La década en la que en Roma hubo dos papas


Tras la renuncia de Ratzinger en 2013 y la elección de Francisco el Vaticano vio convivir por primera vez en su historia a dos pontífices
A pesar de que la situación generaba incógnitas, la relación entre ambos ha sido de máximo respeto
En la mañana del miércoles Francisco informó del estado de salud grave de Benedicto, al que visitó justo después
Había pasado un mes escaso desde la renuncia de Benedicto XVI como papa, gesto que había dejado casi enmudecido a medio mundo, incluida la propia Iglesia que no veía un sucueso de este tipo desde hacía 600 años. Francisco decidió visitar al ya papa emérito en la residencia veraniega pontificia, en Castel Gandolfo, en la que descansaba tras abandonar el mayor cargo de la Iglesia católica. Llegó en helicóptero, se encontró con él a los pies, se abrazaron. Era la primera imagen de un nuevo mundo que veía por primera vez en la historia cómo sería la convivencia de dos papas, algo insólito debido a que la tradición había hecho elegir un nuevo pontífice siempre que el predecesor ya no vivía. En aquella jornada de sábado, era 23 de marzo de 2013, se produjeron dos imágenes fundamentales para entender cómo han sido estos casi diez años en los que en el mundo hubo dos papas, uno en funciones y otro emérito, viviendo en los reducidos metros cuadrados que ocupa el país más pequeño del mundo, el Vaticano.
Tras saludarse en el helipuerto, Francisco y Benedicto XVI se dirigieron a la capilla que contiene la villa para rezar juntos. En aquel momento se produjo un impás, un encontronazo que determinaría la década sucesiva de convivencia para ambos. Teniendo la capilla un reclinatorio principal, el de honor, Ratzinger se negó a ocupar ese lugar e intentó cedérselo al nuevo papa que respondió de la misma forma diciéndole “somos hermanos”. Ambos decidieron rezar sin distinciones, al lado y en un mismo reclinatorio. Y esa fue en realidad la metáfora de los tiempos que iban a llegar. La renuncia de Benedicto generó grandes interrogantes fuera y dentro de la Iglesia ante una realidad sin precedentes y sin protocolo que podría generar un choque de poderes con dos papas representando corrientes diferentes de la Iglesia. No fue así, la convivencia y respeto entre ambos se mantuvo siempre. Benedicto aprovechó todas sus intervenciones públicas para respaldar el pontificado de Francisco y, aunque la parte más conservadora del Vaticano osaba verlo como el único papa real, él siempre dignificó a su sucesor. “Aunque los poderes religiosos intentasen instrumentalizar el uno o el otro ellos respondían con una gran cordialidad, casi competían para ver quien hablaba mejor del otro”, dice Roberto Regoli, experto en Historia de la Religión de la Universidad Gregoriana para NIUS.
La otra gran imagen se produjo unos instantes después. Tras el rezo ambos se reunieron a solas durante 45 minutos. En la foto que testimonia el encuentro se ve a los dos pontífices hablando separados de una gran caja que, se sabe, contenía los asuntos más secretos, los documentos más delicados de la Iglesia. Aquella imagen representaba el relevo, lo que Ratzinger dejaba en las manos de Francisco, seguramente los dos temas que habían oscurecido tanto sus últimos años de mandato, Vatileaks y la polémica de los abusos, y que, coincide gran parte de la opinión pública, habrían estado detrás de el debilitamiento de Ratzinger y la decisión final de renunciar. Eran el testimonio de un cambio de ruta querido y buscado por el papa alemán.
Así lo ve Filipe Domingues, vaticanista y doctorado en la Universidad Gregoriana, que piensa que el papa emérito había intentado “limpiar” la Iglesia desde dentro sin grandes resultados. Eso sí, había dado algunos pasos como proclamar abiertamente la “tolerancia cero” contra los abusos y haber pedido, en un gesto histórico para la Iglesia, perdón a las víctimas. Aún así las polémicas lo persiguieron incluso años después de haber renunciado, en 2022, un informe independiente en Alemania alegó que conocía cuatro casos y no había tomado medidas cuando era arzobispo de Munich entre 1977 y 1982. Lo mismo ocurrió con los temas más estrictamente administrativos como el escándalo "Vatileaks" con la filtración de documentos extremadamente sensibles o algunos temas vinculados a las finanzas del Vaticano. El papa estaba debilitado y, aunque siempre alegó falta de fuerzas, lo dice en su propia biografía, el contexto del final de su papado no ayudaba y se sentía seguramente ya con poco poder. Es por eso, opina Dominges, que vio la oportunidad de que una nueva voz pudiese dar los pasos más aperturistas, que legitimase de otra forma el cambio. “Los detractores que hasta ese momento lo acusaban de poca humildad, tras la renuncia no pudieron evitar tener que cambiar de opinión. Era un gesto generoso para que la Iglesia pudiese dar pasos”, explica Domingues.
Aunque esta gran sintonía ha marcado la escena pública de este decenio tan atípico para la Iglesia, el papado de uno y otro está delimitado por grandes contrastes. Benedicto XVI fue el papa-teólogo, el intelectual, el reflexivo. En cambio, Francisco, tiene un perfil, explican los expertos, de papa-pastor, que no se centra tanto en el diálogo interno de la Iglesia, sobre el que tanto reflexionaba Ratzinger, sino en el diálogo del catolicismo con la sociedad, con la gente de la calle. Además Benedicto fue considerado el papa menos carismático de los últimos años sobre todo por haber estado en la historia entre Juan Pablo II, uno de los papas más populares de todos los tiempos, y Francisco, con un particular don de gentes.
La última vez juntos
La última imagen en la que se ve a los dos juntos fue el pasado 27 de agosto cuando Benedicto XVI recibió al Papa Francisco en su residencia para conocer a los cardenales que acababan de ser nombrados en un gran consistorio. Meses después, este 1 de diciembre, se vio a Ratzinger reunido con varios ganadores de un premio de Teología con un aspecto de gran fragilidad que anticipaba el empeoramiento de su estado de salud.