Mario apaga el faro que ha dado luz al mar desde Garrucha desde hace 140 años


El faro de Garrucha se inauguró en 1881 y solo dejó de funcionar durante la Guerra Civil
Ahora le sustituye el faro de Mojácar, más moderno y con mucho más alcance
Mario se ganó la plaza "por una broma": tenía un bar de copas en Madrid y una pareja a la que encantaba el mar
El gesto es sencillo. Tan solo hay que desconectar la alimentación y la linterna del faro de Garrucha, después de 140 años iluminando el mar desde la costa de Almería, dejará de funcionar. Para Mario será algo más complicado porque él es el encargado de apagarlo para siempre.
“Tengo el corazón partío”, dice Mario Sanz. Lo dice porque inmediatamente después de apagar el faro de Garrucha encenderá otro nuevo en Mojácar. Será uno más moderno y con mucho más alcance. “Unas 24 millas desde la costa”, explica Mario, casi el doble que el viejo faro de Garrucha.
Junto a los dos faros está el de Mesa Roldán, en Carboneras. Ahí es donde vive Mario desde hace casi 30 años. Es farero y se encarga además del mantenimiento y limpieza de los faros más cercanos, como el de Garrucha o el de Mojácar. “Los faros son ya todos automatizados”, dice Mario, hasta el punto de que tienen sensores de luz “para encenderse solos cuando oscurece”.
Todo ha cambiado desde que el faro de Garrucha se inauguró en 1881. No solo la tecnología. A principios de los noventa, el farero que lo cuidaba se jubiló y nadie lo sustituyó. “Los fareros estamos en extinción, los faros no”, dice Mario mientras cuenta los minutos que quedan para apagar la linterna de Garrucha.
Farero por casualidad
Mario nunca se imaginó que apagaría un faro, tampoco soñó nunca con ser farero. “Todo fue por una broma”, explica a NIUS. Antes de esa broma vivía en Madrid y tenía un bar de copas con su pareja. “A mi pareja le encantaba el mar y le dije que me iba a presentar a oposiciones de farero y se hartaría de mar”, confiesa Mario. Al poco se estaban trasladando a Almería.
Entró a trabajar en 1992 y cinco meses después, en enero de 1993 su grupo funcionarial se declaró a extinguir. “Los fareros estamos en extinción, los faros no”, dice Mario, que asegura que en el mar los capitanes de barcos aún le confiesan que comprueban con los faros toda la información de sus pantallas.
Por si acaso, Mario aprovecha el tiempo escribiendo sobre la historia de los faros de España y ya lleva siete libros publicados. Además ha convertido su casa en un pequeño museo con equipos antiguos, linternas, fotografías… Todo para evitar que cuando las luces se apaguen, los faros se pierdan.