Alemania cede y los 27 acarician la ansiada intervención del mercado del gas


La UE se encamina también a la europeización de la “excepción Ibérica
Otra medida que llegará para quedarse será la de hacer compras conjuntas de gas
Alemania se había quedado prácticamente sola en su negativa
El modus operandi en la práctica política de las instituciones europeas puede dar a entender que se circula en bucle, que no se avanza, pero la nave va. La presión política y el miedo a un invierno de malestar social, protestas sindicales y cierres industriales llevaron al Gobierno alemán y a la Comisión Europea a abandonar la trinchera y salir a campo abierto.
La cumbre europea de esta semana, centrada en la energía, dio pasos que acercan a la Unión Europea a una intervención del mercado energético que hace unos meses parecía políticamente imposible cuando no jurídicamente dudosa. No hay un acuerdo cerrado pero las primeras cesiones alemanas hicieron posible que se encargue a la Comisión Europea varios estudios de impacto de las medidas que están sobre la mesa.
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El Gobierno alemán cedió al fin en su oposición a un límite el precio del gas que debe servir para “limitar inmediatamente episodios de precios excesivos del gas”. Las condiciones para hacerlo evitarán, por exigencia de Berlín, que se ponga en peligro la seguridad del suministro. El diario Financial Times aseguraba este viernes que los grandes ganadores políticos de la cesión alemana son Francia, Italia, España y Bélgica, que son los países que desde hace más tiempo pedían ese tope al gas.
Alemania se había quedado prácticamente sola en su negativa hasta el punto de que el francés Emmanuel Macron llegó a decir, al llegar a la cumbre el jueves, que “no es bueno, ni para Alemania ni para Europa, que Alemania se aísle”. La presión había llegado demasiado lejos para que Scholz la mantuviera.
Tope al precio del gas
La Comisión Europea se pondrá ahora a trabajar. En semanas deberían conocerse esos estudios y su conclusión abriría la puerta a la aprobación de dos medidas temporales:
La primera sería un tope al precio del gas que importan. No será un montante fijo sino que se moverá en una franja o corredor de precios “que limite inmediatamente los episodios de precios excesivos”. Es decir, Europa pagará por el gas un máximo que podrá moverse ligeramente para ser superior a lo que paga China. Se basa en una propuesta presentada a principios de mes por Bélgica, Grecia, Italia y Polonia.
La UE se encamina también a la europeización de la “excepción Ibérica”. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, ya dijo el martes que lo estaba estudiando. Ahora tendrá por condición sine qua non que no modifique el diseño del mercado eléctrico europeo. Serviría para “limitar el precio del gas en la generación de electricidad”. Bruselas debe buscar fórmulas para que el “impacto financiero” no sea una carga excesiva para países que usan mucho gas para producir electricidad (no es el caso español) y para no estar subsidiando a los terceros países a los que se exporta electricidad (Reino Unido, Suiza o países de los Balcanes).
Además de estas dos medidas temporales, que no tendrían vocación de subsistir más allá de esta crisis, los 27 encargaron a la Comisión Europea el diseño de un nuevo índice de referencia de los precios del gas para dejar de usar el actual, el holandés TTF. Su principal fallo es que está hecho para un mundo en el que la inmensa mayoría del gas que llegaba a Europa lo hacía por gasoducto y no tiene en cuenta la cotización del gas que llega por metaneros, que va a alza.
Otra medida que llegará para quedarse será la de hacer compras conjuntas de gas. La participación en esa central de compras será voluntaria “excepto para una demanda agregada obligatoria con un volumen equivalente al 15% de las necesidades de llenado de los depósitos”. A partir de ahí cada uno podrá comprar por su cuenta lo que considere oportuno.
Las conclusiones de la cumbre dejan también un tirón de orejas al Gobierno alemán. En ellas se lee que los 27 movilizarán “las herramientas relevantes a nivel nacional y europeo” para ayudar a empresas y hogares a afrontar las subidas de precios de la energía mientras mantienen “la competitividad global de la UE, la igualdad de condiciones y la integridad del mercado único”.
Esa “igualdad de condiciones” es un reproche nada velado al Gobierno alemán por su plan de subsidios de 200.000 millones de euros que puede terminar siendo un masivo programa de ayudas de Estado para industrias que alteren la competencia en el mercado único.