El Día de la Mujer en China: diosas en el país de Alibaba

Nada de celebraciones: al Gobierno chino no le interesa que las mujeres pidan avances en materia de igualdad
Hay empresas que conceden a sus empleadas medio día libre y organiza actividades
Las mujeres inician el 74% de los procesos de separación en el país
La imagen de una marea morada avanzando por la avenida Chang’an hasta llegar a la plaza de Tian’anmen resulta inimaginable y, por desgracia, utópica. Lo más parecido que vemos en China a una pancarta en los días previos al 8 de marzo son los mensajes que inundan nuestros teléfonos móviles, anunciando los descuentos que ofrecen las plataformas de comercio electrónico.
Utilizar días puntuales y cargados de un significado tan poderoso, como indudablemente es el Día de la Mujer, para que todo gire en torno al circo del consumismo, no es fruto de la casualidad. Al Gobierno chino no le interesa que las mujeres se reúnan y pidan avances en materia de igualdad, sino que prefiere que gasten, escudándose en el giro que el país ha dado en favor de una economía basada en el consumo interno. Porque, para un Partido Comunista dominado por hombres, y cuyo máximo órgano de dirigentes nunca ha contado con representación femenina, las cosas mejor que se queden tal y como están.
Hay una percepción –un tanto inexacta– de que las chinas gozaban casi de los mismos derechos que sus compatriotas varones tras la consolidación de Mao Zedong en el poder. Aquellas "mujeres de acero", tan presentes en la propaganda post-revolucionaria, dejaron de estar relegadas a tareas del hogar y vieron un aumento exponencial de sus oportunidades laborales, sí, pero su realidad fue mucho más dura de lo que se cuenta en las clases de Historia, empezando por el hecho de que sus salarios no se equiparaban con los de los hombres.
Lo que sí que ocurrió tras el establecimiento de la República Popular, fue que las chinas aprendieron a soñar a lo grande tras siglos de sumisión. No obstante, cuando el Gobierno ha decidido atajar de raíz cualquier atisbo de inestabilidad del régimen, las mujeres han salido más perjudicadas. El ejemplo más claro es la política del hijo único, vigente entre 1979 y 2015, que reestructuró por completo la sociedad, y por la que ahora se pagan consecuencias demográficas.
Emancipación financiera
La ralentización de la economía ha provocado que aquellas “ideas progresistas” de los 50 hayan retrocedido y que ahora se promueva el regreso a los ideales de “unidad” y “tradición”, con el fin de alcanzar “una familia y sociedad armoniosas” y combatir los nuevos retos sociales: en 2019, China alcanzó la tasa de natalidad más baja en setenta años y, además, registró 4,15 millones de divorcios, la cifra más alta de su historia.
Estas dos tendencias muestran que más mujeres gozan de emancipación financiera y que la visión del matrimonio está cambiando. De hecho, son ellas las que inician el 74 % de los procesos de separación. Pero tras la aprobación del primer Código Civil del país en 2020, desde el pasado 1 de enero, las parejas deben pasar un “período de enfriamiento” de 30 días antes de que el divorcio pueda hacerse legalmente efectivo. Si durante dicho mes una de las dos partes se arrepiente, no se continuará con el proceso. “Los padres quieren que sus hijas se casen y tengan hijos, es sinónimo de estabilidad”, cuenta Yi, reportera. Añade que el gobierno anima a las jóvenes a ser madres para hacer frente a la presión demográfica y del sistema de seguridad social, aunque pueda ir en detrimento de sus carreras profesionales.
El machismo está presente en China, empezando por el lenguaje. En mandarín, el término que se utiliza para conmemorar el Día de la Mujer, fùnǚ jié, hace referencia a las mujeres casadas, reforzando el estereotipo del rol que les toca jugar. Muchas treintañeras enfrentan una enorme presión por no caer en el saco de las shèngnǚ, “mujeres sobrantes”, solteras y que han decidido priorizar su realización personal.
Más divorcios entre los jóvenes
Fen es oriunda de la provincia de Shanxi y desde hace años enseña chino a extranjeros en Beijing. Sus dos hermanos están casados y tienen hijos; ella, no. En su opinión, ahora los padres invierten más en educación y, en general, no apremian a las hijas para que se lancen a formar una familia. Por su parte, Yi comenta que sus progenitores han dejado de presionarla debido al aumento de los divorcios entre los jóvenes, normalmente por tratarse de matrimonios de conveniencia. Al igual que ella, Haijing, emprendedora en la industria del cine, piensa que ha habido un “despertar” entre los millenials a la hora de hablar de feminismo, aunque mucho menor que en Occidente.
Pero también apunta un nuevo fenómeno, que ella considera normal: la pérdida del significado original de algunas fiestas y su adaptación a los tiempos. Con el fin de reivindicar que “ser mujer” no implica querer casarse con un hombre, hace unos años se popularizó entre las universitarias celebrar el 7 de marzo el Día de las Chicas, nǚshēng jié.
Medio día libre
Su, de 24 años, cuenta que en esos días las redes sociales se llenan de mensajes de felicitación y que es muy común recibir regalos. De hecho, su empresa concede a sus empleadas medio día libre y organiza actividades, como una comida pagada por los jefes o sesiones de maquillaje. Pero lo cierto es que los gigantes del comercio electrónico han convertido estas celebraciones en otra artimaña para fomentar el consumo, y la han rebautizada como Día de las Diosas.
Según datos de 2018 de la Administración Nacional de Estadísticas, de los 680 millones de mujeres que viven en el país, el 11,3 % tiene un poder adquisitivo alto. El año pasado, cuando China hacía frente a lo peor de la pandemia, Alibaba y Jingdong experimentaron récord de ventas con respecto a ediciones previas de este festival de compras en línea. Según sus datos, más de dos tercios de los consumidores fueron mujeres, y el mayor gasto fue en productos con un sesgo claramente sexista: cosméticos y productos de bebé y cocina.
Es innegable que las jóvenes chinas están experimentando un cambio de rol en la sociedad y que cada vez son más las que deciden posponer el matrimonio y la maternidad a favor de su realización personal. Sin embargo, parece que la mercantilización de cualquier fiesta o conmemoración se ha convertido en la herramienta perfecta para que el gobierno cumpla con sus objetivos estratégicos. Así, el 8 de marzo ha dejado de ser una fecha de recuerdo de las conquistas femeninas alcanzadas y, sobre todo, de las muchas que quedan por alcanzarse, para convertirse en un tributo más a la idea de que la esencia de la vida radica en obtener todo aquello que está al alcance de nuestro bolsillo.