Alemania trata de escapar al gas ruso para calentarse el próximo invierno


Del político ecologista Robert Habeck, vicecanciller alemán además de ministro de Economía y Protección Climática, se dice estos días que es un hombre que “ha salido de su zona de cónfort”. Y tanto.
La guerra desatada por la Rusia de Vladimir Putin contra Ucrania lo ha puesto, entre otras cosas, en busca de fuentes alternativas al gas ruso. Alemania, en virtud de una política energética que ahora se asume como, entre otras cosas, “una chapuza de 20 años”, según los términos recientes del semanario Die Zeit, depende del gas de Rusia. Se estima que llega de Rusia hasta el 55% del gas que importa Alemania para que los hogares del país se calienten y para que su industria tenga energía.
Al año, Alemania precisa de unos 90.000 millones de metros cúbicos. Según las cuentas que ofrecía hace unos días el diario económico Handelsblatt, 60.000 millones de metros cúbicos llegan directamente a suelo germano por el mar Báltico a través del gaseoducto ruso Nord Stream 1. Ese gaseoducto tiene una versión 2.0 ya terminada cuya certificación está “congelada” en vista del comportamiento ruso en Ucrania.
A la vista está que el gas ruso se ha convertido en un problema para Alemania. Rusia, en guerra contra Ucrania, se ha dejado de mirar desde suelo germano como un actor internacional fiable. A estas alturas, Moscú ha amenazado incluso, entre otras cosas, con cerrar el Nord Stream 1.
Además, conforme se recrudece la guerra en Ucrania, más resuenan ideas como la del embargo europeo contra los hidrocarburos rusos, un castigo contra Rusia que traería indudablemente a Alemania una recesión. Habeck se ha referido a la pérdida de “la paz social” en Alemania como consecuencia de un eventual cierre del grifo de los hidrocarburos rusos.
El canciller alemán, Olaf Scholz está en contra de dejar de comprar hidrocarburos a Rusia.
— NIUS (@NiusDiario) 12 de marzo de 2022
Lo cuenta @SmmEnBerlinhttps://t.co/ERh2O6msBu
El embargo implicaría que “centenares de miles de personas perdieran su trabajo, una alta inflación, que el precio del combustible para ir a trabajar se haga impagable, al igual que el precio de la electricidad y de la calefacción”, según ha explicado Habeck en una reciente entrevista con el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung.
No parece que los responsables del Gobierno alemán estén dispuestos a lidiar con semejante escenario. Y, sin embargo, Habeck “ha salido de su zona de confort”.
En búsqueda de gas líquido para depender menos del gas ruso
Por eso la semana pasada, este fin de semana y este lunes se ha visto a Habeck en diferentes países ricos en gas con los que Alemania cuenta para reducir su dependencia del gas ruso. Así, si Habeck estaba en Oslo hace unos días para profundizar las relaciones energéticas – Noruega es otro de los grandes exportadores de gas natural hacia Alemania –, este fin de semana pasaba por Qatar. Este lunes, el vicecanciller alemán visitaba Emiratos Árabes Unidos (EAU) en busca de gas líquido.
Warum diese Reise jetzt? Bundesminister Habeck äußert sich zu seinem Besuch in Katar. pic.twitter.com/inXhkz6d0U
— Bundesministerium für Wirtschaft und Klimaschutz (@BMWK) 20 de marzo de 2022
Habeck ya ha dicho en su gira que ha logrado “establecer en firme una asociación energética a largo plazo” en Doha, la capital de Qatar. El pequeño estado árabe es uno de los mayores exportadores de gas líquido en el mundo, junto con Estados Unidos y Australia.
Habeck aún no ha pisado suelo estadounidense ni australiano para lograr alternativas al gas ruso. Pero incluso si no tarda en hacerlo no está nada claro que el próximo invierno Alemania pueda calentarse con una considerable menor proporción de gas ruso.
Hay cuentas, como las que ofrecía recientemente el Handelsblatt según las cuales Qatar ya tiene a largo plazo entre el 90% y el 95% de su gas líquido vendido. Sólo a partir de 2026 podría ampliar capacidades. De Noruega, por otro lado, se dice que está produciendo ahora mismo a plena capacidad.
Que en la gira de “compras de gas”, según se han referido en Alemania a las visitas de Habeck, también se hayan incluido encuentros entre altos responsables políticos y empresariales germanos y árabes no implica que los alemanes vayan a poder acabar a corto plazo con su dependencia del gas ruso.
Alemania y el gas ruso: “un enorme dilema ético”
Según Habeck, ni las calefacciones de Alemania ni la actividad industrial del país están aseguradas de cara al próximo invierno.
“Eso significa que si no conseguimos más gas para el próximo invierno y se cortan o rompen las conexiones de suministro desde Rusia, no tendríamos suficiente gas para mantener todas las casas calientes ni toda la industria en funcionamiento”, ha explicado Habeck.
Por eso, según los términos que utiliza hablando para NIUS Julian Zuber, responsable del lobby de agenda ambientalista German Zero, Alemania se encuentra en un “enorme dilema ético”.
Alemania no puede desconectarse rápidamente del gas ruso, por mucho que haya ahora mismo, a su entender, “la voluntad en la población de limitar su consumo de gas y de apoyar medidas para frenar el consumo, dado que el consumo de gas acaba convirtiéndose, más o menos, en tanques rusos”.
Crece la presión sobre el Gobierno alemán por la compra de gas ruso
Es más, según señalaba en uno de sus editoriales el diario de línea progresista Süddeutsche Zeitung, “desde que las tropas rusas empezaron a devastar Ucrania, matando gente y desplazando a millones de personas crece la presión sobre el Gobierno alemán”. Entre tanto, Habeck habla de que, a medio plazo, Alemania podría salir de su situación de gran dependencia del gas ruso.
Para salir de esta situación, que el diario Bild, el más leído del país, ha calificado como “herencia de la era de Angela Merkel en el poder”, parece que serán esenciales las dos terminales para el gas líquido importado que quiere ver construidas el Gobierno alemán en tiempo récord en el norte del país.
A largo plazo, Alemania quiere ser neutral desde un punto de vista medioambiental en 2045, de acuerdo con los objetivos que se ha dado el Ejecutivo que dirige el canciller Olaf Scholz y para el que Habeck ejerce, hoy por hoy, de “buscador de gas”.