Choque entre el Vaticano e Italia por el rechazo de la Iglesia a una ley contra la homofobia


La Santa Sede considera que la ley viola su libertad, acordada con el Estado italiano
Se trata de una injerencia sin precedentes entre ambos Estados
Mario Draghi se ha convertido en su país en una especie de papa laico. El pasado martes se filtró que el Vaticano había presentado una queja formal en la embajada italiana ante la Santa Sede por el rechazo de la Iglesia a una ley contra la homofobia que está tramitando el Parlamento de Roma. Draghi tenía ese día cita con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, para ratificar el plan de recuperación basado en los fondos europeos y no dejó que ningún asunto le chafara la ocasión. El primer ministro respondió al día siguiente en el Senado. “El nuestro es un Estado laico, no confesional, por lo que el Parlamento es libre de discutir y de legislar”, dijo.
Palabra divina para una buena parte del arco parlamentario, que hasta ese momento se había expresado con cautela. El socialdemócrata Partido Democrático (PD), responsable de la redacción de la ley de la discordia, había defendido el texto, aunque se había mostrado dispuesto a negociar lo que hiciera falta con la Iglesia. Su líder, Enrico Letta, procede de una rama izquierdista de los democristianos. Tras las palabras de Draghi, Letta reconoció sentirse “plenamente reconocido en sus palabras”.
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El estilo de Draghi, educado también en los jesuitas -como el papa Francisco-, recuerda al de la diplomacia vaticana. Defiende la autonomía de su país, pero sin quemar puentes con la otra parte. Según el viejo dicho italiano, moriremos todos democristianos. “Quiero también precisar que la laicidad no significa indiferencia respecto al fenómeno religioso, sino que tutela el pluralismo de las diversidades culturales”, añadió en el Senado.
El Vaticano considera, en una nota difundida por ‘Il Corriere della Sera’, que “algunos contenidos de la iniciativa legislativa” pueden “incidir negativamente sobre la libertad asegurada a la Iglesia católica y a sus fieles en el vigente régimen concordatario”. Italia y el Vaticano formalizaron las relaciones entre ambos Estados en 1929, bajo el régimen de Benito Mussolini, en lo que se llamó el “Concordato”. El texto fue revisado en 1984 y en todo este tiempo no se recordaba una injerencia de este tipo.
Injerencia sin precedentes
La Iglesia italiana, por el contrario, sí está acostumbrada a mantener una actitud muy intervencionista en política. Sin embargo, sorprende que la Santa Sede irrumpa de forma tan brusca en el debate de una ley que no ha llegado siquiera a firmarse. Lo que preocupa sobre todo a obispos y cardenales es la redacción de la norma, que defiende que se modifique el Código Penal para incluir delitos por razones de “genéro, orientación sexual o identidad de género”.
Y es en esta última expresión donde radica la polémica. La Iglesia considera que la “identidad de género” da espacio a una diferenciación que va más allá del sexo biológico. Es decir, a personas que se identifican con un sexo distinto al de su nacimiento o que no se reconocen en un género binario. Los obispos italianos y algunos sectores del Vaticano llevan años condenando firmemente lo que consideran “teorías de género”. Además, la ley obligaría a las escuelas religiosas a seguir las jornadas contra la homofobia y la transfobia que marca esta disposición, en contra de la voluntad de la jerarquía eclesiástica.
La Santa Sede no se ha pronunciado oficialmente al respecto, mientras que la política italiana se ha mostrado dividida hasta la intervención de Draghi. La Liga de Matteo Salvini, que apoya al Gobierno, celebró la queja del Vaticano para que se reformara la ley. Sin embargo, queda por comprobar si la norma sigue adelante como está planteada o el primer ministro ejerce de mediador para introducir algunos cambios que tranquilicen a la Iglesia. Italia es el único gran país de la UE que no cuenta hasta ahora con una ley contra la homofobia.
La disposición, conocida como “ley Zan” -por el diputado Alessandro Zan- fue aprobada por la Cámara de Diputados en noviembre de 2020, pero desde entonces se encuentra enfangada en el Senado ante centenares de enmiendas que ha presentado la derecha para impedir su aprobación. Paradójicamente, la polémica podría desatascarla u obligar a redactarla de nuevo. En la sociedad civil, cuando se discute sobre las leyes homófobas en Hungría, la postura del Vaticano ha creado cierta incredulidad, sobre todo entre los más jóvenes.