Cuando cambias libros universitarios por rifles de asalto: los jóvenes soldados que luchan por Ucrania


Miles de jóvenes ucranianos, chicos y chicas, se han acercado estas semanas a los centros de reclutamiento improvisados
Maksym, 19 años, y Dmytro, 18, son dos de ellos: "La muerte no es una opción para nosotros"
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Hace veinte días, antes de que Rusia comenzase la invasión de Ucrania, Maksym y Dmytro eran como el resto de jóvenes de 19 y 18 años. Estudiaban las carreras de Biología y Economía, respectivamente, en la universidad. Salían con sus amigos, reñían con sus padres... Ahora, son soldados que luchan por su país, con rifles al hombro y vestidos con uniformes de camuflaje.
El proceso de transformación ha llevado apenas tres días. Tres jornadas de formación militar tras las que son enviados al frente. Como ellos, miles de jóvenes ucranianos, chicos y chicas, se han acercado estas semanas a los centros de reclutamiento improvisados. Lugares donde reciben la instrucción militar mínima para unirse a la resistencia que esta frenando, con muchos menos efectivos, al inmenso ejército ruso.
Esperando al bus que les lleva a las bases, algunos con sacos, mantas y esterillas, parecen como cualquier grupo de amigos dirigiéndose a un festival de música. Pero no van de fiesta, van a la guerra.
Primero entrenan con rifles de madera, para acostumbrase al peso del arma, a los movimientos que pueden hacer o no con ella... Rápidamente les entregan armas de las de verdad. De las que matan. Más allá de este adiestramiento, la mayoría no tiene experiencia militar.
"Aprendí cómo disparar y cómo actuar en la batalla", explica Dmytro sobre su entrenamiento exprés. En su tono no parece que sea totalmente consciente de lo que puede encontrase una vez los rusos alcancen su puesto al este de Kiev. Allí esperan a las tropas rusas, mientras tratan de construir barricadas con sacos de arena y trampas de acero para los tanques.
Los dos muchachos de la misma ciudad cerca de la frontera con Rusia, que está siendo bombardeada. Sus familias siguen allí. Padres que están preocupados por sus hijos. Como la madre de Maksym, que le pidió que no saliese del refugio. Él no le ha contado que está haciendo realmente.
"Por supuesto que en el fondo de mi alma siento un poco de miedo. Nadie quiere morir, aunque sea por su país. Así que la muerte no es una opción para nosotros", dice Dmytro.