En la zona cero de las obras para salvar las casas de San Fernando: robots láser, perforadoras gigantes e inyecciones de mortero

Un equipo de Mediaset ha podido acceder a la zona restringida unas obras muy complejas
En 2007 se amplió la línea 7B del metro de Madrid para que llegara a San Fernando de Henares pero no se hizo un informe previo del terreno
Seis perforadoras e inyecciones de mortero sellarán las cavidades del terreno y unificarán las capas para que se agrieten todavía más las casas
Siempre habíamos visto las obras desde la valla y hoy al atravesar la cancela la sensación ha sido muy contradictoria. Por un lado, nos da la bienvenida una máquina gigantesca que mediante unos tubos de 20 metros de largo no para de taladrar el cemento. A su lado nos reciben ingenieros de caminos, operarios, arquitectos y apenas se paran los 4 o 5 minutos que duran las entrevistas, llevan carpetas y con medidores, el frenesí es continuo.
Por otro lado, al fondo vemos los balcones de esos vecinos con los que hemos compartido sus desvelos, sus desconfianzas y a quienes hemos grabado cientos de veces sus grietas en las paredes. Hoy vemos desde abajo lo que siempre habíamos contemplado desde arriba porque la Consejería de Transportes de la Comunidad de Madrid nos ha autorizado a grabar de primera mano las obras de consolidación que se están llevando a cabo para que las viviendas de más de 80 familias no se vengan abajo.
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Y a eso venimos, a comprobar si las obras que están ejecutando darán por fin con la solución. Lo que están realizando, para que lo entienda todo el mundo, es rellenar con mortero los huecos del subsuelo, que es como un queso gruyere. El terreno es salino y una tierra así cuando hay agua se disuelve. Pues bien, lo que va a hacer el mortero es sellar esas cavidades y unificar las capas para que no haya desniveles y se agrieten todavía más las casas. Para ello llevan ya cuatro tandas de inyecciones, esta última se hace con seis perforadoras y se mete el mortero a través de mil huecos. Hablamos de una superficie de 45.000 metros, y ese espacio descomunal se tiene que rellenar a una profundidad equivalente a 12 pisos. Les preguntamos por qué mortero y no otro material, nos dicen que porque perdura más y no se disuelve. Nos lo cuenta Miguel Escaño, el jefe de edificación y nos enseña el mapa de “agujereado” donde se ve que los puntos están por encima de la curva del túnel del metro, ese que se construyó en 2007 sin un informe previo del terreno.
Ese error les ha costado perder sus casas a 84 familias y casi medio millar están pendientes de saber si las suyas seguirán en pie o no. Mientras tanto, las máquinas continúan con su tarea 9 horas cada día perforando y produciendo vibraciones.
Subimos a casa de David Casado, justo encima de una de estas perforadoras. Nos dice que le están saliendo nuevas grietas y que después de casi 15 años de infierno no se fía nada de esta mega obra de consolidación. Cree que un día saldrá con los pies por delante. Su miedo es a un derrumbe, porque dice que, como siempre, no se arreglará hasta que haya una desgracia.
Volvemos a bajar y Fernando Díez, Ingeniero de Caminos, nos dice que ante cualquier movimiento se desaloja, que lo principal es la seguridad de los vecinos. Pero, ¿están seguros ahora? Nos lo explica. Todo está robotizado con microprismas. Son cuatro estaciones robotizadas que emiten láseres cada quince minutos, 24 horas al día los siete días de la semana. Ese láser apunta hacia 113 puntos situados en las fachadas de los edificios, lo que saca es una especie de electrocardiograma donde se ven las oscilaciones milimétricas de las viviendas. Nos lo enseña. La finca de Rafael Alberti número 7 se movía 45 milímetros, ahora apenas 0,5. Eso, según él, quiere decir que el terreno se está asentando. Y eso no es un día, eso es lo que ha variado en el último mes. Un seguimiento que les da esperanza para seguir trabajando.
Volvemos a subir al balcón de David, le contamos todo esto. No le convence. Tiene miedo. Algo normal si ves como las casas de tus vecinos están derribándolas. Bajamos otra vez, se lo decimos al ingeniero. Su respuesta:"Esto es muy duro, hay familias y hogares detrás, tenemos que trabajar sin descanso para solucionarlo".
Nos despedimos. Nosotros nos volvemos a nuestras casas, seguras, sin grietas, sin perforadoras en el portal y pensamos la tremenda ruina de esta situación para cientos de vecinos, pero también para los responsables de la Comunidad de Madrid, esos técnicos que trabajan a destajo para arreglar este desastre arquitectónico y político que se cometió por las prisas de construir ese tan prometido metro para los vecinos de San Fernando y que se ha convertido en su mayor calvario.