El confinamiento "light" de Milán contra el coronavirus


La región de Lombardía, epicentro de la primera ola, vuelve a ser ahora la más golpeada
La gente debería permanecer en casa y las tiendas no esenciales tendrían que estar cerradas, pero en la práctica no se cumple
En la Estación Central de Milán no hay nadie que controle la procedencia de los viajeros. Tampoco en Roma ha sido necesario mostrar nada más que el billete antes de subir al tren. La pasada semana Italia impuso una especie de fronteras internas, para trasladarse de una región a otra con un riesgo sanitario elevado es necesario detallar en un documento los motivos del viaje. Milán está en la llamada zona roja, de aquí no podría entrar ni salir nadie si no es por una razón justificada, pero en la práctica los vigilantes se limitan a dar los buenos días.
La segunda ciudad más poblada de Italia es la capital de Lombardía, que ya fue el epicentro de la pandemia durante la primera ola. Y ahora junto a Piamonte, Valle de Aosta y Alto Adige, que componen buena parte de la franja norte del país, han vuelto al confinamiento domiciliario. A ellas se une Calabria, al sur, donde el virus avanza algo más lento pero los recursos son escasos. Según el plan del Gobierno, que divide el país por colores que marcan el nivel de alerta, en estas regiones sólo se puede salir a la calle con un certificado y los negocios no esenciales deben cerrar.
Pero en el bar Antony, justo delante de la puerta por la que salen las ambulancias del Hospital Policlínico de Milán, preguntan si el cliente desea sentarse a la mesa o consumir fuera. A los hosteleros les han permitido seguir abiertos, con la condición de que el servicio sea para llevar, aunque el dueño del establecimiento se encoge de hombros. Balbucea una explicación poco comprensible al preguntarle si es posible entrar. Dentro ya hay un par de amigos tomando el aperitivo y una chica saboreando un capuchino.
Otra de las excepciones consentidas para salir es hacer deporte, lo que permite incluso desprenderse de la mascarilla. De modo que la bici se ha convertido en el mejor de los salvoconductos. El Castello Sforzesco y el contiguo Parque Sempione alojan a decenas, cientos de deportistas. O lo que es lo mismo, a una multitud de jóvenes, mayores o parejas con hijos que se han aferrado a una bicicleta para disfrutar de un sol que no siempre luce en Milán a estas alturas del año.
También los hay que pasean sin más. Como un chico, que asegura que “Italia ahora es más responsable y por eso el confinamiento puede ser más leve”. Entre la población ha calado ese mensaje, que repiten incluso desde el Gobierno, de que “no estamos como en marzo”. Y, por tanto, las mismas restricciones de la primavera se aplican ahora de modo distinto. En Via Dante, una de las principales arterias comerciales de Milán, están abiertas una tienda de gafas de sol, otra de jabones y una de elegantes cuadernos. Deben ser negocios esenciales.
La alerta de los médicos
Los únicos que no ven las diferencias son los médicos. O peor, aprecian cómo la percepción del virus ya no despierta el miedo de entonces y se resignan. “Nosotros pedimos el confinamiento antes, observando la curva de contagios ya veíamos hace unas semanas que estaba creciendo demasiado. Hay que tener en cuenta el sufrimiento de los comerciantes, pero ya habrá observado que el cierre de ahora no es demasiado estricto”, señala Maria Grazia Manfredi, doctora de atención primaria y miembro de la Orden de Médicos de Milán.
Las alarmas son tantas que ni ellos mismos saben cómo taponar. Las UCI de Lombardía ya están ocupadas al 53% por pacientes covid, cuando el umbral de emergencia está en el 30%; el rastreo, ya inútil, queda en un mensaje de móvil a los contactos del contagiado, a quienes no se les realiza la PCR; y la tasa de positividad de los test llega al 23% en la región. La doctora Manfredi lamenta que “ni siquiera ha empezado la campaña contra la gripe, que no era algo que debiera pillar por sorpresa”.
Nuevo récord de fallecidos
Faltan médicos, faltan camas en los hospitales y los números siguen reflejando la realidad de hace un par de semanas. Es decir, este martes Italia registró 580 fallecidos, un nuevo récord en la segunda ola, pero el sistema sanitario todavía tiene que asimilar los más de 40.000 contagios diarios que ya ha contabilizado el país, la mayoría de ellos en Lombardía.
La solución que pide, de forma desesperada, el presidente nacional de la Orden de Médicos, Filippo Anelli, es “un confinamiento general para todo el país”. De momento, el Gobierno ha ordenado que otras regiones pasen de código amarillo a naranja, lo que se traduce en nuevas restricciones.
A unos pocos kilómetros de Milán, en Monza, los hospitales han llegado al límite, hay más de 300 sanitarios contagiados y han tenido que pedir ayuda a los militares. Por las redes circulan imágenes de Nápoles, donde los enfermos reciben oxígeno en su coche mientras esperan para llegar a unas urgencias saturadas, o de un hospital de Turín en el que han tenido que habilitar una planta covid en una capilla. Las autoridades sanitarias piden la vuelta al confinamiento, lo llevan reclamando desde hace semanas, pero donde ya rige las cosas no son como en marzo.