“Dialogo social” para frenar la galopante inflación alemana


El canciller Olaf Scholz desempolva un formato de reuniones con sindicatos y empresarios para frenar una inflación que figura en preocupantes récords históricos. En mayo era del 7,9%.
Un temor preocupa al Gobierno alemán de Olaf Scholz: la espiral alcistas de precios. Es decir, una dinámica en la que las organizaciones de trabajadores no paran de reivindicar mejoras salariales para hacer frente a la carestía de la vida mientras que las empresas no paran de subir el precio a los servicios para asumir los costes de producción.
Ese temor está más que justificado en vista de la coyuntura económica germana, europea e, incluso, global. En Alemania, la inflación la sitúan en un 7,9% para el mes de mayo. No es un dato definitivo, pero preocupa porque es de récord. Hay que remontarse al invierno de 1973 y 1974 para ver una inflación igual. Además en abril fue del 7,4% y en marzo del 7,3%.
En la Oficina Federal de Estadística (Destatis, por sus siglas alemanas) responsabilizan esos valores actuales a la guerra de Rusia contra Ucrania, que ha puesto por las nubes especialmente el precio de los combustibles. La “absurda” crisis de los componentes generada en parte por el parón económico impuesto con las medidas anti-COVID también tiene su parte de responsabilidad en este alza de los precios.
Tanto los expertos que asesoran al Gobierno de Alemania como los principales institutos de estudios económicos avisan de una importante desaceleración económica por culpa de la guerra
— NIUS (@NiusDiario) 23 de abril de 2022
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Además de esos factores, no hay que olvidar que en Alemania también se han lanzado políticas expansivas de gasto público que tienden a llevar al alza la inflación. Cumplir medidas de campaña electoral, como la subida del salario mínimo a 12 euros la hora prometida en su momento por Scholz, también se perciben aquí como un elemento que puede contribuir a explicar por qué desde que el canciller tomó posesión hace medio año la inflación sólo ha estado por debajo del 5% en una ocasión. Fue el pasado mes de enero (4,9%).
En el Gobierno alemán ya parecen haberle visto las orejas al lobo de la inflación. Por eso esta semana Scholz salía a la palestra para decir en el Bundestag que el país necesita hacer frente al alza de los precios con iniciativas excepcionales.
“Un paso inusual” para una situación “muy inusual”
La que él, canciller socialdemócrata, ha puesto sobre la mesa se llama aquí 'Konzertierter Aktion' , algo así como “acción coordinada”. Con esa expresión se refería a ese foro de discusión entre Gobierno, empresarios y sindicatos en los que unos y otros acuerdan cómo lograr estabilidad en los precios, crecimiento económico y mantenimiento del empleo.
“Queremos hablar con los actores sociales sobre cómo gestionar la actual situación de los precios”, decía Scholz en el Bundestag, aludiendo a la “acción coordinada” a la que apelaba en su última gran intervención en la Cámara Baja. Según la definió él, la “acción coordinada” constituye un “paso inusual” para una “situación muy inusual”.
Ha de ser grave el análisis que hacen en el Ejecutivo germano para acabar apelando a este tipo de reuniones. Como tal, la iniciativa que ahora desempolva Scholz es algo a lo que los cancilleres sólo suelen recurrir en tiempos de grandes crisis. El también socialdemócrata Gerhard Schröder, en sus tiempos de jefe del Gobierno alemán, quiso resolver el problema del paro en Alemania a finales del siglo pasado y principios de este centenario con este tipo de reuniones. No lo logró.
Evitar un frenazo demasiado fuerte del BCE
En tiempos de la gran coalición alemana que gobernó con el canciller conservador Kurt Georg Kiesinger (1966-1969) empezó a usarse este foro de diálogo social. En aquel tiempo también estaba implicada en las discusiones el Bundesbank, el banco central alemán. Aquella cita no evitó las “espontáneas huelgas” de 1969 ni que, en los años 70, llegara la estanflación. Esa situación, caracterizada por escaso crecimiento económico y una alta inflación, recuerda – y mucho – a la situación actual.
Según explica a NIUS Hubertus Bardt, responsable del Instituto para la Economía Alemania (IW, por sus siglas alemanas), la iniciativa del canciller es positiva dado que “es bueno que haya un debate transparente sobre los sueldos, porque cuanto mas al alza vayan los salarios por las decisiones que se tomen sobre las remuneraciones, más tendrá que subir después los intereses el Banco Central Europeo”. Con el diálogo entre Gobierno y actores sociales que quiere poner en marcha Scholz, “la idea es llevar a cabo una política salarial que haga que el alza de la inflación no sea tan alta para que después el BCE no obligue a dar un frenazo muy fuerte con esa subida de los intereses”, añade este experto.
En Yasmin Fahimi, recientemente elegida presidenta de la Federación de Alemania de Sindicatos (DGB), la mayor organización de trabajadores germana, Scholz puede contar con una aliada. Al menos así parece en principio. Fahimi ha hecho carrera en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), la formación de Scholz. Hasta que fue elegida en abril al frente de la DGB, Fahimi era diputada del SPD.
Sindicatos y empresarios de “tradición constructiva”
Ahora bien, Fahimi tiene ganada una fama de hacer bien su trabajo. Que haya advertido a Scholz de que “las negociaciones sobre los convenios colectivos no se llevan en la Cancillería Federal” es prueba de esa diligencia de la ahora lideresa sindical. Por otro lado, en la Confederación Alemana de Asociaciones de Empresarios (BDA) han recordado que “sindicatos y empresarios siempre se han comportado en las crisis vividas hasta ahora de manera constructiva, con soluciones”, según los términos de Rainer Dulger, presidente de la BDA.
De momento, sobre las reuniones que quiere organizar Scholz con Fahimi, Dulger y compañía sólo se conocen más detalles en la Cancillería Federal. Desde allí debe concretarse cuál o cuáles son los siguientes pasos que quiere dar Scholz para frenar la inflación.
Eso sí, Scholz ya ha dejado dicho que prefiere que, ante la carestía de la vida, se tomen medidas como ese pago de 1.400 euros extra del que se han beneficiado los trabajadores del sector de la industria química. Esa medida la prefiere el canciller a un alza general de los salarios.
Pero eso es, precisamente, lo que quieren hacer en el sector de la metalurgia. En el influyente IG-Metall, el sindicato mayoritario en ese sector con unos 2,1 millones de afiliados, quieren incluir en las negociaciones salariales del sector una subida de sueldos del 8,2%.