene que asustar. Que lo que he vivido: cuidado no te vayas a quemar, no nos puede dejar en casa".
Las manos son sus ojos
Ayudar a los demás es su inspiración. En sus clases, Palacios les explica qué medidas tiene el aula, cómo es, qué encontrarán en ella (horno, microondas, fregadero, vitrocerámicas, mesas, sillas, utensilios varios…) y se les encomiendan tareas en las que se sientan cómodos. "Todos han de hacer todo. Todos han de tocar, todos han de cortar… Si no, no tiene sentido. Que yo haga algo no vale de nada, porque ya lo he superado. Les he de enseñar a ellos para que luego lo hagan en su casa o no lo quieran hacer; que pasen esa barrera una vez, aunque luego no quieran volver a hacerlo", explica Ángel.
La ubicación de las cosas la controlan con el reloj, lo mismo en la cocina que cuando se sientan a la mesa; a las 12 tenéis patatas, a las tres tenéis el filete, la lechuga está a las nueve. “Somos tan exagerados como los cocineros de moda”, señala con risa, para explicar que, lo que parece muy diferente, es más parecido de lo que creemos.
Lo cierto es que todos los participantes vuelven a cocinar con él, incluso se lanzan a ello personas que no lo habían hecho previamente. La actividad en sí ya es un éxito, muchos encuentran en la cocina y en el cocinero una mejor vida.