Israel prepara la vuelta al cole después del desastre de la anterior apertura

La vuelta a las aulas a finales de mayo, cuando se pensó que el COVID estaba controlado en el país, provocó un rebrote masivo con decenas de miles de contagios
Mantener a los alumnos mayores de 12 años con clases en línea desde casa, una de las recomendaciones de la nueva estrategia presentada al gobierno
Las comunidades ultraortodoxas y las árabes siguen siendo el principal foco de contagios
Mientras España, Estados Unidos y otros países valoran distintas opciones para la reapertura de las aulas, Israel —uno de los primeros países en hacerlo- se prepara para evitar un nuevo fracaso tras el contagio masivo que provocó a finales del pasado mes mayo una apertura ¨demasiado prematura¨ de los centros escolares, según dijeron los expertos en Salud Pública del país.
“Definitivamente no deben hacer lo que nosotros”, respondió Eli Waxman, profesor del Instituto Weizmann de Ciencia y líder del equipo de asesores del Consejo de Seguridad Nacional de Israel en materia de coronavirus, a la pregunta de una periodista del diario New York Times que le entrevistó a primeros de agosto: ¨¿Cuál es el consejo de Israel para otros países?.
Un regreso prematuro: la historia de un fracaso
A finales de mayo, el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu decidió reabrir los centros educativos cuando los funcionarios de su gobierno consideraron que el virus estaba bajo control. El número de contagios había descendido de los aproximadamente 750 diarios en abril a menos de un centenar a comienzos de mayo, un nuevo gobierno de coalición acababa de formarse después de tres elecciones fallidas y la sociedad pedía a gritos la reactivación de una economía azotada por una tasa de desempleo histórica (más del 27% en abril).
La pandemia parecía estar camino de esfumarse. Centros comerciales y mercados reabrieron. Después les llegó el turno a restaurantes, bares, lugares de culto o salones de boda con el aplauso de una opinión pública confiada en que en Israel se habían hecho las cosas bien. “Nada más lejos de la realidad¨, dice a NIUS Hagai Levine, epidemióloga y experta en Salud Pública de la Universidad Hebrea de Jerusalén. ¨La asunción equivocada fue pensar que la enfermedad había desaparecido cuando el número de contagios bajó significativamente. Fue un error¨, añade en conversación telefónica.
El día en que miles de israelíes se echaron eufóricos a la calle después de meses de restricciones, la madre de un estudiante de un instituto de Jerusalén llamaba por teléfono a un profesor del centro para comunicarle que su hijo había dado positivo en el test de coronavirus. En cuestión de días el virus se había extendido a otros colegios y vecindarios infectando a cientos de estudiantes, familiares y profesores en el peor brote vivido del país en un solo centro escolar. “Puedes abrir el sistema educativo, pero debes hacerlo gradualmente y teniendo mucho cuidado para evitar un desastre similar al ocurrido en ese colegio¨, dice Hagai Levine.
A la cuarentena impuesta a los docentes y compañeros de clase vinculados con el primer caso, le siguió otra para los contactos del segundo. El cierre del centro resultó inevitable, como también lo fue el ingreso hospitalario de algunos de los profesores de más edad. Una de ellos, con 64 años, murió a los pocos días, si bien la mayoría de los contagiados, principalmente jóvenes, se recuperaron con relativa normalidad.
Nueva estrategia para septiembre contra el COVID
Hoy Israel está peor que al inicio de la pandemia. Según los datos facilitados por su ministerio de Sanidad a fecha de este viernes 2.068 personas dieron positivo por el coronavirus, con un total de 10.777 nuevos casos encontrados en el transcurso de la semana, la tasa de infección más alta desde finales de julio. De los más de 20.400 casos activos (más de 111.000 desde el inicio de la pandemia), 426 pacientes están en condición grave y 891 han fallecido desde febrero. Aún así la tasa de mortalidad en el país sigue estando entre las más bajas del mundo.
“La morbilidad en Israel se debe al hecho de que llevamos una vida normal”, explicó recientemente el conocido como ¨el zar del coronavirus¨, el profesor Ronni Gamzu, el último responsable designado por el Ejecutivo de Benjamín Netanyahu para coordinar, a escala nacional, los esfuerzos en la lucha contra el COVID- 19. Según el científico, aunque en el país la gente tiende a no cumplir las recomendaciones sanitarias contra la temida transmisión comunitaria, especialmente desde la comunidad ultraortodoxa y la árabe, el objetivo de su estrategia sigue siendo evitar como sea un nuevo confinamiento que termine por arruinar la economía.
Los tres pilares: confianza, romper la cadena de contagios y delegar en autoridades locales
Su estrategia, presentada la semana pasada, se basa en el llamado ¨modelo del semáforo¨ según el cual las autoridades impondrían restricciones más severas sobre las áreas clasificadas como rojas - o con alta tasa de contagios- , y otras más suaves en las zonas marcadas como verdes si la tasa de contagios no se reduce antes del 10 de septiembre.
Además, el plan se basa en tres pilares fundamentales.
- En primer lugar construir una mayor confianza entre la población para que siga las recomendaciones gubernamentales (uso de la mascarilla, evitar las reuniones con personas no convivientes y mantener la distancia de seguridad).
- En segundo lugar, cortar la cadena de contagios aislando primero a los casos sospechosos, realizarles tests después, colocarles en cuarentena y efectuar un rastreo de sus contactos. A continuación realizar con ellos exactamente la misma operación, ¨así una y otra vez¨, dijo Gamzu en un encuentro con los medios.
- El tercer factor del plan se basa en potenciar la infraestructura local en cada ciudad. ¨El coronavirus no se gestiona desde el Gobierno central, hay que gestionarlo en cada comunidad. Cada alcalde tiene que crear su propio cuerpo de gestión, es el que mejor conoce sus barrios", cita EFE.
Sin embargo, y a pesar del supuesto apoyo incondicional por parte del Ejecutivo hebreo a las propuestas del zar, su plan fue rechazado hasta en tres ocasiones por la oposición de los ministros ultraortodoxos del gobierno. Su temor a un posible cierre de sinagogas - focos de infección desde el inicio de la pandemia - y a la imposición de nuevas restricciones de movimiento cuando se acerca el mes con más celebraciones judías, les terminó preocupando más que el interés general.
El último episodio de esta batalla encarnizada y eterna entre los sectores religiosos y laicos del país lo ha protagonizado el actual ministro de Vivienda y líder del partido religioso askenazí Judaísmo Unido de la Torá (JUT) Yacob Litzman, quien en una entrevista publicada este viernes en un medio local amenazaba con abandonar la coalición de gobierno si se volvía a decretar el confinamiento en las comunidades jaredí. El religioso verbalizaba el creciente malestar en este sector de la población después de que Ronni Gamzu escribiese al presidente de Ucrania, Vladímir Zelenski, solicitándole el cierre de las fronteras de su país a los extranjeros, especialmente para los miles de israelíes jasídicos - una de las ramas de la comunidad ultraortodoxa - que, coincidiendo con el año nuevo judío (Rosh Hashaná), realizan la peregrinación a Umán, ciudad donde está enterrado un venerado rabino.
El responsable gubernamental para la pandemia argumentó entonces que esta celebración, en la que pueden congregarse hasta 30.000 personas, se traduciría en decenas de miles de positivos a la vuelta de los religiosos a Israel. Un desastre que, según él, conduciría al colapso del sistema sanitario.
Claves para el año escolar
Dos millones de estudiantes israelíes se preparan para iniciar el próximo 1 de septiembre el que probablemente será el curso más surrealista de su vida.
Conscientes de que la apertura demasiado prematura de mayo contribuyó al estallido de la segunda ola de contagios, las autoridades educativas israelíes llevan semanas esmerándose con las preparaciones.
Entre las principales recomendaciones elaboradas por el equipo de Ronni Gamzu se encuentra la división de los estudiantes más jóvenes en grupos de entre diez a quince por clase, debiendo permanecer juntos tanto en las aulas como en el recreo o el almuerzo, con profesores asignados solo para ellos. Cada grupo tendría un contacto mínimo con los demás, limitando así la propagación del virus en caso de contagio. De producirse, el grupo entero sería puesto en cuarentena mientras el resto podría continuar acudiendo a la escuela.
Otra de las recomendaciones contempla escalonar los horarios o impartir clases en línea para los estudiantes mayores de 12 años. Para Gamzu es necesario diferenciar entre los mayores y los menores de esta edad. ¨Los mayores deberían quedarse en casa y estudiar en remoto o acudir presencialmente a clase solo una vez a la semana¨, aseguró. Estos últimos, señaló, tienen el mismo potencial de infección que los adultos mientras que el porcentaje se reduce drásticamente entre los más pequeños, señalan algunos estudios recientes.
Para ellos su recomendación al Gobierno es que "puedan ir a clase en cápsulas y con máximos por grupo¨ porque tienen menos probabilidades de enfermar. Mantener los pupitres a varios metros de distancia, desinfectar las aulas con mayor frecuencia, proporcionar ventilación y abrir las ventanas si es posible son otras de las medidas, además del obligado uso de mascarillas para profesores y aquellos estudiantes que tengan edad suficiente para usarlas correctamente. Por su parte, los directores de los centros tendrían flexibilidad para ajustar la política de su escuela según las condiciones locales.
Está por ver si este próximo domingo, cuando vuelva a votarse el plan elaborado por el equipo de Ronni Gamzu, el gabinete de gobierno de Benjamín Netanyahu vuelve a tumbar su estrategia. Cedería de nuevo a las presiones de los partidos ultraortodoxos, sus socios de coalición más leales en sus más de 13 años de gobierno.