Bronca europea por la apertura de las estaciones de esquí


Merkel quiere cerrar todas las estaciones de esquí de Europa
Las vacaciones de esquí de Navidad como semilla de otra bronca europea. La polémica empezó en el Bundestag. La jefa del Gobierno alemán, Angela Merkel, explicó a sus diputados que estaba intentando alcanzar un acuerdo a nivel europeo para que estas vacaciones navideñas no abran las estaciones de esquí, muy populares en media Europa como destino de vacaciones de invierno. Algunas de esas estaciones, como las austríacas de los Alpes, fueron focos de contagio al principio de la pandemia.
Italia se puso automáticamente del lado de Alemania y pidió a la Comisión Europea que forjara un acuerdo europeo. Bruselas, sin competencias en la materia, asegura que la cuestión no le compete y que los gobiernos pueden alcanzar los acuerdos que quieran. Pero no todas las capitales están de acuerdo: el Gobierno francés ya anunció que permitirá que abran sus estaciones de esquí aunque no podrán usarse los telesillas.
Austria dice 'NEIN'
Austria puso el grito en el cielo. Viena rechaza cualquier acuerdo al respecto y pretende abrir sus estaciones, que suponen unos ingresos económicos clave para algunas de sus regiones. Suiza, fuera de la Unión Europea pero miembro del Espacio Schengen de libre circulación, rechazó de plano la idea de cerrar sus estaciones. Desde Roma, el primer ministro Giuseppe Conte, pidió que se cierren todas las estaciones de esquí de los Alpes al menos hasta el 10 de enero, es decir, hasta que pasen todas las vacaciones.
Conte pidió a Austria que colabore y dijo: “No podemos permitirnos vacaciones de Navidad, pero si cerramos nuestras estaciones de esquí y los austríacos no cierran las suyas, nuestros esquiadores saldrán de nuestras fronteras, irán a Austria, dejarán su dinero a los austríacos y volverán con el virus”. En las diversas estaciones de esquí de los Alpes esquían el 43% de los esquiadores profesionales o aficionados del planeta, según cálculos del diario francés Le Monde. Eso genera 28.000 millones de euros en ingresos turísticos, gran parte de los cuales se los llevan Austria y Suiza.
Merkel teme que las estaciones sean focos de contagio
El Gobierno alemán y los gobiernos regionales decidieron el miércoles mantener las restricciones en vigor, que no revisarán hasta dentro de al menos dos semanas. Merkel teme que, como ocurrió al principio de la pandemia durante las vacaciones de Carnaval, miles de alemanes vayan a Austria y Suiza a esquiar y vuelvan contagiados. Por eso dijo el jueves en el Bundestag: “Vamos a intentar que se vote en Europa (se refiere al Consejo Europeo) la posibilidad de cerrar todas las estaciones de esquí”. Alemania, como presidencia semestral de la Unión Europea hasta finales de año, puede poner el debate en la agenda de cualquier reunión de ministros.
Pero Merkel no se hace ilusiones y sabe que su idea no genera unanimidad: “Desgraciadamente parece que no será fácil que se consiga viendo los anuncios austríacos”. Austria teme perder ingentes ingresos económicos. Su prensa ha saltado al cuello de Merkel con títulos como “Ataque contra la nación del esquí” o “Batalla del esquí”.
Gernot Blümel, ministro de Finanzas austríaco, dijo este jueves que las estaciones de esquí abrirán con medidas sanitarias especiales al menos para los clientes nacionales. Y exigió que la Unión Europea le pague compensaciones económicas si se impide que los ciudadanos de otros países puedan ir a esquiar a Austria. Blümel estima que “si la Unión Europea realmente ordena cerrar las estaciones de esquí nos costaría dos mil millones de euros”.
Italia amenaza con cerrar la frontera
Italia empieza a dar más pasos. Su Gobierno dijo la tarde del jueves que si el Gobierno austríaco no acepta cerrar sus estaciones Roma cerrará la frontera común al menos hasta que pasen las fiestas.
Los países vecinos de Austria recuerdan el caso de la estación de esquí de Ischgl. Conocida como ‘la Ibiza de los Alpes’, organiza decenas de fiestas nocturnas tras sus jornadas de esquí. En esas fiestas se contagiaron miles de europeos entre finales de febrero y principios de marzo hasta que el Gobierno austríaco decidió cerrar las instalaciones el 13 de marzo. Tarde. La mayoría había vuelto a sus países a desperdigar el virus. La Fiscalía de Innsbruck abrió en septiembre una investigación penal e inculpó al alcalde de la localidad de Ischgl.
Bruselas pide “coordinación”, pero no se quiere helar las manos en lo que algunos funcionarios ya conocen como “la batalla del oro blanco”.