Tomás, el pescador que pasó 12 meses en la cárcel confundido con un narco en Marbella: “12 años después nadie me ha pedido perdón”


Lo detuvieron mientras pescaba en la playa de Cabopino, confundido con unos narcos que descargaron la droga donde estaba él
Lamenta que, a día de hoy, nadie le haya pedido perdón por "el error" que le destrozó la vida: perdió la casa, el coche y todo lo que había construido con esfuerzo
Hace unos días ha recibido la notificación para recoger su coche, 12 años después de la incautación, y ya es chatarra
Hace 12 años que Tomás Martínez, de 52, estaba pescando en la playa de Cabopino, en Marbella (Málaga), cuando lo asaltaron un grupo de personas. Recuerda que eran sobre las 10 de la noche cuando, sentado en una silla esperando que algún pez cayera en sus cañas, le quitaron el teléfono y todo lo que llevaba encima. En un primer momento creyó que era un robo, pero lo que le estaba ocurriendo era el principio de un “calvario”, como él mismo lo llama.
El grupo de hombres eran narcotraficantes y los agentes creyeron que Tomás también lo era. Por este error pasó un año en la cárcel. A día de hoy, con un diagnóstico postraumático, vive lejos de la sociedad y esperando a que alguien le pague por el daño causado.
“Estaba donde no tenía que estar”, se lamenta. Le ocurrió a él, pero le podría haber ocurrido a cualquiera. En ese lugar y a esa hora “molestaba” a los narcotraficantes que, tras maniatar a Tomás en la silla, comenzaron a descargar la droga de una narcolancha. “Parecía que estaba viviendo una película, no daba crédito”, cuenta a NIUS.
Mi mujer se quedó en la calle, con nuestras dos hijas pequeñas. La cárcel fue un infierno
Minutos después escuchó: “Alto, la Guardia Civil”. Y en cuestión de segundos sonaban tiros “por todos lados, la gente corría y yo seguía en la silla”, cuenta. Ni siquiera se atrevió a moverse por si una de esas balas le daba a él. Respiró aliviado porque había llegado la Guardia Civil pero, para su sorpresa, creyeron que formaba parte de la banda.
“Un agente de paisano me dijo que estuviera tranquilo, que estaban vigilando y sabían que no tenía nada que ver", explica. Estas palabras se quedaron en el aire porque más tarde lo detuvieron: “Este pa´dentro”, dice que escuchó. “Lloraba lo que tenía que llorar de pura impotencia, nadie me escuchaba”, añade.
Un año en prisión
A partir de ahí, tres días en los calabozos y, tras pasar por el banquillo, el juez “decretó el ingreso en prisión sin escucharme, no me dejó ni hablar”, lamenta Tomás. Pasó 365 días en la cárcel, perdió su trabajo, la casa, el vehículo y prácticamente todo. “Mi mujer se quedó en la calle, con nuestras dos hijas pequeñas, al estar en prisión no podíamos pagar la hipoteca y el banco nos la quitó”, relata así el infierno que fue para él.
Estuvo un año en prisión y 6 esperando a que se celebrara el juicio. Durante este tiempo tenía que ir a firmar cada 15 días, lo que le complicaba hacer una “vida normal”. La sentencia lo absolvió. Quedó demostrado que Tomás no tenía nada que ver con los narcotraficantes. De hecho, alguno de ellos reconoció en el banquillo que no lo conocían y que el hombre no tenía nada que ver con la organización. También le valieron al juez las escuchas que había recogido la Guardia Civil y en las que los narcos hablaban entre ellos preguntándose quién era la persona que estaba en la silla.
"¿Quién paga por destrozarme la vida?"
Hace 4 años que pidió una indemnización por los daños causados y a día de hoy ninguna administración le ha respondido: “¿Y ahora cómo pago un abogado y todo lo que conlleva seguir adelante con este proceso para ir a la Audiencia Nacional?”, lamenta lleno de frustración. La indemnización solicitada ronda unos 220.000 euros, que es lo que calcula que perdió por aquel fatídico error.
Sin duda, repite que lo que más le duele es que nadie le haya pedido ni unas simples disculpas. Le duele el haberse perdido un año de sus hijas pequeñas y el haber perdido todo lo que habían construido con tanto esfuerzo “de un plumazo”.
Tenía alrededor de 3.000 euros en artículos de pesca en la playa que se supone lo metieron en su coche, pero nunca lo ha vuelto a ver. Ni tampoco supo nada más del vehículo hasta hace unas semanas, que recibió una notificación para recogerlo del depósito. “¿Puedes imaginar cómo estará el coche después de 12 años al sol en mitad del campo?". La respuesta la tiene clara, no se va a gastar dinero en recoger chatarra.
Tanto daño le hizo que tiene diagnosticado trastorno adaptativo. “Es algo así como que la sociedad me ha hecho tanto daño que no quiero vivir en ella. Vivo en el campo y, si por mi fuera, viviría en una cueva”, señala.