El coronavirus en “la ciudad del futuro”, Singapur: así ayuda la tecnología a controlar la epidemia

Toda la tecnología y los avances de Singapur aplicados para controlar la extensión del coronavirus en el país
Ya se han detectado 70 casos y se ha elevado a nivel naranja la alerta por la epidemia
Así se vive el brote del virus en “la ciudad del futuro”. El Gobierno actualiza una página web con cada uno de los casos y los lugares que visitaron los enfermos antes de ser diagnosticados
Cuando mis amigos me preguntan desde España cómo llevamos lo del coronavirus en Singapur, les contesto que “regular” y acto seguido les mando un enlace. Se llama “SG Wuhan”. Es la página web donde el Gobierno informa a la población con todo detalle de cómo va la epidemia y los barrios donde se está detectando la enfermedad. No es una información solo para los que vivimos aquí; la puede consultar cualquiera.
Los últimos casos parpadean en el mapa con unos puntos de color amarillo. Es como la última hora del coronavirus en la ciudad. Los puntos rojos señalan los nuevos casos detectados y confirmados. Y los naranjas, todos los contagiados (ya vamos por 70 personas). Además, tenemos los puntos blancos por todo el mapa que indican los lugares que visitaron los infectados.
Así es cómo se vive una epidemia de estas características en “la ciudad del futuro”. No es tan sorprendente si ya te has acostumbrado a los drones sobrevolando la ciudad (aquí la policía patrulla así) y a ver cámaras por todas partes. En Singapur no te tienes casi que preocupar de extraviar la cartera o perder de vista durante un minuto al niño en el parque. Todo lo que ocurre en esta ciudad está siendo registrado y procesado en algún potente ordenador. La forma de gestionar la crisis del coronavirus con un mapa en tiempo real es una prueba más de ello.
Con cada positivo el Gobierno ha actuado siempre con muchísima transparencia: ha dado cuenta de la edad, sexo, hotel o domicilio en el que se había alojado la persona, lugares por los que había estado y el transporte que había utilizado. El detalle y precisión impresiona, incluso para los que ya nos hemos acostumbrado a tanta tecnología. Además de las cámaras, los móviles van dejando huella de todos los movimientos. Los teléfonos, los pagos con tarjeta o aplicación en el taxi... Así se consigue seguir el rastro de todo el mundo.
A cada caso confirmado de Covid-19 le sigue una cascada de personas contactadas y puestas en cuarentena. Actualmente hay cientos de individuos en esta situación. Personas que tuvieron la mala fortuna de compartir coche con un taxista infectado, de asistir a la iglesia donde hay ya un foco declarado o trabajar en la misma planta de un edificio de oficinas donde se ha confirmado el último caso.
El primero se detectó el pasado 23 de enero. Al principio la preocupación se centró en las familias que habían viajado a China durante las vacaciones de año nuevo. Algo lógico teniendo en cuenta que gran parte de la población está muy vinculada a ese país. Todos los que marcharon, a la vuelta quedaron automáticamente en cuarentena. A esta medida se sumó la prohibición de entrada en el país de ciudadanos chinos o cualquiera que antes hubiera pasado por este país. Pero desde hace unos días, para espanto de los que vivimos aquí, todos los contagios son entre población local.
Este salto de la epidemia ha provocado un aumento del nivel de alerta en el país. Singapur ha pasado del amarillo al naranja en el plan nacional de alerta ante una pandemia. Este nivel reconoce que la enfermedad se transmite fácilmente entre la población, aunque no ampliamente. Eso sería ya nivel rojo, el último escalón.
Ahora los controles de temperatura se han instaurado o incrementado en muchísimos lugares. En un principio, únicamente los colegios estaban obligados a tomar la temperatura al comienzo de la jornada. Ya han pasado a mínimo dos veces al día y los niños juegan únicamente con los compañeros de su misma clase. Las salidas al patio están pautadas y todas las actividades escolares o extraescolares que reúnan a más de 40 niños se han cancelado. Ya no hay excursiones, ni campeonatos deportivos ni funciones teatrales.
En la universidad se reparten termómetros dentro del campus para que todos los estudiantes puedan tomarse la temperatura antes de asistir a clases. Solo se permite que se realicen presencialmente las asignaturas que tienen un número reducido de alumnos. El resto ha pasado a modo virtual. Además, desde hace un par de días, hay que tomarse una foto durante la clase y conservarla durante dos semanas para así poder facilitar la identificación en caso de detectarse un caso positivo.
En las oficinas, lo mismo. Todas las mañanas se espera turno para pasar el escáner de temperatura en las puertas del edificio. Una vez dentro hay otro par de rondas de toma de temperatura. En vista de la situación, la mayoría de las empresas han empezado a seguir las recomendaciones del Gobierno y se está aplicando el teletrabajo a diario o en semanas alternas.
En general, aunque el panorama se ve bastante serio y entre la gente no se habla de otra cosa, el día a día continua. Hemos tenido un par de momentos de pánico, como cuando se agotaron las mascarillas y el Gobierno puso al ejército a empaquetar unas llamadas quirúrgicas y a repartirlas por los vecindarios. O el día en el que, de la noche a la mañana se agotó el papel higiénico (y aún nadie ha sabido explicar el por qué). En todo momento las autoridades de Singapur han sabido transmitir la idea de que se está haciendo todo lo posible y lo correcto para contener el virus.
Se están destinando recursos económicos para sectores como el transporte y el turismo, que son los más afectados por ahora. A las empresas se les está ayudando a afrontar todas las bajas laborales por culpa de las cuarentenas. Y a nivel sanitario, aunque no faltan recursos, se están barajando todos los posibles escenarios para que nada pille al país desprevenido. Y no lo hará, pues además de que con el SARS se aprendió mucho, en Singapur está todo pensado y planificado al milímetro. Son expertos en eso. Desde hace unos años este país asiático ha emprendido una revolución digital que abarca todos los sentidos inimaginables. Aquí se concentran tal cantidad de empresas tecnológicas e innovadoras que ríase Silicon Valley. Hay mucho dinero, muchísimo.
Pero tanta tecnología no puede controlar el miedo creciente de que la epidemia se vaya de las manos y la economía entre en recesión. Sería una terrible noticia para un país con una apuesta brutal en innovación, ciencia y tecnología. Además, su tamaño no ayuda (o sí, según se mire), al tratarse de una isla con una extensión parecida a la ciudad de Madrid, pero con más de 5 millones y medio de habitantes (un millón menos que la capital española).
Por delante quedan días y semanas de incertidumbre. Y el Gobierno, siempre tan paternalista, no para de repetirlo. Pero mientras siga esa comunicación tan clara y directa por parte de los gobernantes uno se queda más tranquilo. La frase más repetida es: “sí me tiene que tocar el virus, que al menos sea aquí en Singapur”.