Uno de los últimos fareros de España está en Almería: "Estamos condenados a extinguirnos"


Mario Sanz: "Hace cinco años quedaban unos 50 fareros, ahora la mitad"
Es el encargado de los faros de Carboneras, Mojácar y Rodalguilar
Ha creado un museo en el interior del faro de Carboneras abierto a visitas
Cuando en 1990 Mario se presentó a las oposiciones del puesto de farero, no tenía ni idea de cómo le iba a cambiar la vida. Todo comenzó cuando tenía un bar en su Madrid natal y su pareja quería ir al mar y gracias a un periódico. Ahora, 30 años después, su labor tiene reconocimiento.
"Un día vi un anuncio en un periódico de una academia que preparaba para las oposiciones de farero y, como mi pareja tenía tantas ganas de mar decidí apuntarme y, cuando aprobé, elegí la única que había en Andalucía, porque queríamos un sitio con buen tiempo", explica Mario Sanz. Así se convirtió en el farero de Mesa Roldán, en Carboneras, Almería, aunque ahora también se encarga de los faros situados en Mojácar y Rodalquilar.
"Antes éramos dos fareros por faro y se ha ido jubilando la gente y desde 1991 no entra nadie, así que nos los han ido repartiendo a los que estamos", asegura a NIUS. Él es uno de los pocos fareros que quedan en nuestro país actualmente. "Hace unos cinco años hice una encuesta entre los compañeros que quedaban y éramos unos 50, ahora queda la mitad", asegura. Esto le lleva a una reflexión que no es más que consecuencia de la modernidad, pues la mayoría de faros son automáticos y, aunque necesitan mantenimiento, no parece ser necesario que alguien esté allí de manera fija: "estamos condenados a extinguirnos".
Mientras tanto, a sus 61 años, ha recibido un reconocimiento de la Asociación de Amigos de los Faros de Andalucía por sus 30 años de trayectoria y, sobre todo, por tener dentro del faro de Carboneras un museo dedicado a los faros que abre a los visitantes para dar a conocer este, en ocasiones, tan desconocido mundo. "Yo les enseño a la gente el faro y su historia y eso lo valoran", explica Mario. "La nuestra es una labor desconocida y mis compañeros han colaborado a que sea así porque no han abierto los faros y son muy poco visitados", confirma.
Dentro del espacio se pueden encontrar equipos antiguos de los faros, fotos y libros que muestras cómo era la labor antiguamente y diferentes piezas de coleccionismo. "La gente es colaborativa y me mandan cosas, incluso familiares de fareros me las traen", comenta orgulloso. No en vano, su idea "es que se quede hecho un museo abierto cuando me jubile, si cierran los faros se pierden edificios históricos".

Libros y buscadores de ovnis
Aunque su jornada laboral es solo por las mañanas, Mario pasa mucho tiempo en los faros y eso, acompañado de la soledad y tranquilidad del espacio, le dan rienda suelta a su imaginación. "He publicado varios libros de relatos, tengo novelas largas escritas pero no publicadas, libros de historia de faros, guías de calas e incluso algún guion cinematográfico", relata.
En este tiempo ha visto de todo, desde naufragios hasta ballenas paseando por delante de sus ojos, pero hay dos sucesos que le vienen a la memoria. "Siempre que me preguntan me rio porque una vez vinieron buscadores de ovnis y me preguntaron también lo más raro que había visto y yo les dije que ello", recuerda riendo. El otro momento que le marcó fue a finales del XX, cuando un buzo de la Guardia Civil se ahogó cercano a la costa y tardaron dos meses en encontrarlo. Mientras tanto, Mario observaba y ayudaba desde su privilegiada oficina: "la búsqueda fue algo muy impactante".