Merkel logra un compromiso internacional en Berlín para avanzar hacia la paz en Libia

Los esfuerzos diplomáticos alemanes al servicio de la pacificación en Libia se traducen en un acuerdo para intentar frenar los apoyos internacionales a los contendientes.
La lista de invitados en la conferencia internacional sobre Libia celebrada el domingo en Berlín era larga y los objetivos, para muchos, difícilmente alcanzables. La iniciativa de la canciller alemana Angela Merkel, bendecida por la ONU y consistente en reunir a los principales actores internacionales implicados o concernidos por la guerra civil libia, suponía mediar ante una enredada madeja de intereses locales, regionales y globales.
Pero gracias al empeño diplomático germano, la jefa del Gobierno alemán presentaba el domingo “un nuevo impulso político” en favor de la resolución del conflicto. “Todos nos hemos puesto de acuerdo en que necesitamos una solución política, y que no hay salida militar posible, porque ésta sólo haría mayor el sufrimiento a la gente”, dijo la canciller en la rueda de prensa posterior a la conferencia internacional en la que ejerció de maestra de ceremonias.
Acompañada de su ministro de exteriores, el socialdemócrata Heiko Maas, del secretario general de la ONU, António Guterres, así como de el enviado especial a Libia de esa organización internacional, Ghassan Salamé, Merkel describía el domingo las cerca de cinco horas que duró la cita como una reunión donde reinó “un ambiente de trabajo muy constructivo”.
Fruto de ese trabajo es que los actores internacionales implicados en el conflicto se comprometieran a respetar un embargo de armas de la ONU que pesa sobre libia desde 2011 pero al que se ha hecho caso omiso. Merkel también presentaba avances de cara a la preparación de una nueva cita que servirá para poner, según sus términos, “las bases de una tregua”.
Hasta la capital alemana se habían desplazado el domingo representantes de casi una veintena de actores internacionales. Los había procedentes de las monarquías árabes, de países vecinos de Libia y de naciones e instituciones europeas. También se contó con la presencia de los mandatarios de Rusia, Vladimir Putin, de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y hasta del Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo. Estaban igualmente representadas la Unión Africana y la Liga Árabe.
Compleja red de apoyos internacionales
De la gran mayoría de invitados por Merkel a la conferencia celebrada en la Cancillería Federal se puede decir que apoyan a uno de los contendientes en Libia. O están del lado de Fayez al-Sarraj, primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional, o apoyan al mariscal Jalifa Hafter, el líder del Ejército Nacional Libio. Ambos, también hicieron acto de presencia en Berlín, pero mantuvieron las distancias, ocupando dependencias separadas el tiempo que duró el encuentro.
Merkel planteaba el domingo que la cita berlinesa también sirvió para que los actores exteriores implicados en el conflicto no den más apoyo a los contendientes. Los documentos con los compromisos alcanzados en la capital alemana irán ahora en dirección de Nueva York. Allí se les quiere poner el sello de la ONU para que ganen entidad en la esfera internacional.
Sobre la dificultad de alcanzar acuerdos de mayor entidad, Merkel reconoció el domingo las limitaciones de sus intenciones pacificadores. “Sabíamos que hoy no podíamos resolver todos los problemas de Libia”, dijo la canciller. A su lado, Guterres manifestó satisfacción al ver que los participantes en la conferencia dieron una “señal muy fuerte de que están interesados en encontrar una salida pacífica” al conflicto. La guerra en Libia, sin embargo, sigue enquistada desde hace años.
Hacia una solución política
“Para resolver el conflicto hace falta mover a los actores enfrentados sobre el terreno para que avancen en un proceso político, lo que significa la alineación de un nuevo Gobierno”, dice a NIUS Claudia Gazzini, experta del International Crisis Group (ICG), un think tank especializado en conflictos. Se supone que los compromisos alcanzados en Berlín pueden ser un primer paso en ese sentido. Pero Al-Sarraj y Hafter siguen siendo un problema.
“Hafter piensa que tiene la iniciativa en esta guerra, porque controla la mayoría del territorio y controlas los campos petrolíferos. Él desea una reconfiguración política en Libia que le beneficie”, estima Gazzini. “Por su parte, el Gobierno de Al-Sarraj en Trípoli cree que tiene la ventaja estratégica porque controla Trípoli y porque Hafter nunca entrará en Trípoli”, abunda esta experta.
Hafter acumula un numero creciente de poderosos valedores internacionales. Con su acción están alineados Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Egipto, Rusia y Francia. Al-Sarraj goza de un apoyo más o menos intenso de Catar, Turquía e Italia. Pese a que París y Roma aparecen en diferentes partes del tablero geopolítico en este conflicto, “en Europa todos piensan que el gobierno de Al-Serrjan está viviendo sus últimos momentos y, por eso, hace falta una nueva configuración política en el país”, según Gazzini.
No está claro, ni siquiera después de citas como la de Berlín, que las partes beligerantes en Libia sean capaces de encontrar un acuerdo duradero. Los apoyos internacionales que reciben uno y otro bando no facilitan la tarea de poner paz.
Choque de ambiciones internacionales
“Todos los actores internacionales dicen que quieren salir de Libia, pero la cuestión es si lo harán sin más, dejando a los actores sobre el terreno arreglárselas por ellos mismo en Libia, o si sólo lo harán viendo sus ambiciones satisfechas. Yo creo que ocurrirá más bien lo segundo”, comenta la Gazzini.
Por “ambiciones” hay que entender, por ejemplo, el diseño del norte de África que tienen las grandes monarquías árabes. “Actores como Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí quieren ver consolidarse en el norte de África países con una visión del mundo y de Oriente Medio similar a la suya, una visión que implica que los Hermanos Musulmanes no estén en el poder, algo que ya han conseguido en Egipto, por ejemplo”, recuerda la experta del ICG.
A la Turquía de Erdogan los observadores internacionales la consideran un polo opuesto a la influencia árabe en Oriente Medio y el norte de África. “En Ankara tienen esa reivindicación de querer representar todo el mundo musulmán, lo que implica una continuada crítica contra la existencia de las monarquías árabes”, explica Gazzini.
A una conferencia internacional sobre libia como la organizada el domingo en Berlín, resolver estas tensiones regionales es algo que le queda demasiado grande. Por eso, los compromisos presentados el domingo pueden verse como un éxito, un pequeño paso en la buena dirección. “Es mejor hacer esto que nada”, según Gazzini. A su entender, un compromiso así puede contribuir a que se sientan “más responsables” los actores internacionales implicados en la guerra.
Sólo el tiempo dirá si ese sentimiento se traduce en la pacificación de Libia. Se estima que la guerra civil allí ha causado la muerte de 2.000 personas. Otras 300.000 personas han sido desplazadas por una hostilidades cuyos orígenes están en 2011, en el levantamiento contra el dictador Muammar Gaddafi.