Los artistas, damnificados de la pandemia en China

Uno de los sectores que más desamparado por la pandemia es el de los artistas, sobre todo latinos
En septiembre de 2020, tras ocho meses de medidas draconianas –muchas de las cuales se extienden hasta el presente–, el gobierno chino celebraba en el Gran Palacio del Pueblo, en Beijing, una entrega de medallas a los héroes en la lucha contra la COVID-19, lanzando así el mensaje al mundo y, especialmente a la propia nación, de que el país había ganado la batalla en esta “guerra del pueblo contra el virus”, como el propio presidente Xi Jinping la denominara.
En aquel momento, China llevaba más de un mes sin registrar ningún contagio local, y todo apuntaba a que la vida empezaba a parecerse un poquito más a aquello que entendíamos por “normalidad”. Con toda la artillería propagandística que caracteriza a este tipo de actos, el Gobierno pretendía acallar las críticas por su gestión inicial de la pandemia y exaltar los logros obtenidos al mantener a flote su economía.
Bien es cierto que desde el estallido del SARS-CoV-2 en Wuhan, se intentó ayudar a algunos ámbitos vulnerables; de hecho, según la agencia de noticias Xinhua, en los primeros 10 días desde que se declaró el confinamiento de la capital provincial de Hubei, se aprobaron 600 medidas para socorrer a las 30 millones de PYMES que coexisten en el gigante asiático, las cuales contribuyen a más del 60 % del PIB nacional y generan alrededor del 80 % de los empleos. No obstante, esos subsidios no llegaron a todos por igual y, a muchos, la victoria pírrica de la que las autoridades se vanaglorian les ha dejado un sabor amargo.
Los artistas latinos
En ese aspecto, uno de los sectores que más desamparado se ha visto es el de los artistas, que a lo largo de estas dos últimas décadas ha ido creciendo con la llegada de más y más extranjeros a las cosmopolitas megalópolis chinas. No es exagerado afirmar que ellos son, dentro de la comunidad laowai (término para denominar popularmente a los foráneos), quienes han recibido el mazazo más violento de la pandemia, puesto que la mayoría estuvo más de seis meses sin trabajar, aun cuando las visas de trabajo que gestionan por precios astronómicos suelen tener, irónicamente, esa duración.
Muchos de estos artistas son latinoamericanos y echaron anclas en China en torno a la celebración de los Juegos Olímpicos Beijing 2008. Fueron años en los que esta comunidad internacional crecía exponencialmente y, en proporción directa, lo hacía el número de centros nocturnos que ofrecían actuaciones en directo, o los complejos comerciales, los cuales buscaban rostros “exóticos” para sus casi circenses inauguraciones, en un momento en el que el poder adquisitivo de los chinos comenzaba a dispararse. Así lo recuerda Gilberto Romero, cantante venezolano asentado en el país desde hace 18 años. “Antes de los Juegos podías ser lo que quisieses. Pero incluso ya antes de la pandemia se restringió mucho la obtención de visas de trabajo.”
Aunque los pequeños negocios y los particulares fueron de los primeros en padecer los estragos de la COVID-19, las restricciones que les impedían operar se suprimieron mucho antes para ellos. En el caso de los artistas, al inicio no podían actuar porque no había locales en los que hacerlo y, cuando estos abrieron, no se daban licencias para espectáculos. El poco aforo permitido ha entorpecido aún más su contratación, pues no se generan beneficios suficientes para pagar sus sueldos. Gilberto, líder de SaVor Latino (con “V” de Venezuela), a quien no le ha faltado trabajo en estos casi cuatro lustros, pasó once meses sin subirse a un escenario. La primera actuación de su compañero de banda, el batería apodado Concha, fue en la ciudad costera de Qingdao, a los seis meses de que empezase la crisis sanitaria. Debido a que los costes de la vida diaria no han bajado, Concha se vio obligado a mudarse a la provincia vecina de Hebei y realiza ahora cada día un trayecto de más de una hora para tocar en la capital.

De la escasez de oportunidades y del agravamiento de la situación por la pandemia también habla el bailarín cubano de danza contemporánea Jorge Pausant, graduado con honores en el Instituto Superior de Arte de Cuba y residente en Beijing desde 2018. Después de trabajar durante 16 años en la compañía Danza del Alma, donde fue primer bailarín, coreógrafo y maestro, y con la que recorrió parte de Europa y Latinoamérica, se mudó a China para mejorar la situación económica de su familia. Decepcionado por cómo funciona el medio artístico pekinés, cita a Eduardo Galeano: “En este país vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido. Aquí he tenido que guardar mi título y mi experiencia, porque prima el físico y no importa si bailas bien o no.” El brote pandémico se llevó por delante la representación de la obra neoyorkina Queen of the Night en Beijing, prevista para estrenarse en enero de 2020, y de la que era coreógrafo. Ahora, imparte clases de ballet y actúa en bares y restaurantes, a la espera de poder concretar una oportunidad más estable.
Los artistas chinos también se han visto perjudicados, aun cuando ellos recibieron en cierta medida un trato diferenciado con la reapertura de los bares en verano. Wang Zheng, bajista del grupo de blues MOJOHAND, cuenta que el centro político de China es mucho más restrictivo que otras zonas del país. Por ello, muchos músicos locales optaron por regresar a sus lugares de origen; otros, se mudaron a provincias muy turísticas, como Yunnan o la isla de Hainan, en las que apenas había restricciones para finales de la primavera. Su banda lleva desde octubre realizando una gira, con fechas fijadas hasta julio. Urbes más atractivas para el comercio, como Shanghai, Guangzhou, Hangzhou o Shenzhen, se encuentran entre las que más veces visitará.

Nacionales o extranjeros, para la abrumadora mayoría de estos profesionales, la incertidumbre prevalece por el hecho de que reciben contratos informales que no les garantizan seguir actuando al día siguiente. Así lo cuenta una de las administradoras del popular Modernista, bar que organiza una gran variedad de actividades culturales en el centro histórico de Beijing. A pesar de que la pandemia está bajo control, el local permaneció cerrado más de la mitad de 2020 y, hasta la fecha, no han recibido ningún tipo de subsidio. Para más inri, cada vez que hay un atisbo de “normalidad”, una ola de limitaciones les obliga a reducir el aforo y cancelar cualquier evento, como ocurrió en la víspera de Año Nuevo chino.
A la sombra del discurso triunfalista, de toda esa puesta en escena con el boato clásico de los cónclaves oficiales en China, están los daños colaterales de una pandemia que continúa causando estragos a grandes sectores, y a éste en particular, donde las tragedias individuales se diluyen entre la masa homogénea que el Gobierno representa como a salvo. No obstante, y a pesar de su situación personal, Gilberto lo tiene claro: “China es el país más estable y seguro en estos momentos. No hay discusión. Irme a otro lugar sería una locura”.