“El golpe del siglo”: la CIA espió a otros países con las máquinas de encriptación que les vendía con una tapadera suiza

Estados Unidos y Alemania diseñaron a través de la empresa suiza Crypto AG las máquinas que usaron más de 120 gobiernos para proteger sus mensajes secretos
Estados Unidos y Alemania realizaron una jugada maestra que pasará a la historia del espionaje.
En secreto, mantuvieron el control de una compañía suiza de encriptación, Crypto AG, que suministró durante décadas a más de 120 gobiernos sus dispositivos para cifrar mensajes.
Mientras los servicios de inteligencia de medio mundo creían que estaban protegiendo sus informaciones más confidenciales, en realidad estaban facilitando las cosas a Washington.
Esta trama empezó a funcionar durante la Guerra Fría y no dejó de ser utilizada por ambos países hasta el comienzo del presente siglo. La empresa de encriptación era en realidad una tapadera de la CIA y de los servicios federales de espionaje alemanes.
Los espías estadounidenses y alemanes han podido acceder gracias a estas máquinas a los secretos de Irán, India, Pakistán o el Vaticano. Se calcula que durante los años ochenta, casi cuatro de cada diez comunicaciones procesadas por los servicios de inteligencia de Estados Unidos provenían de alguna de estas máquinas. Quienes nunca terminaron de fiarse de los servicios de esta empresa fueron Rusia y China.
"El golpe del siglo"
La información ha sido desvelada por el Washington Post, por la cadena alemana ZDF y por el canal suizo SRF, gracias al acceso que han tenido a informes clasificados de la CIA en los que se apodaba a esta operación como “el golpe de inteligencia del siglo”.
El golpe fue doble. No solo supuso un caudal enorme de información sensible. Además, las ventas generaron millones de dólares de beneficios que se embolsaron la CIA y la BND. Gobiernos de todo el mundo pagaron a cambio de revelar sus secretos. Una jugada redonda.
Otra cosa es la efectividad del uso que se diera a esa información. Las máquinas de Crypto AG facilitaron información a la CIA durante la crisis de los rehenes en la embajada de Estados Unidos en Teherán, en plena revolución islámica de 1979. Aquello no fue precisamente un éxito para el presidente Carter.
La neutralidad suiza, en entredicho
La noticia ha dejado en mal lugar a las autoridades de Suiza, un país que ha presumido de una historia de neutralidad entre las diferentes potencias de cada momento histórico.
Pero las informaciones apuntan a que los sucesivos gobiernos suizos conocían todo. De hecho, éste fue el único país que recibió una máquina de Crypto AG que no estaba trucada por la CIA. Precisamente, para los espías estadounidenses la imagen de neutralidad de suiza era una baza perfecta para crear su tapadera y que los gobernantes de otros países se decantaran por una empresa de este país para proteger sus secretos, igual que han hecho miles de inversores con su dinero en los bancos suizos.
La operación no fue nada premeditado. Parece que más bien, la CIA supo hacer de la necesidad virtud. Su jugada maestra fue en realidad la respuesta al desafío que suponía para ellos el inventor ruso Boris Hagelin, que creó una máquina portátil de encriptación después de escapar de los nazis cuando ocuparon Noruega.
El reto del inventor ruso
Emigró a Estados Unidos y sus pequeños ingenios acompañaron a 140.000 soldados estadounidenses en los campos de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Cuando terminó la contienda, Hagelin decidió instalarse en Suiza. Y eso era un problema para la CIA.
Sus máquinas de encriptación eran tan buenas que Washington temió que si se ponía a venderlas por su cuenta desde Suiza podía garantizar el secreto de las comunicaciones de otros países. Por eso persuadieron al inventor ruso para trabajar con Estados Unidos. Hagelin sólo vendería las máquinas más antiguas, cuyos mensajes la CIA ya sabía desencriptar.
Y no se quedaron ahí. En los años setenta, Estados Unidos y las autoridades de la República Federal Alemana terminaron comprando la empresa y diseñando directamente los dispositivos a su medida.