Académicos alemanes se organizan contra la “cultura de la cancelación” en las universidades


Una iniciativa universitaria lanzada en Alemania quiere presentar resistencia, antes de que sea tarde, a la “cultura de la cancelación”, fenómeno visible en las aulas germanas aunque no tan potente como en Estados Unidos.
Más vale prevenir que curar. Este dicho parece guiar a Sandra Kostner y al buen centenar de académicos alemanes salidos de universidades germanas que acaban de poner en marcha en la “Red Libertad de Ciencia”, una iniciativa que quiere plantar cara a la llamada “cultura de la cancelación”.
Por “cultura de la cancelación” hay que entender “todo aquello que algunos activistas no quieren oír por su ideología en las universidades”, dice Kostner a NIUS. “Por ejemplo, no deben venir conferenciantes o invitados que vengan a presentar argumentos que no estén conformes con las ideologías de estos activistas”, abunda esta doctora y responsable de estudios en la Universidad de la Educación de Schwäbisch Gmünd (sur alemán).
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Según los describe Kostner, los activistas a los que alude son un reducido colectivo de estudiantes y profesores que constituyen una “ruidosa minoría” capaz de dar al traste con no pocos aspectos de la enseñanza en Alemania.
Así, en 2019, ya ocurrió que las intenciones de Dieter Schönecker, profesor y filósofo de la Universidad de Siegen, de desarrollar una serie de encuentros dedicados a la libertad de expresión casi se ven frustradas por invitar a quienes, según los activistas, no estaban en buena posición para hablar de ese tema.
Entre los invitados de Schönecker figuraban Marc Jongen, un político de la formación ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), y Thilo Sarrazin, un ex-político socialdemócrata autor de best sellers que ha sido expulsado del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) por sus criticadas tesis islamófobas. El evento sólo pudo tener lugar bajo un fuerte dispositivo policial.
“Se necesitó la protección de 100 policías. La dirección de la universidad no se puso del lado del docente, sino que dejó al profesor sin financiación para el acto y el propio docente tuvo tuvo que financiar por sí mismo el coste de la conferencia”, según recuerda Kostner lo sucedido.
Ella apunta, sin embargo, que la presión de los activistas puede tener un mayor coste social y de prestigio en la universidad, pudiendo minar las carreras de los docentes, investigadores y resto de trabajadores del ámbito académico teutón. Estos trabajadores, en el 83% de los casos, están contratados con contratos temporales.
El ejemplo de la Universidad de Siegen no representa un caso aislado. No resulta difícil imaginar que a Jongen y a Sarrazin le gritan lo mismo que al profesor de macroeconomía en la Universidad de Hamburgo Bernd Lucke en octubre de 2019. Entones, los activistas, acusándole de “fascista”, llegaron a impedir que Lucke diera clase con normalidad.
Un profesor “fascista” protegido por la policía
Por lo visto, el “fascismo” de Lucke consistía en haber fundado en 2013 AfD, un partido que terminaría dejando en 2015 y del que se distanciaría por su actual línea, entre otras cosas, nacionalista e islamófoba. Con Lucke al frente, AfD fue, sobre todo, ultraliberal y euroescéptico.
„Nazi-Schweine“ raus aus der Uni skandieren Störer zum Start der Vorlesung von Bernd Lucke @welt #lucke #hamburg pic.twitter.com/AaJagu6lJa
— Philipp Woldin (@PhilippWoldin) 16 de octubre de 2019
Sea como fuere Lucke también tuvo que ir a dar clases protegido con medidas de seguridad especiales que llegaron a costar 100.000 euros a la Universidad de Hamburgo, según los cálculos del diario local Hamburger Abendblatt.
Para plantar cara a estos desmanes, Kostner lanzaba hace unos días junto a otros setenta académicos la iniciativa “Red Libertad de Ciencia”. Al proyecto se están uniendo profesores y académicos de toda Alemania. Ya son más de un centenar.
Por lo que cuenta Kostner, su grupo de académicos se revelan contra esa idea que tratan de imponer los activistas según la cual el espacio universitario ha de ser un “safe-space” de los colectivos que determinan los promotores de la “cultura de la cancelación”. A saber, “los grupos a los que no se ven como privilegiados porque se ven afectados por racismo o sexismo o porque son de una minoría religiosa o cultural”, explica Kostner.
Esta lógica lleva, por ejemplo, a que los temarios de los planes de estudios de las carreras de Humanidades – las mayormente afectadas por la “cultura de la cancelación” – haya que “limpiarlos de los textos que no están conformes con ese mandato de protección” de los activistas, señala Kostner.
Estados Unidos, la raíz del problema
Ella empezó a darle vueltas a la iniciativa de “Red Libertad de Ciencia” en 2019. Antes ya seguía de cerca un fenómeno de la “cultura de cancelación” cuyos orígenes están en Estados Unidos. “Esto viene de Estados Unidos, empezó a ocurrir entre 2013 y 2014, pero tras la victoria de Donald Trump en 2016 la situación se intensificó, generando una suerte pánico moral, en el que se pensó que todos los derechos conquistados, para mujeres y minorías, iban a ser retirados”, analiza Kostner.
Ella sabe que en Alemania la situación no es comparable a la de Estados Unidos o a la de países que ya reflejan esa polarizada realidad en los campus universitarios, donde la presión de los activistas ha llegado a producir despidos de profesores que no querían someter su criterio académico al de los extremistas.
“La situación en Alemania no es como la de Estados Unidos. Pero en otros países como el Reino Unido, Canadá o Australia ya se ve cómo afecta la situación de Estados Unidos”, según Kostner. Su “Red Libertad de Ciencia” ha surgido para que no lleguen esos extremos a Alemania.
Defendiendo un derecho constitucional
Ahora bien, en la organización de Kostner y compañía reconocen que el fenómeno de la "cultura de la cancelación" va a ir más, también en Alemania. Pero como constituye un ataque a un derecho fundamental recogido en el artículo cinco de Constitución germana, según el cual “la ciencia, la investigación y la cátedra son libres”, la red de académicos de Kostner se ha constituido desde ya como contrapoder.
“Nuestra actividad tiene dos pilares, el primero es el apoyo a los afectados”, dice Kostner. “En caso de que una dirección de una universidad se pliegue a lo que dice un pequeño grupo de activistas, nos dirigiremos a la universidad para recordar que tiene la obligación de proteger la libertad científica”, explica esta docente en la Universidad de la Educación de Schwäbisch Gmünd.
El segundo “pilar” de “Red Libertad de Ciencia” se presenta aún mas complicado de mantener en pie que el mero hecho de recordar a las direcciones de las universidades sus responsabilidades ante la libertad de cátedra. Se trata de “cambiar la cultura del debate”, precisa Kostner.
“Queremos organizar formatos de discusión, debates o mesas redondas en las que buscar temas que causen controversia para traer diferentes puntos de vista y mostrar que se pueden tener diferentes perspectivas y que puede haber una discusión científica”, explica Kostner. “Esto significa lidiar de argumentos, nunca de personas. No se trata de considerar enemigos al que tenga argumentos contrarios, sino simplemente un interlocutor con argumentos legítimos y contrarios”, abunda.
A falta de que esas citas tengan lugar, el próximo día 20 de febrero Kostner tendrá la oportunidad de discutir en un programa de debates de la radio pública Deutschlandfunksobre el fenómeno mismo de “cultura de la cancelación”.
Se da la circunstancia de que también hay profesores universitarios que dicen que Kostner y compañía exageran o se equivocan. Vienen a decir, entre otras cosas, que la ciencia en Alemania no está tan amenazada como puede ocurrir en dictaduras como Bielorrusia o China.
Kostner da la razón a ese argumento, pero tiene una precisión. “Nosotros hemos dicho siempre que en Alemania la amenaza sobre la ciencia y la libertad en la ciencia, a diferencia de lo que ocurre en Hungría o China, no la ejerce el estado. Ese no es nuestro problema. A nosotros nos preocupa la presión para que lo que se investigue sea conforme con determinadas ideologías”, concluye la fundadora de “Red Libertad de Ciencia”.