Salvemos el tchoukball: el deporte de la paz busca relevo generacional en Málaga


El tchoukball es una adaptación del balonmano sin apenas contacto que surgió en 1970 en Suiza
El juego llegó de forma oficial a España en 2010 y muchos de sus primeros jugadores necesitan un relevo
Tres, dos, uno, ¡jugger!, el deporte que conquista cada vez más adeptos en España
Luis Crespo conoció el tchoukball en 2010. Fue todo un flechazo y en 2011 ya estaba en Ferrara (Italia) vistiendo la camiseta de la selección española en un mundial. Fueron buenos tiempos para esta adaptación del balonmano que llegó a extenderse con rapidez por España. Ahora este deporte alternativo corre el peligro de desaparecer por la falta de relevo generacional.
Nacido en Suiza en los años 70, este juego de pelota se creó con la idea de evitar las lesiones en el deporte, por lo que reducía el contacto entre jugadores. Además, permitía que lo practicaran juntos hombres y mujeres, convirtiéndolo en "uno de los deportes más inclusivos que existen", dice Luis.
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El tchoukball empezó en España en 2011 cuando miembros de la Federación Internacional de Touchkball (FITB) vinieron a dar un curso a profesores. Se extendió con rapidez y una de sus primeras paradas fue Málaga, de donde era Rocío Marmolejo, la esposa de Luis. "Fuimos allí para organizar cursos de tchoukball, sobre todo entre profesores de educación física", cuenta Luis. Los colegios se convirtieron en una gran plataforma para este deporte que empezó a vivir sus mejores años en la Costa del Sol.
Años de éxito
"En 2014 había cuatro chicas malagueñas jugando el europeo", recuerda Luis. En 2018 fueron cinco las malagueñas en el equipo. Todo gracias a que en la ciudad se creó un club donde jugaban unas 20 personas adultas lo que permitía contar con hasta dos equipos. "Llegamos a organizar un campeonato de España en Torrox y otro en Estepona donde acudieron 12 equipos de todo el país", dice Luis, "la madrina del torneo fue Nuria Benzal, una de las guerreras de las chicas de balonmano".
Aquel germen que plantaron en la Málaga sin embargo fue desapareciendo. La pandemia no les ha ayudado demasiado. Hoy apenas cuentan con jugadores para un equipo. "Algunos peinamos canas", dice Luis, "con 38 años y con niños pequeños ya es complicado". Tan complicado que la asociación nacional tuvo que llevar a cabo este año una campaña de crowfunding bajo el lema de "Salvemos el Tchoukball" para poder participar en el último campeonato europeo que se celebró en Leeds, Inglaterra.
"Conseguimos bastante dinero para pagar los gastos", dice Luis. Sin embargo, el principal problema no es el dinero. El relevo generacional está costando en llegar a este deporte. "En Málaga por ejemplo competimos con la afición a los deportes de playa", explica Luis, aunque el tchoukball también puede jugarse sobre la arena.
Preocupados por el futuro, todos los esfuerzos se centran ahora en rescatar jugadores para la liga que empieza en noviembre. "En la última asamblea hemos establecido la edad mínima para jugar en tercero de la ESO, es decir, entre 15 y 16 años", dice Luis. Sin embargo sus esperanzas están puestas un poco antes, en Primaria.
"A nivel docente, el tchoukball se mueve por muchos colegios públicos de Málaga en actividades extraescolares", cuenta Luis a NIUS. Sus características sin apenas lesiones y permitiendo jugar juntos a chicos y chicas lo hace perfecto para los centros educativos. Ahora es allí donde puede estar ahora el futuro del deporte de la Paz, como lo declaró la UNESCO.