Patrick Larscheid es el director de la Oficina Local de Salud del distrito berlinés de Reinickendorf, al noreste de la capital alemana. Las Oficinas Locales de Salud son los organismos sanitarios que, en Alemania, están encargados, entre otras cosas, de romper las cadenas de contagio por COVID-19 a través del seguimiento de las personas infectadas. Hay unas 400 de estas oficinas en toda Alemania.
Ante la preocupante tendencia al alza de casos registrados en Alemania en las últimas semanas, Larscheid se centra en lo positivo cuando se le pregunta sobre cómo ha cambiado su trabajo en la segunda ola de infecciones de COVID-19 respecto a la primera.
“Ahora trabajamos de forma mucho más segura. Podemos valorar las cosas mucho mejor. Contamos con más estudios y material para valorar las situaciones. Esto, respecto a la primera ola de contagios, es una diferencia. En la primera ola de contagios sólo podíamos hacer las cosas en función de nuestra experiencia previa”, dice Larscheid a NIUS en un encuentro organizado por la Asociación de la Prensa Extranjera de Berlín (VAP).
“Ahora sabemos, por ejemplo, que es importante mantener las escuelas y las guarderías abiertas. Hay cosas que han cambiado a mejor” añade.
Sin embargo, también hay cosas que han cambiado a peor. Por ejemplo, ahí están las cifras de nuevos infectados por coronavirus en Alemania. Desde hace días esas cifras multiplican por tres los casos registrados en los momentos de mayor incidencia de la primera ola de la pandemia de COVID-19 en el país.
Si en la primera ola de contagios el pico estuvo en unos 6.000 casos diarios, este lunes la media de nuevas infecciones detectadas en la última semana se encuentra en unos 18.100 positivos.
Para que las Oficinas Locales de Salud como la que dirige Larscheid puedan trazar y romper las cadenas de contagio, las autoridades germanas consideran que la incidencia del coronavirus debe estar por debajo de 50 nuevos casos por 100.000 habitantes en la última semana. Actualmente la incidencia para toda Alemania es de 152 nuevos infectados por 100.000 habitantes en los últimos siete días.
“Ahora mismo somos capaces de ver una infección de cada cuatro que se produce”, apunta Larscheid. “Seguimos las infecciones peor que en la primera ola de infecciones. En la primera ola, los casos positivos eran en gran medida personas que volvían de esquiar y se pudieron controlar. Ahora no ocurre así”, añade.
Dado el actual ritmo de crecimiento de los casos positivos, la semana pasada entraba en vigor una serie de restricciones que han llamado aquí “confinamiento light” . Pero ver los resultados de esas medidas llevará tiempo. Y ya se atisban los límites del sistema sanitario.
Según las cuentas que ofrecía en su última edición dominical el Frankfurter Allgemeine Zeitung, en Alemania había ocupadas a finales de la semana pasada una 2.600 camas de cuidados intensivos con pacientes de COVID-19. Libres habría todavía unas 7.000 camas.
Pero al ritmo en que se está propagando la enfermedad que causa el SARS-CoV-2, en diez días habrá unas 5.000 camas de cuidados intensivos ocupadas. En tres semanas, el número de camas ocupadas con enfermos graves por COVID-19 llegaría a los 10.000 y ahí “el sistema sanitario alemán llegaría a sus límites”, según el Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Para Frank T. Hufert, director del Instituto para la Microbiología y la Virología de la Escuela Superior de Medicina de Brandeburgo, los límites del sistema sanitario van a ser puestos a prueba en Alemania.
“En lo que a capacidad de hacer test se refiere ya hemos llegado al límite. En lo que respecta a las camas de cuidados intensivos todavía no, pero vamos a llegar si las medidas de confinamiento light no son eficaces”, dice Hufert a NIUS. “Si no hay efecto de las medidas vamos a llegar desafortunadamente a situaciones de seria dificultad”, añade.
Para él, que se alcance el límite de la capacidad en las unidades de cuidados intensivos de los hospitales es cuestión de tiempo. Además, Hufert apunta que actualmente hay laboratorios donde se hacen análisis de test de coronavirus en los que más del 30% de las pruebas son positivas.
En la primera semana de noviembre se hicieron en Alemania hasta 1,4 millones de estas pruebas. Éstas, hasta ahora, han sido cruciales para detectar y aislar a los casos positivos. Sin embargo, esa cifra está ya en los niveles máximos de lo que puede procesar el país en términos de test.
Es más, el Instituto Robert Koch (RKI), la agencia federal de prevención y control de enfermedades, ya ha adaptado a este contexto su estrategia de pruebas para el país. Ahora, según el RKI, el foco ha de ponerse en las personas con síntomas graves de la COVID-19. También habrá que priorizar las prueba para personas que han estado en contacto con un contagiado o las que trabajan en un establecimiento en el que se ha registrado un positivo por SARS-CoV-2.
Las personas con síntomas leves también podrán hacerse la prueba, pero sólo bajo nuevas condiciones. Por ejemplo, podrán hacerse el test las personas que pertenezcan a un grupo de riesgo o si trabaja en una clínica, hospital o residencia de mayores.
Hasta la llegada de la segunda ola de contagios, el país de la canciller Angela Merkel pasaba por ser un ejemplo internacional en la gestión de la pandemia. Alemania ha evitado cifras de decesos como las de los otros grandes países europeos. Según datos de este lunes del RKI, en Alemania habían fallecido por COVID-19 hasta el domingo 11.352 personas desde que comenzó la pandemia.
Según datos del Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC), Alemania mantuvo los fallecimientos en 2,78 por millón de personas durante la primera ola de contagios. España, Francia e Italia cuentan con datos mucho peores. A saber, 18,57 muertos por millón de habitantes en España, 16,87 por millón de habitantes en Francia y 13,59 por millón de habitantes en Italia.
Dada su magnitud, la segunda de ola de contagios parece ser más amenazante para Alemania. “En abril se hizo un confinamiento muy consecuente, y funcionó”, dice Hufert, el director del Instituto para la Microbiología y la Virología de la Escuela Superior de Medicina de Brandeburgo, aludiendo a los días de mayores restricciones contra la COVID-19 vividos en marzo y abril.
“Ahora tenemos que esperar a que las últimas medidas contra la propagación de virus tengan efecto. En mi opinión, las últimas medidas entraron en vigor diez días demasiado tarde”, concluye pesimista este experto.