Boris Johnson: de bufón de la corte a la conquista del trono

Boris Johnson ha arrasado en la primera votación de los conservadores británicos
Es partidario de un Brexit duro y amenaza con irse de Europa sin acuerdo
Sus excentricidades y salidas de tono a lo largo de su carrera son sonadas
El tory de la cabellera rubia vuela, a sus 54 años, hacia el 10 de Downing Street. Cuando era un niño, a Boris Johnson le preguntaron que qué quería ser de mayor: “el rey del mundo”, contestó. No será para tanto, pero sí parece destinado a una misión titánica: pilotar la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Es el candidato de los que apuestan por un Brexit duro, el que amenaza con largarse del club europeo sin acuerdo, por las bravas. El que ha arrasado (con 114 votos) en la primera votación de los conservadores británicos para elegir a su líder y suceder a la primera ministra Theresa May.
Thank you to my friends and colleagues in the Conservative & Unionist Party for your support. I am delighted to win the first ballot, but we have a long way to go.https://t.co/tGRXu94CmT | @BackBoris pic.twitter.com/zVBNls2rew
— Boris Johnson (@BorisJohnson) 13 de junio de 2019
El hijo descarriado de un ferviente europeísta
Hijo de padres ingleses –y de origen turco por parte de abuelo- Boris nació en Nueva York. Vivió parte de su infancia en Bruselas porque su padre -ironías del destino- era además de europeísta convencido, funcionario de la Comisión Europea.
Al excéntrico Boris siempre le ha acompañado la controversia. Le echaron de su primer trabajo como periodista en The Times por una cita falsa. Más tarde, como corresponsal en Bruselas (1989-1994) para The Daily Telegraph, también dejó huella. Se hizo conocido por avivar la llama del euroescepticismo, por sus demoledoras crónicas, sus burlas y antipatía hacia las instituciones europeas. Y se convirtió en el periodista favorito de la antigua primera ministra Margaret Thatcher.
Johnson había sido alumno de la Escuela Europea de Bruselas; eso antes de ir al colegio más elitista de Reino Unido –Eton- y a la Universidad de Oxford. Centros en los que coincidiría con otro estudiante que iba a entrar también en la historia de Reino Unido: David Cameron.

Estudiantes pijos y enemigos íntimos
Cuentan que la rivalidad y la competitividad entre los dos políticos –que son además primos muy lejanos- viene de largo, de aquella época estudiantil. En la Universidad los dos fueron miembros del exclusivo Club Bullingdon. Compañeros de pijerío y excesos en esa Hermandad en la que el esmoquin que tenían que llevar costaba 2.000 libras de la época. Aliados también en sus gamberradas. Un día lanzaron una maceta contra la cristalera de un restaurante. Johnson y Cameron escaparon antes de que llegara la policía. “No sabía que Boris podía correr tan rápido”, contaría más tarde un colega del club.
De aquellos tiempos, antiguos compañeros recuerdan la espontaneidad y el brillo de los discursos del carismático Boris.
Excentricidades y salidas de tono
Las excentricidades del antiguo alcalde de Londres (2008-2016) y ministro de Asuntos Exteriores (2016-2018) siempre fueron noticia. Como regidor de la capital británica, le vimos lanzándose al aire, colgado de una tirolina y agitando la bandera británica para promocionar los Juegos Olímpicos de Londres.
Sus salidas de tono, fama de bocazas y metepatas le ha acompañado siempre.
En su primera campaña a la alcadía, su lema fue: “Si votas tory, tu coche correrá más y tu novia tendrá más talla de sujetador”.
De Hillary Clinton llegó a decir que era como “una enfermera sádica” y a Vladimir Putin le comparó con el Elfo de Harry Potter.
“Si vamos a autorizar que se casen dos hombres, no sé por qué no podemos autorizar que lo hagan tres, o dos y un chimpancé”, dijo sobre el matrimonio homosexual. (Aunque eso no le impidió asistir más tarde a las fiestas del orgullo gay en Londres). A los diputados que se fueron al UKIP los definió como “esa clase de gente que haría el amor con una aspiradora”.
Las mentiras del Brexit
Su oportunidad para conquistar su gran ambición llegó con el Brexit. Mientras, David Cameron se la jugaba con el referéndum y apostaba por la permanencia, Boris hacía campaña por la salida. Recorrió las calles del país con un autobús rojo que llevaba estampado un slogan: 350 millones de libras (unos 400 millones de euros). Decía que esa era la cifra que los británicos pagaban diariamente a Bruselas y que podrían destinarse a la maltrecha sanidad británica. Fue una de las grandes mentiras de la campaña del Brexit, por la que el propio Boris Johnson tuvo que declarar más tarde ante un juez.

Dicen que en 2016 no entraba en sus planes ganar aquella batalla. Que su plan era a más largo plazo. Lo cierto es que cuando Reino Unido decidió –por un resultado muy ajustado- la salida de la UE y Cameron presentó su dimisión, todas las miradas se giraron hacia él. Pero Boris dio la espantada y se retiró de la carrera para suceder al primer ministro.
De los gazapos a la metamorfosis
Ahora ha llegado su momento. Boris ya no quiere ser el bufón del reino, sino sentarse en su trono. Tendrá que volver a postponer (¡oh, cielos!) la escritura de su biografía de Shakespeare (sin terminar, aunque iba a ser publicada hace tres años).
En su camino, una estudiada metamorfosis. Sus asesores le han alejado del foco mediático, esquivando las apariciones televisivas y los debates. Quieren evitar sus célebres gazapos. Mientras, sus rivales le acusan de esconderse en un búnker.
Cuentan que su actual pareja, Carrie Symonds, 30 años, ex relaciones públicas del Partido Conservador (y por lo que dejó a su mujer) es también artífice en la sombra del “nuevo” Boris. Con ella abre una nueva etapa que deja atrás sus sonadas relaciones extramatrimoniales.
La actual ministra de Trabajo Amber Rudd dijo de él en 2016 que era “la vida y el alma del partido, pero no el hombre que quieres que dirija tu casa”. Aunque la mayoría de sus compañeros de partido no parecen pensar lo mismo.