Luna, víctima de trata en Algeciras: "Que se sepa que nadie tiene precio"

Los casos de trata han aumentado y los jóvenes son los más vulnerables a través de las redes sociales
Bettany: "Decían que si no me prostituía irían a África a secuestrar a mi hija"
Franyeli: "Me destruyeron, pensaba que todo el mundo era malo y quería hacerme daño"
En pleno siglo XXI, cuando ya creemos que se sabe perfectamente dónde está el bien y el mal. Cuando se cree que eso no te puede pasar a ti, los datos y los testimonios te dan con una realidad muy distinta pero, desgraciadamente, la que vivimos. La asociación referente en Andalucía de atención a víctimas de trata, Nuevo Hogar Betania, recibe más de 1.000 llamadas al día. Llamadas de auxilio de mujeres a las que, bajo amenaza, se les ha puesto precio a su cuerpo. Algo que, nadie mejor que ellas puede saber. "Nadie está exento, le puede pasar a cualquiera y por eso necesitamos voz", nos cuentan.
Bettany: su moneda de cambio era su hija
Sin saber ni una sola palabra de español, Bettany, consiguió atravesar el Estrecho hasta Málaga, donde estaba la puerta a un mundo mejor, donde pensaba encontrar un trabajo con el que dar prosperidad a su familia. Al llegar la separaron de la mujer que la trajo, en quien a priori confiaba: "Ella me dio su teléfono y me dijo que la llamara que ella vendría a buscarme, me escondí el teléfono y otra mujer me llevó a Algeciras". Una vez allí a Bettany le quitaron el móvil y cualquier posesión, justo antes de arrancarle el honor, la dignidad y el derecho a decidir.
Bettany ya estaba dentro de una red de prostitución. "Un día decidí escaparme, conseguí llegar a la policía y me llevaron a Hogar Betania, pero yo tenía miedo, no confiaba en nadie y me escapé de Betania y volví a Algeciras, quería volver a mi país. Un hombre me acogió y llamó a Hogar Betania, me volvieron a traer de nuevo, aquí me dijeron que me esperase una semana a ver cómo iba", relata.
La joven aún tenía el teléfono de aquella mujer que parecía ofrecerle ayuda cuando llegó. Explicó eso a las trabajadoras sociales y una de ellas se puso en contacto con esa mujer: "Melania habló con la mujer y me dijo que me quería para una casa de prostitutas. Yo no entendía nada, la llamé y me dijo que tenía que darle el dinero de haberme traído o iría a por mi niña a África. Tenía mucho miedo, hacía cuatro años que no veía a mi niña. Hogar Betania, no sé cómo lo hizo, pero consiguió localizar a mi hija y dársela a mi madre".
Comenzar a ordenar los miedos a las amenazas y confiar en la gente es el primero de los difíciles pasos que tienen que dar estas chicas a las que les han arrebatado lo más importante para una mujer, su cuerpo. "Estaba mal, tenía miedo, lo rompía todo, quería escapar, pero entendí que me estaban ayudando de verdad y decidí empezar a aprender español y empezar de cero con ellas", afirma.
Franyeli: por escapar del maltrato de su marido
Tenía tan solo 18 años cuando abandona su Venezuela natal para irse a Colombia con su pareja. Allí sufrió maltratos constantes por parte del que ella creía el amor de su vida. Una oferta de viajar a España y trabajar en un bar de copas le pareció la mejor forma de escapar de las palizas. Pero al llegar a España no la esperaban ni los papeles, ni el puesto de camarera que le habían prometido.
"Nada más llegar el hombre que nos esperaba ya me dio mala espina. Nos llevó a un sitio en el que solo había tierra y árboles, nos quitaron los móviles y la documentación. Nos dijeron que íbamos a tener que prostituirnos porque teníamos una deuda de 1.800 euros que, si no íbamos pagando en los plazos que decían, iba aumentando", explica Franyeli con la entereza interior que los recuerdos le permiten.
"Me tuvieron allí tres meses. Nos obligaban a subir diez hombres cada noche para poder pagar los 500 euros semanales que se nos exigían". Pasados los tres meses en los que, según las cuentas, Franyeli dio a sus proxenetas alrededor de 3.000 euros, fue trasladada a Murcia junto a las otras dos mujeres que viajaron con ella desde Colombia.
"Ellas estaban decididas a escapar, me dijeron que fuera con ellas pero yo no confiaba en nadie. Escaparon y los jefes me pidieron su teléfono, a dónde habían ido, pero yo me callé, jamás iba a traicionarlas. A los tres meses de estar en Murcia los jefes tuvieron una fiesta, yo ya no podía más y junto con otra chica, mientras dormían, pedimos un taxi y nos fuimos a la estación de autobuses". La joven venezolana llamó a las compañeras que escaparon antes que ella, estaban en Algeciras y hasta allí viajó Franyeli.
"Una vez allí me prostituí por mí misma, para ganarme el dinero suficiente para volver a mi país con los míos. Era en los únicos en los que confiaba. Conseguí el dinero y me lo robaron. Me eché un novio y me quedé embarazada de él. No quiso hacerse cargo, me dijo que las latinas hacemos eso para quitar los bienes a la gente de aquí. Me dijo que me ayudaría con todo si abortaba, pero no quise abortar". Como caído del cielo, justo cuando se entera de que está embarazada, la policía la llama para decirle que ha caído la red en la que estaba y que 27 mujeres ya habían denunciado.
"Me llevaron a Nuevo Hogar Betania, cuando llegué estaba destruida, pensaba que todo el mundo quería hacerme daño, pero poco a poco con las trabajadoras me di dando cuenta de que volvía a tener una oportunidad en la vida y hoy mi hijo y yo tenemos una oportunidad de reconstruirnos", rompe a llorar pensando que el horror ya es parte del pasado.
"Las niñas crecen con una moralidad errónea"
Luna no cuenta su historia pero por la fuerza con la que ha salido de ella, llegar al proceso de inclusión en el que se encuentra no ha tenido que ser nada fácil. "Concienciar desde pequeños sobre este problema social debería ser una asignatura desde pequeños en los colegios. Valores humanos. Y para los grandes también, hay mucho adulto que no tiene valores".
Hay un aspecto en lo que Luna insiste mucho, y a tenor de los datos tiene razón. Sevilla ha acogido el I Congreso de Víctimas de trata y las estadísticas del aumento de mujeres interceptadas por agresores ponen de manifiesto un problema social del que "nadie está exento, le puede pasar a cualquiera, es necesario que se sepa aquí y en el planeta entero que ningún ser humano tiene precio".
"Las niñas crecen con una moralidad muy errónea de querer tener. Quieren tener y rápido y siempre va a haber gente que les ofrezca este método y en un porcentaje muy alto pica", explica Luna con la garra propia de haber estado en el peor papel de esa historia. La población joven es actualmente la más vulnerable de acabar en una red de trata de mujeres según los datos de Nuevo Hogar Betania.
"De esto nadie habla y hay que hablar. Destruye vidas, las mujeres pierden su voz y pierden su vida entera", relata Luna.
Nuevo Hogar Betania comienza en 2011 el trabajo de atención a víctimas de trata de seres humanos así como violencia de género en la provincia Cádiz, concretamente en la Línea de la Concepción, tras la liberación de 25 víctimas de trata de seres humanos.
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