Pedro Herranz, fabricante de mascarillas en Málaga: "A nivel negocio habrá que adaptarse, pero teníamos ganas de vernos las caras"

La empresa malagueña ha llegado a vender 200 millones de mascarillas
Desde el verano pasado hasta ahora la demanda ha bajado un 80%
Los fabricantes malagueños mandarán dos millones y medio de mascarillas a los refugiados
"Igual que abrimos la planta rápido para apoyar a la grave situación de desabastecimiento, el verano pasado ya comenzamos a buscar un complemento a nuestro modelo de negocio", confiesa Pedro Herranz, uno de los pioneros en la fabricación de mascarillas en España. "La pandemia nos pilló desprevenidos, pero el final se veía venir o, al menos, se esperaba".
Heiq Médica nació en Pizarra, Málaga. Cuando la pandemia envolvió el país y lo único que se sabía era que las mascarillas iban a ser nuestra compañera 24/7 hasta que se encontrase una cura al virus, en España era prácticamente imposible hacerse con una. Así que estos malagueños se pusieron manos a la obra y crearon su planta de fabricación de mascarillas. "Desde entonces hemos vendido 200 millones no sólo a nuestro país, también a Canadá, Hong Kong o Australia".

En cuanto comenzó la vacunación y la curva empezó a estabilizarse, comenzaba a intuirse el final de este "molesto" accesorio para muchos pero que, sin duda, quedará en la memoria como un salvador de vidas. "Cada vez que se rebajaban las restricciones, bajaba la demanda. El último año hemos ido a la par del virus, los mismos altibajos. A día de hoy, la demanda, ha bajado más de un 80%.
Fin de las mascarillas, comienzo de la guerra
"Sabemos que se trata de un producto que no gusta, le hemos cogido manía y nos trae malos recuerdos. Así que, al fin y al cabo, también deseábamos que llegase el momento de dedicarnos a otra cosa. Es una buena noticia, teníamos ganas de vernos las caras", dice Herranz.
La empresa, por tanto, se ha ido volcando "a ritmo de pandemia" en otros menesteres que permitan mantener el negocio y los puestos de trabajo a flote. "Nuestro fuerte ahora es el desarrollo de productos de limpieza sostenibles".
Sin embargo, con el fin de la obligatoriedad de la mascarilla en interiores no se cierra del todo una etapa. "Vamos a seguir manteniendo la planta de fabricación de mascarillas porque aunque, ojalá no ocurra, si en algún momento hay que volver a fabricar grandes cantidades, no ocurra como 2020 y tengamos que depender de la importación".

De hecho, ya se ha fabricado un lote de dos millones y medio de mascarillas que no pretenden cubrir ningún pedido ni ningún brote, "junto con Acnur hemos preparado esa cantidad de mascarillas para ayudar a los refugiados ucranianos que están llegando a Europa por la frontera de Rumanía".
Al fin y al cabo, el trasfondo de las "odiadas" mascarillas ha sido desde el primer momento salvar vidas, ya sean víctimas de una pandemia o de una guerra. "Lo único que nos falta es la manera de hacerlas llegar a los refugiados, necesitamos algún trasportista que se preste a llevar el cargamento", pide Pedro Herránz.
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