Qué hay detrás de la pancarta de 'santo súbito' en el funeral de Benedicto XVI


Lo hicieron ya con Juan Pablo II, lo que piden es la beatificación por la vía rápida
El ala conservadora se levanta tras la muerte de Ratzinger
La presencia del papa emérito equilibraba las dos corrientes presentes en la Iglesia
Tras la muerte del papa emérito Ratzinger, coinciden los expertos, empieza una nueva etapa también para Francisco. La celebración del funeral para el último adiós de Benedicto XVI el pasado jueves 5 de enero inicia una etapa en la que la oposición más dura, más conservadora, no dudará en plantar cara al actual pontífice cuya posible renuncia se especula para los próximos años.
Un hecho, durante estos días de despedida al papa que renunció, fue especialmente revelador. Al cierre de la capilla ardiente, sobre las siete de la tarde del pasado miércoles se escuchaban gritos de santo súbito (Santo de inmediato) -como se hizo cuando murió Juan Pablo II-. Palabras que ya se escucharon esa misma mañana, cuando Francisco de manera única en la Iglesia oficiaba su famosa audiencia de los miércoles a unos pasos de donde se velaba el cuerpo de su predecesor.
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Además, las pocas menciones de Bergoglio, que oficiaba en un hecho histórico por primera vez el funeral de su predecesor, enfadaron a sus más fieles seguidores y amigos. El gesto de más cercanía fue cuando, a punto de desaparecer el féretro para ser enterrado en una ceremonia privada, Francisco tocó por última vez la madera del ataúd.
También algunas declaraciones, que llegan como rumores, de algunos arzobispos y las duras palabras publicadas por el más fiel amigo, y secretario personal desde hace muchos años, de Ratzinger, George Ganswein. Según el que llaman ‘George il bello’, “el diablo actuó en el Vaticano contra Benedicto” y Francisco rompió el corazón de Ratzinger cuando limitó las misas en latín que había autorizado el papa emérito.
Libro de memorias de Ganswein
Además de esas declaraciones, en las últimas horas, ha trascendido a la prensa italiana el adelanto de un libro de memorias que el propio George publicará la semana que viene en el que vierte diversas acusaciones de cómo Francisco intentó frenarlo pidiéndole que se tomara un descanso de su rol de jefe de la Prefectura de la Casa Pontificia, algo, escribe en el libro, que ofendió también a Benedicto.
Un libro que se espera que aborde algunos de los grandes temas y polémicas del pontificado de Ratzinger pero también que critique, tal y como parece del adelanto, sin tapujos, la relación con Francisco, de puertas para fuera muy cordial pero que, se sabe, dentro de los muros del Vaticano ha significado la confrontación de dos poderes.
Es evidente que tras Juan Pablo II ya comenzó una contraposición entre los dos papas. En aquel cónclave de 2005, tras la muerte del papa Wojtyla, se produjo la primera imagen. Acabó siendo elegido el que, en aquel momento, aúnu era el cardenal Ratzinger y, en segundo lugar, se posicionó ya Bergoglio en segunda posición.
Con la renuncia de Benedicto en 2013 y la elección definitiva, ahora sí, de Francisco como Sumo Pontífice, ambos papas han representado durante estos años las dos corrientes dentro de la Iglesia, aunque ellos han intentado por todos los medios evitar un cisma. Con la muerte del papa emérito, el sector conservador toma posiciones para frenar las reformas aperturistas de Francisco e ir preparando, a su favor, un futuro cónclave. Lo describe así el diario comunista italiano Il Manifesto que lleva en su portada las dos palabras, ‘Santo Subito’, y explica que tras la muerte de Ratzinger los conservadores se han quedado “huérfanos” y que unifican filas ya entre todos los opositores de Francisco.
Una folla di 50mila persone, ma non una beatificazione. La sobria omelia di Francesco, ora unico papa, ma l’ennesimo attacco del segretario Gänswein. Il ricordo del brillante teologo, ma la memoria del reazionario. Addio a #BenedettoXVI, il pontefice che si fece da parte pic.twitter.com/YFbxlsnynH
— il manifesto (@ilmanifesto) 6 de enero de 2023
La Iglesia deja atrás la imagen de masas de la que gozó Juan Pablo II en su pontificado que duró casi tres décadas. La convivencia de los dos papas ha generado un escenario muy diferente. Una Iglesia que comenzó a sentirse ahogada por las diferentes polémicas que asolaron a Benedicto -los escándalos de los abusos, los documentos de Vatileaks o la omertá sobre el caso Emanuela Orlandi- y que siguen siendo evidentes para el actual papa.
Francisco, el que el vaticanista del diario Domani, Marco Grieco, define “el primer papa global” tendrá que afrontar todas estas vicisitudes y también la del futuro de la Iglesia ahora que, solo en el campo, el poder tiene un solo nombre. El afecto al papa que acaba de fallecer llegó solo tras su renuncia para muchos fieles que, como explicaban ayer desde la plaza, valoraron su gesto único en la historia del catolicismo, pero es también el último papa europeo de un tiempo que para la Iglesia se cierra con él.
¿Qué se necesita para una canonización?
En el caso de Juan Pablo II, los gritos de la multitud en su funeral, en 2005, que pedían que fuese considerado ‘Santo subito’ aceleraron un proceso por la vía rápida que, en una situación normal, tiene que esperar cinco años preceptivos. Fue finalmente nombrado Santo en 2013, ya por el papa en aquel momento, Francisco, tras haber reconocido dos milagros gracias a la intercesión del fallecido pontífice polaco. Es la Congregación para la Causa de los Santos, formada por un grupo de cardenales y obispos encargados de examinar a los candidatos a Santos, la que se encarga de esta labor. En el caso de Benedicto genera dudas que el proceso pueda ponerse en marcha ya con un caso abierto aún por encubrimiento de abusos cuando era arzobispo de Múnich.