Alemania 'se olvida' de su trágica invasión de Ucrania frente a la amenaza rusa


Al Gobierno del canciller Olaf Scholz, que prioriza actualmente el diálogo con Rusia, se le acusa de evitar su “responsabilidad histórica” con Ucrania
La comunidad judía de Ucrania pide a Scholz en una carta abierta apoyo para el país vecino del este de la Unión Europea frente a la amenaza rusa
El canciller alemán Olaf Scholz y su Gobierno no viven su mejor momento a nivel internacional. La política exterior le está costando duros reproches.
Incluso en Alemania los hay que acusan a Scholz y compañía de caer en el cinismo. Concretamente, cuando Scholz o su ministra de Asuntos Exteriores, la ecologista Annalena Baerbock, hablan de “responsabilidad histórica” para perseguir a toda costa el diálogo con Rusia o cuando rechazan el envío de armas a Ucrania, un país amenazado de invasión por Vladimir Putin.
En Berlín, se piensa en esa responsabilidad para animar al diálogo con Rusia y frenar toda iniciativa que suponga hacer posible que Ucrania pueda defenderse ante una eventual invasión. Los crímenes del nazismo siguen pensando en las conciencias de los responsables del Ejecutivo alemán. En esto, Scholz y Baerbock no son una excepción.
Ambos se inscriben en una tradición política alemana posterior a la Segunda Guerra Mundial. Si Alemania ha buscado tradicionalmente proximidad con Rusia, esto no se debe únicamente a los intereses económicos y energéticos germanos. Éstos, claro está, existen. Pero la historia también tiene un peso.
« Bye, bye, energía atómica; adiós carbón; hola Putin ». He ahí un resumen de la política energética de Alemania. En @NiusDiario. https://t.co/1xNLAG9K59.
— Salvador Martínez Mas (@SmmEnBerlin) 26 de enero de 2022
“Nada puede igualar la magnitud de la destrucción que los alemanes trajimos al pueblo de la Unión Soviética”, decía en Moscú la semana pasada Baerbock en su primera vista a la capital rusa, en la que se reunió con su homólogo y sempiterno jefe de la diplomacia de Rusia, Sergei Lavrov.
No menos de 18 millones de ciudadanos soviéticos – militares y civiles – perdieron la vida en la II Guerra Mundial. Las atrocidades del III Reich en el frente del este vuelven a no pocas cabezas relevantes estos días en los que se cierne la amenaza de una guerra sobre Ucrania.
De esta forma, según apuntaba en el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung uno de sus editores, el periodista y autor Berthold Kohler, “en la crisis de Ucrania, el Gobierno de Scholz aduce el pasado de Alemania como razón para la moderación, incluso en el suministro de armas”.
En la Segunda Guerra Mundial, “los invasores alemanes causaron un sufrimiento inconmensurable a los pueblos de la Unión Soviética”, escribía Kohler en un reciente editorial, en el que se subrayaba que “entre esos pueblos, se contaban los ucranianos”. A su entender, para evitar darles “armas de autodefensa y disuasión”, Scholz y compañía deberían encontrar una justificación que “sonara menos cínica” que eso de hacer referencias a la invasión del III Reich.

Ucrania perdió el 16% de su población en la Segunda Guerra Mundial
La invasión alemana de la URRS empezó, por sorpresa, el 22 de junio de 1941. Apenas una semana después de iniciarse la Operación Barbarossa, en el oeste ucraniano las tropas alemanas llegaban hasta la ciudad de Lviv (oeste ucraniano) entre celebraciones. A los alemanes se les vio inicialmente allí como “liberadores” de la opresión soviética. Poco tardarían en darse cuenta de que no había nada que celebrar.
Porque la Alemania nazi acabaría ocupando la totalidad de Ucrania. Los invasores convirtieron 2,2 millones de ucranianos en trabajadores esclavos. Peor suerte corrió la población judía del país. Hasta 1,5 millones de los 6 millones asesinados en el Holocausto eran ucranianos.
En la masacre de Baby Yar, a las afueras de Kiev, se asesinaron a cerca 34.000 judíos en sólo dos días. Hasta 100.000 muertes se cuentan en esa ola de asesinatos, que también tuvo por víctimas a población romaní, prisioneros de guerra y miembros de la resistencia. Se ha estimado que, en la Segunda Guerra Mundial, Ucrania perdió hasta el 16% de su población.
El pasado mes de octubre se cumplieron los 80 años de esos crímenes. Hasta Babi Yar se desplazó el presidente alemán, Frank Walter-Steinmeier, y dejó dicho que para él y sus compatriotas sólo hay una respuesta ante estos crímenes: “¡Nunca más!”.
Sin embargo, el propio Steinmeier, quien ha afirmado que el Nord Stream 2, el gasoducto que une directamente Rusia con Alemania, es parte de la “deuda” que su país tiene con Rusia por los crímenes del III el gasoducto que une directamente Rusia con Alemania, es parte de la “deuda” que su país tiene con Rusia por los crímenesReich, reconocía en Babi Yar que “los crímenes del nacionalsocialismo en Ucrania apenas están marcados en el mapa de ls memoria” germana.
Para los alemanes, la destrucción llevada a cabo por Alemania en Ucrania no existe
Así, cuando Baerbock aludía en Moscú a la destrucción de la Alemania nazi en la Unión Soviética, lo más normal es pensar que se refería a Rusia; no a Ucrania. Así lo explica a NIUS el asesor y analista político en asuntos internacionales relacionados con el este europeo Sergej Summleny.
“Para las élites alemanas y para la población, la destrucción llevada a cabo por Alemania en Ucrania es algo que no existe. Esto es algo que los alemanes no quieren saber. Los alemanes saben de la destrucción en Rusia, pero no en otras regiones de lo que fue la Unión Soviética, ya sea Ucrania, Bielorrusia o los países Bálticos, éstos países quedan incluidos en la idea de Rusia”, aclara Summleny.
Muchas razones hay para explicar por qué Rusia acapara todo el mal recuerdo que dejó la guerra que los nazis llevaron al este europeo. Para Summleny, analista alemán dotado de una larga experiencia como director de la oficina en Kiev de la Fundación Heinrich Boll, un think tank cercano al partido de Los Verdes, ese fenómeno se explica, sobre todo, por “las décadas de exitosa propaganda soviética, en la que todo lo que fuera oposición a la URRS se llamaba 'nazi'”.
“En la Unión Soviética, a los ucranianos se les llamaba en su momento nazis; del mismo modo que pasaba con los israelíes; los americanos, nazis también, y los judíos, nazis también, y así...”, añade Summleny. “Para los alemanes, esto suponía una forma de salvar su conciencia, porque podían decirse esta tontería: 'frente a Rusia, somos culpables, pero luego, frente a Ucrania, no fuimos tan malos'”.
“Para países como Polonia, la historia habla en contra del Nord Stream 2”
Así se llega a argumentar, como se hace estos días en Berlín, aludiendo a la historia para explicar ya sea el Nord Stream 2 o la necesidad de diálogo con Rusia pese a su inédito y amenazante comportamiento. Para Kai Olaf-Lang, experto en el Instituto para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas alemanas), “los argumentos que aluden a la historia son ambivalentes”.
“Cuando se dijo aquello de que el Nord Stream 2 era una deuda con Rusia, los países bálticos o Polonia se quejaron. Porque para países como Polonia, la historia habla en contra del Nord Stream 2”, comenta Lang a NIUS.
Menos ambivalentes son los mensajes que llegan estos días desde Ucrania con destino a Alemania. Porque no sólo desde el Ejecutivo ucraniano se pide apoyo el militar de Olaf Scholz. Esta semana, la asociación de organizaciones y comunidades judías de Ucrania pedía al Gobierno alemán que sacara “las conclusiones correctas de las difíciles lecciones de la historia de Europa y apoye a Ucrania en estos momentos sumamente difíciles”.
Esas comunidades se manifestaban en una carta abierta dirigida al canciller Scholz el jueves de esta semana, día en que se cumplían 77 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. A Scholz se le vio ese día a las puertas del Reichstag, la sede del Bundestag, con un cartel en el que se leía “ReichstagBundestagWe Remember o “Recordamos”.
Por lo visto, Scholz y compañía no recuerdan suficiente para satisfacer a los judíos de Ucrania. Al menos, cuando éstos piden armas defensivas como las que está entregando a los ucranianos el Reino Unido o el apoyo alemán a las aspiraciones ucranianas en entrada en la Unión Europea y la OTAN.