Velocidad, amplitud y 'efecto espinilla': por qué es tan devastador el terremoto de Turquía


El mapa subterráneo entre Siria y Turquía se considera una de las zonas sísmicas más activas del mundo
El terremoto ha sido aún más devastador porque tuvo lugar a una profundidad relativamente baja de unos 18 km
"El primer terremoto disparó el segundo", dicen los expertos
Dos fuertes seísmos de magnitud 7,8 y 7,5 han causado más de 5.000 muertos y miles de heridos entre Turquía y Siria en lo que se considera una de las zonas sísmicas más activas del mundo. El primero, de magnitud 7,8 y de unos 30 segundos de duración, ocurría en la madrugada del lunes al sureste de Turquía, cerca de la frontera con Siria. Horas después otro seísmo de 7,5 tuvo su epicentro la ciudad turca de Gaziantep, situado a unos 80 kilómetros al norte del primero.
Los dos terremotos han dejado ya más de 8.400 muertos a los que se suman más de 40.000 heridos de distinta gravedad. Ambas cifras aumentarán en las próximas horas donde se trabaja sin descanso para seguir sacando a los supervivientes que haya bajo los escombros. Se ha sentido en 14 países y hay 10 provincias afectadas y según la Autoridad de Gestión de Desastres y Emergencias (AFAD) se calcula que más de 6.200 edificios han quedado completamente destruidos.
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El presidente turco Recep Tayyip Erdoğan ha afirmado que se trata de la mayor tragedia sufrida en el país desde el terremoto de Erzincan, sucedido en 1939. Pero, ¿cuáles son las características de este terremoto para que haya sido tan devastador? ¿Por qué han sido tan mortíferos y han golpeado tan fuerte a los dos países?
La situación geográfica
Según expone Gerardo de Vicente Muñoz, catedrático del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología, Universidad Complutense de Madrid, en un artículo en 'The Conversation', la magnitud máxima del terremoto que una falla puede generar depende de su longitud. En Europa y la cuenca mediterránea, la falla de mayor recorrido es la del norte de Anatolia, similar a la falla de San Andrés en California. Las del norte y este de Anatolia, junto con la del Jordán, son fallas en dirección (desgarres).
La mayor parte de Turquía se encuentra ubicada sobre la placa de Anatolia, situada a su vez entre dos grandes plataformas, la Euroasiática y la africana, y una tercera placa de menor tamaño, la árabiga. Esto provoca que varias fallas recorran el país, favoreciendo, por tanto, la posibilidad de que haya grandes temblores.
Así, las placas africana, arábiga y de la India se aproximan, en dirección norte-sur a la euroasiática. El resultado es la formación del Himalaya, de los Montes del Cáucaso, los Zagros y la zona de subducción al sur de Creta. Este acortamiento produce el “escape” tectónico del bloque turco hacia el oeste, a favor de dos grandes fallas en dirección: la del norte de Anatolia, lateral derecha (el bloque que limita la falla se mueve hacia la derecha), y la del este de Anatolia, lateral izquierda (el bloque que limita la falla se mueve hacia la izquierda).
El "efecto espinilla"
El catedrático explica que "el escape tectónico es como el efecto espinilla. Si apretamos una con los dedos en dirección paralela a un espejo, su interior sale disparado perpendicularmente hacia el espejo. En este caso, los 'dedos' son Eurasia y Arabia, y la 'espinilla', el bloque turco (placa de Anatolia), que sale disparado hacia el oeste, hacia Grecia, hasta la zona de subducción de Creta y Chipre".
En este caso, y dada la magnitud del sismo, toda la falla del este de Anatolia ha roto, ayudando a expulsar a Turquía hacia el oeste. "Lo más sensato es construir edificios e infraestructuras que puedan soportar los terremotos. No es tan caro. No tanto como los miles de muertos que ha habido en Turquía y Siria", asegura De Vicente Muñoz.
La importancia de la velocidad de las placas
Miguel Ángel Rodríguez Pascua, científico titular del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC), explica que la placa de Anatolia se mueve hacia el sur y la placa arábiga se mueve hacia el norte, así la falla se mueve en sentido contrario a las agujas del reloj. "Es importante señalar que la velocidad a la que se mueven estas placas es muy rápida, de unos 44 milímetros al año”.
"Si lo comparamos con la velocidad a la que la Península Ibérica se acerca a África lo hace a un ritmo 10 veces menor con respecto a la de Anatolia. Luego, cuanto más rápidas sean las velocidades de las placas más riesgo de terremotos y más grandes", señala y pone un ejemplo gráfico. "No es lo mismo sufrir un accidente a 40 km/h que a 150km/h", dice Rodríguez Pascua.
La importancia de los decimales
La escala de magnitudes está basada en una escala logarítmica decimal (de base 10). Es decir, por cada incremento de una unidad la amplitud de la onda del terremoto se incrementa 10 veces (se multiplica por 10). Es decir, un terremoto de magnitud 5.0 es 10 veces más pequeño que uno de 5.1 y 100 veces más pequeño que uno de 5.2. (Cada punto se va añadiendo un cero).
La magnitud está relacionada con la cantidad de energía sísmica liberada en el hipocentro del terremoto. Pero no es el único factor para determinar la severidad de sus efectos. Para referirnos a esto hay otro término más preciso, el de la intensidad, que se basa en los efectos observados del movimiento del suelo en las personas, los edificios y las características naturales.
Si hablamos entonces de intensidad, hay que tener en cuenta que un terremoto de magnitud 2 supone una liberación de energía equivalente a 6 kilogramos de TNT. Podríamos suponer que uno de magnitud 4 es el doble, pero no. Equivale a 6 toneladas, mil veces más. De un 6,6 a un 6,9 estamos hablando no de un terremoto un poco más fuerte, sino el triple de energía liberada.
Los sismos con magnitud superior a 6,9 se miden desde 1978 con la escala sismológica de magnitud de momento, por tratarse esta última de una escala que discrimina mejor en los valores extremos. En concreto, en los dos terremotos de Turquía, una magnitud de 7,5 equivale a liberar 750.000 toneladas de TNT. Un 7,8 a 1,25 millones de toneladas.
La importancia de la profundidad
"Una magnitud elevada, como en este caso, a una profundidad de 50 km, por ejemplo, es posible que se hubiera notado poco o casi nada. Sin embargo, el primer terremoto ha sido aún más devastador porque tuvo lugar a una profundidad relativamente baja de unos 18 km tierra adentro, que es relativamente superficial para un seísmo de tal magnitud", señala el experto del IGME-CSIC, Rodríguez Pascua.
El segundo seísmo, con una magnitud de 7,5, se produjo nueve horas después a unos 80 kilómetros del primero y a una superficie de 10 kilómetros de profundidad. En medio hubo docenas de terremotos más pequeños o réplicas. "Cuanto menos profundo es un seísmo mayor es la intensidad con la que se percibe en la superficie y, por tanto, implica más daños en las estructuras y edificios. Los daños han sido tremendos", dice.
La amplitud de la zona afectada
Un epicentro es la proyección en superficie del hipocentro, es el punto en profundidad de donde parte la ruptura de la falla. "Pero un terremoto no es un punto, es un plano", explica Rodríguez Pascua. "Por ejemplo, si rompes un ladrillo puedes tocar el hueco que deja ese ladrillo roto. A la corteza terrestre le pasa lo mismo, cuanto mayor sea la rotura mayor energía liberada. El terremoto principal rompió 190 km lineales de falla. Es una cantidad muy elevada".
Además, ha habido réplicas que se han distribuido en torno a 400 kilómetros de la traza de la falla, luego hay movimiento en zonas donde no se ha llegado a romper y eso implica que hay un reajuste del terreno. La primera falla cambia el régimen de esfuerzos tectónicos en la zona, eso hace que otras fallas próximas a la rotura generen un disparo del otro terremoto en esas fallas que están próximas a la rotura. "El primer terremoto disparó el segundo".
"Esas réplicas han sido también con magnitudes muy elevadas y muy superficiales. Eso implica que las propias réplicas están liberando a su vez mucha energía. Los edificios que han podido quedar más dañados, con estas réplicas se van a venir abajo", comenta Rodríguez Pascua.
Los terremotos no se pueden predecir
No se puede predecir cuándo va a ocurrir un terremoto. "El número de parámetros que influye tiende a infinito y a día de hoy en geología es imposible. Se puede determinar dónde se están acumulando deformaciones, pero no cuándo se va a producir la rotura", señalan desde IGME-CSIC.
Lo mismo apuntan desde Meteored. "Mientras que disponemos cada día de millones de datos de la atmósfera, integrados gracias al Sistema de Observación Global no ocurre lo mismo bajo nuestros pies, en la corteza terrestre. La única información que disponemos de su dinámica interna es indirecta, a través de las ondas que se propagan por ese medio y que detectamos gracias a los sismógrafos", explican.
No es la primera vez
Esta región es considerada como una de las zonas sísmicas más activas del mundo. Este terremoto no es el primero y probablemente no será el último. En 1999 ya tuvo lugar un seísmo de magnitud 7,4 que causó la muerte de 17.000 personas. En 2011, otros dos terremotos acabaron con 700 víctimas. En 2020, otro causó 26 muertos y 800 heridos.
Los expertos apuntan a que en los próximos días continuarán las réplicas y eso aumentará el riesgo de derrumbamiento y complicará, aún más, las labores de rescate.