Peter Boghossian, filósofo: "El antirracismo actual es racista"
Boghossian explica a NIUS cómo y por qué las universidades estadounidenses han caído en manos del wokism
Miembro de Ateos por la Libertad y experto en ateísmo, pensamiento crítico, pedagogía, escepticismo científico y el método socrático reivindica la "justicia social"
Si hay alguien en Estados Unidos que pueda explicar cómo está afectado el fenómeno woke o la también conocida como “ideología de la justicia social” a las universidades al otro lado del Océano Atlántico, ese alguien es Peter Boghossian (1966, Boston).
Este filósofo y autor quiere que lo presenten también como “profesor asistente de filosofía sin tenure-track al que se negó recientemente el ascenso a profesor asociado”. La descripción da cuenta del conflicto que este profesor de la Universidad Estatal de Portland (PSU) mantiene con su departamento. Boghossian acuñó el término epistemología callejera para un conjunto de técnicas que están diseñadas para permitir el análisis de creencias fuertemente arraigadas, especialmente de tipo religioso, de una manera no confrontativa.
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Es de suponer que Boghossian se ha ganado enemigos a base de criticar y poner en evidencia las corrientes predominantes en las humanidades estadounidenses. No en vano, Boghossian participó en su momento junto a James Lindsay y Helen Pluckrose en el conocido como caso de los “estudios del agravio”.
En una entrevista de 2015 con Dave Rubin, Boghossian se describió a sí mismo como un liberal clásico (votante demócrata en Estados Unidos) que nunca ha votado por un candidato republicano. Afirmó que cualquiera de los candidatos republicanos para las elecciones presidenciales de 2016 "sería un desastre absoluto".
Más allá de ese escándalo Boghossian se mantiene activo frente a lo que él conviene en llamar “wokism” o la transgresión de la “ideología de la justicia social”, un fenómeno que “en los últimos cinco años” se ha “apropiado de todas y cada una de las grandes universidades de Estados Unidos”, según explica en esta entrevista con NIUS.
Boghossian, en su último trabajo anima a plantarle cara con valor y disposición para tener lo que él ha bautizado como “conversaciones imposibles”. De hecho, su último libro, co-escrito con James Lindsay, se titula How to Have Impossible Conversations (Ed. Hachette Books, 2019) o “Cómo mantener conversaciones imposibles”.
P: Usted es filósofo, pedagogo y trabaja en la Universidad Estatal de Portland. Conoce bien el sistema universitario estadounidense. Su país cuenta con las mejores universidades. Pero en esos centros ha surgido lo que usted llama “ideología de la justicia social”. ¿A qué se refiere?
He publicado un artículo sobre esto en The Philosophers' Magazine titulado “departamentos perdidos”. En él aludía a algo a lo que ya había respondido el historiador de la ciencia Michael Shermer, también fundador de la revista Skeptic y de la The Skeptic Society [organización de lucha contra la pseudociencias, la superstición y las creencias irracionales, ndlr.]. A saber, ¿Por qué la gente inteligente cree en cosas raras? Porque uno tiende a pensar que cuanto más inteligente sea uno, más improbable será creer en algo que es raro. Pero no, esto no es cierto.
“Deluded Departments,” The Philosophers’ Magazine, 2019
— Peter Boghossian (@peterboghossian) 6 de julio de 2020
https://t.co/yVvkJxD8D1
La gente inteligente cree en cosas raras porque el hecho de que sean listos significa que son buenos racionalizando cosas. Pero pueden razonar para acabar justificando una conclusión errónea. Por ejemplo, en los 70's se formó una sociedad con miembros de gran cociente intelectual, Mensa, y esta gente creía en cosas muy locas, como la telequinesia o la clarividencia. Para poder entrar ahí hay que tener un cociente intelectual grandísimo. Pero la gente inteligente puede creer cosas extrañas. Y si un individuo muy listo puede creer en cosas raras, también pueden hacerlo grupos de gente.
P: ¿Grupos de gente como profesores o académicos?
Una persona inteligente puede ser muy buena dando buenas razones que expliquen, al final, una conclusión errónea. Ese efecto se magnifica cuando tienes grupos de gente. Un grupo de gente es mucho mejor encontrando buenas razones para llegar, al final, a conclusiones erróneas.
Esto que le cuento es una introducción larga al problema de su primera pregunta: que es que a partir de Michel Foucault [filósofo francés, 1926-1984, ndlr.] y de que su trabajo llegara a las universidades, hemos tenido grupos de gente inteligente trabajando en ideas que están alejadas de la realidad, ideas desquiciadas. Pero en los últimos cinco años esas ideas se han apropiado de todas y cada una de las grandes universidades de Estados Unidos.
P: ¿Qué consecuencias tiene este fenómeno?
Esas ideas están afectando a nuestra cultura, a nuestras vulnerables instituciones - ya sea la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles u ONG's como la SPLC [dedicada a la defensa de los derechos y libertades civiles, ndlr.] - a nuestras universidades y demás.
P: ¿Cómo ha sido ese proceso? Hay quien dice que teniendo Estados Unidos las mejores universidades, no es posible que algo así ocurra en el mundo académico.
Lo que ha ocurrido es que las universidades han sido tomadas por una ideología parasitaria. Es una ideología que ha parasitado el liberalismo. Y ahora ya es la ortodoxia moral en las universidades. Como han señalado en informes organizaciones como la Fundación por los Derechos Individuales en la Educación, la gran mayoría de los profesores universitarios, especialmente de humanidades se identifican como liberales de izquierdas. El sistema universitario se ha deshecho de forma sistemática, primero, de los conservadores, luego de los liberales y luego de los llamados 'moderados'. Las humanidades viven en una cámara de resonancia en la que sólo se hablan a sí mismos. Y ven la universidad como un centro de adoctrinamiento ideológico.
P: Se olvida así ese objetivo de la universidad que es la búsqueda del pensamiento crítico...
Lo que ocurre es que a la gente que entra en la universidad, se le adoctrina. Y luego sale ahí fuera. Esto produce problemas después, porque la gente que sale de las universidades acaba sentándose en jurados populares, trabaja en empresas y, como con una titulación universitaria puedes acabar siendo gestor, en la administración o en el sector privado. O sea, que la gente que está siendo adoctrinada por mis colegas en la PSU, operan en la sociedad, ocupan puestos de responsabilidad y llevan con ellos lo que han aprendido en la universidad. Esto es extremadamente importante, porque, como consecuencia, esta gente cambia la dirección de la organización social.
P: Así es como sale a la calle lo que usted llama “ideología de la justicia social”. ¿Podría explicar cómo cambia esa ideología el significado de la expresión “justicia social” ?
Es que no sólo han cambiado el significado de la expresión justicia social. Han cambiado el significado de muchas palabras y expresiones. Por ejemplo, inclusión, diversidad o, tal vez las palabras más importantes, justicia o equidad. Lo que han hecho es un timo. Porque las palabras que emplean los partidarios de esta ideología suenan bien, como justicia o equidad. Ambas suenan bien, pero esas palabras ya no significan lo que usted cree. Equidad no es igualdad, y lo mismo pasa con justicia social. Cuando uno profundiza en lo que significan esas palabras que suenan tan bien, no significan, en realidad, lo que la gente cree. Esta es una de las razones por las que los partidarios de esta ideología se han salido con la suya.
P: ¿Podría darme un ejemplo?
Tomemos la palabra inclusión, por ejemplo. Suena bien, ¿no? ¿Quién no iba a querer un entorno inclusivo? Inclusión significa “acogedor”. Pero puede ser que haya personas que se sientan ofendidas por lo que pueda decir alguien. Y si la gente se siente ofendida, entonces no se sentirá acogida. Así que para evitar que la gente se sienta ofendida, hay que poner barreras al entorno en el que se quiere ser inclusivo. Y así, al final, un entorno inclusivo significa la introducción de restricciones, o sea, que no haya libertad de expresión, que no haya debates ni diálogos abiertos. Pero a la gente se la engaña con palabras como “inclusión” que, como suena bien, se asumen como algo bueno.
P: ¿Podría explicarme entonces qué cuál es el nuevo significado de justicia social?
La justicia social es un paraguas que abarca el antirracismo, la diversidad o la inclusión. La justicia social abarca todas estas cosas. O sea, que si dices que estás a favor de la justicia social, esto significa que estás a favor de esas ideologías y lo que implican. La página web New Discourses de James Lindsay analiza todo esto muy bien.
P: ¿Habla usted de esos movimientos sociales y activismo, como el antirracismo, que en su nueva forma están siendo acusadas, precisamente, de racismo?
Así es. El antirracismo es racista. Ibram X. Kendi [uno de los referentes intelectuales del actual antirracismo estadounidense, ndlr.], ha escrito eso de que: “el único remedio contra la discriminación pasada es la discriminación en el presente, el único remedio contra la discriminación en el presente es la discriminación futura”. Esa frase es increíble. Pero... ¡eso es la equidad!. Eso no es igualdad. La igualdad es tratar a todo el mundo por igual. Equidad es recuperar los pecados del pasado.
P: Y esa es la realidad de Estados Unidos ahora...
A mucha gente le cuesta hacer frente a esto porque es realmente una locura. Hay lemas como 'defund the police' [“dejar de financiar a la policía”, ndlr.]. Mucha gente cree que los partidarios de esta idea, en el fondo, no quieren dejar de financiar a la policía. Pero luego, los partidarios de esa idea publican un artículo en el The New York Times en el que explican que sí, que literalmente quieren dejar sin fondos a la policía. Parte del problema con lo que está pasando es que mucha gente piensa que las cosas que se creen en las universidades no las piensa nadie de verdad. Pero sí, sí que hay que gente que cree que lo que necesitamos son cosas como discriminación futura para corregir las discriminaciones del pasado.
"We are not abandoning our communities to violence. We don’t want to just close police departments. We want to make them unnecessary," writes @prisonculture https://t.co/2cHEfNjWQX
— New York Times Opinion (@nytopinion) 12 de junio de 2020
P: Servidor se puso en contacto con usted a través de la organización Ateos por la Libertad. ¿Es esa ideología de la justicia social algo comparable a una religión?
Hace años que James Lindsay y yo escribimos aquello de que el “privilegio” es el pecado original de esta gente. Del mismo modo que los cristianos tienen el pecado original, esta gente tiene el privilegio. El paralelismo que se puede hacer entre esta nueva ideología y la religión es sorprendentemente fuerte. Las formas son muy similares a las de la religión. Por ejemplo, dicen conocer las cosas que dicen saber debido a testimonios personales. Por ejemplo, así es como llegan a decir que el sistema es racista. Como con las religiones, esta ideología no se puede desmentir. La gente la cree con una certidumbre inquebrantable. Además, dicen que la gente que no la cree, no sólo no se equivoca, es que es mala gente.
P: ¿Pero es esta una religión que sale de las universidades?
Exacto, sobre esto escribí en el Wall Street Journal, en concreto, sobre el “blanqueamiento de ideas”. Es más difícil convencer a alguien para que salga de esta religión, el wokism, que del cristianismo. En un momento dado, los cristianos honestos te van a decir - y este es mi campo, porque he escrito libros como How to have Impossible Conversations o A Manual for Creating Atheists (Ed. Pitchstone Publishing, 2013) -, que tienen fe. Pero la gente woke no necesita la fe, porque creen que tienen evidencias en los artículos que producen y que son sometidos al proceso de revisión por pares. Pero ese proceso es un blanqueo de ideas.
From @WSJopinion: You’ve probably heard the terms “cisgender” and “intersectionality.” Here’s how it happened, writes @peterboghossian. https://t.co/6Kpob8bR5T
— The Wall Street Journal (@WSJ) 25 de noviembre de 2019
Funciona así: alguien tiene una idea, una convicción moral o siente algo, por ejemplo. Otra gente en la universidad cree en eso mismo también y le dan el sello universitario a través de la publicación en una revista para que salga como “conocimiento”. Y luego la gente inteligente del woke te dirá que las cosas son como él dice porque se puede leer en las publicaciones universitarias, ya sea de los 'fat studies' [literalmente, “estudios de gordos”, asociados al activismo del movimiento de aceptación de los gordos, ndlr.], o lo que sea. Dicen que ahí están las evidencias. Pero no son evidencias. Lo que hay es un puñado de pirados con una ideología que está blanqueado ideas a través de publicaciones universitarias sometidas al proceso de revisión por pares.
P: Hay quien dice que estas ideas son un peligro para las democracias liberales. ¿Qué piensa usted?
Es una amenaza para la civilización occidental. No es una exageración. No es una hipérbole. No creo que esta ideología, sin embargo, sea sostenible. Le puedo decir que estoy seguro de que esta ideología se agotará por sí misma. Desaparecerá por sí misma. Lo que no puedo decirle es cuándo, ni cuánto daño producirá a nuestras instituciones culturales. Pero es un hecho que esta ideología es insostenible y tiene una fecha de caducidad, pero yo no sé cuál es.
P: ¿Cómo está tan seguro?
La historia nos ha demostrado que esto pasa, y ahí está para demostrarlo el trabajo de Niall Ferguson, que ha escrito sobre este fenómeno. Por ejemplo, todo defensor del cristianismo piensa que puede defender sus ideas ante quienes se oponen a ellas. Pero la nueva ideología de la que hablamos no conoce el otro lado. No conocen los argumentos contra sus posiciones. Por eso cuando voy de gira para dar charlas en universidades, yo ya sé que los alumnos de estudios de género, por ejemplo, no conocen la crítica de Martha Nussbaum frente al trabajo de Judith Butler [considerada uno de los referentes de la nueva corriente del pensamiento feminista, la teoría queer o la teoría cultural, ndlr.].
Yo sé esto porque sé que los profesores ven la educación de los alumnos como un adoctrinamiento. En resumen, le digo esto para señalar que esta ideología no es sostenible. Al contrario que el cristianismo, que cuenta con robustas defensas en temas como la resurrección o la crucifixión, esta nueva ideología, porque está concebida así, no puede tener esa capacidad para defenderse. Por eso, al final, sus defensores siempre acaban justificando lo que piensan en función de testimonios personales. Nunca presentan pruebas de que lo que dicen es verdad. Lo llevan al terreno del testimonio personal.
P: Si esta ideología es como una nueva religión. ¿Hace falta un nuevo ateísmo?
No. Lo que hay que hacer es asistir, por ejemplo, a citas como las de esos grupos de trabajo a favor de la “equidad” en el Estado de Washington (noroeste de Estados Unidos), en los que sólo hay un puñado de personas. Esto es algo que está haciendo y documentando, por ejemplo, Benjamin A. Boyce en sus vídeos, en los que se ve cómo un grupo pequeño de ideólogos está impulsando ideologías que dividen a la población. Hay que asistir a ese tipo de reuniones, por ejemplo, en las asociaciones de padres en las escuelas. Si puedes documentar las reuniones, bien. Si puedes grabarlas, bien.
Eso es justo lo que ha hecho el profesor de matemáticas Paul Rossi, de la Escuela George Davison, en Nueva York. Él ha grabado al director de la escuela reconociendo que la escuela estaba siendo racista con los alumnos blancos. O sea, que, primero, hay que asistir, documentar y hacer público todo esto. Luego, no hay que ser un cobarde. Los griegos tenían una palabra: “parresia”. Significa “hablar libremente ante el peligro”. Hay que estar dispuesto a asumir las consecuencias de esto.
P: Pero esto mismo me lleva a su libro, How to Have Impossible Conversations
Uno ha de hablar sin miedo. Pero escuchando también y repitiendo lo que la otra persona dice, de manera que esta tenga que decir: “sí, eso es, me entiendes”. Porque si se llega a ese punto, incluso si hay un desacuerdo, habrá respeto. Lo que la gente no respeta es gente que miente, que se ofusca, que no dice lo que cree. Escuchar y demostrarlo lleva a la virtud de la que hablaba Aristóteles y que hacía posible una conversación honesta entre dos personas. En realidad, está bien estar en desacuerdo con alguien y seguir siendo amigo de esa persona. De hecho, esas son las mejores amistades. Poder hablar así también implica poder revisar las creencias que cada uno tiene.
P: Pero en un contexto de gran polarización, quienes dialogan se convierte en lo que usted llama “mensajero”, o sea, alguien que repite lo que dice un partido político, por ejemplo. En España, sin ir más lejos, el gran debate político, para algunos, consiste entre elegir “democracia o fascismo” y, para otros, “comunismo o libertad”.
Yo hice mi tesis doctoral entrevistando a presos, ayudando a que pensaran de forma moral y crítica. El problema no es que alguien te grite o no esté de acuerdo contigo. El problema es cuando alguien no quiere ni hablarte. Si alguien no quiere hablarte, no puedes hacer nada. No puedes forzar una conversación. Pero incluso si la otra persona está enfadada, puedes tener una “conversación imposible”. Pero si hablas con un ideólogo, y sobre esto ya publiqué una serie de vídeos en The New York Times, lo que hay que hacer es preguntar a la persona que valore cuánto cree en lo que dice del uno al diez. Uno siendo “nada”, y diez “apuesto mi vida a que esto es así”.
Los ideólogos siempre hablan en diez, esto significa que no hay voluntad de cambiar la opinión y que no hay prueba que haga que esa persona cambie de opinión. Entonces esto significa que lo que cree esa persona no lo cree por la existencia de pruebas. Por definición, creer algo en función de la existencia de pruebas implica que puede haber pruebas que te hagan cambiar de opinión. Pero hablar con un ideólogo también es posible. Ellos tienen herramientas para defenderse cuando le presentas hechos. Pero rara vez ponen sus creencias en una escala. Preguntar qué hecho o prueba le haría cambiar de opinión es algo que no enfada a nadie, porque no estás cuestionando sus conclusiones, sino el modo en que llega a sus conclusiones.