El diario de los últimos de Mariúpol: "Estoy segura de que moriré pronto, es cuestión de días"

Cerca de 300.000 personas residen en una ciudad bombardeada "cada diez minutos"
Los testimonios que llegan de la localidad portuaria reflejan una destrucción total, similar a la de Gernika en 1937
Puede seguir en NIUS la última hora de la invasión rusa en Ucrania
Unas horas antes de la tragedia, estaban todos juntos en la cama: Natalia, Vitya y su hijo Sasha. Hacía frío y el pequeño soñaba con volver a Lviv a tomar croissants y chocolate caliente. "¡Hijo, todo será!", respondió su padre. Pero no, para Vitya ya no podrá ser. El hombre murió en su casa, tras uno de los infinitos bombardeos sobre Mariúpol.
"Está dormido", le explicó la madre a Sasha cuando vio el cuerpo sin vida de su progenitor. Tenía la cabeza rota y la pierna "antinaturalmente situada sobre el cuerpo". Allí le dejaron, en el noveno piso de un edificio hoy ya en ruinas. Ni tan siquiera pudieron enterrarle.

Bombardeos "al máximo, como si quisieran enterrar cada casa"
"Estoy segura de que voy a morir pronto. Eso es cuestión de días. En esta ciudad, todo el mundo espera constantemente la muerte. Ojalá no fuera tan aterradora. Hace tres días nos visitó un amigo de mi sobrino mayor y nos dijo que atacaron el parque de bomberos. Los rescatistas han perdido sus vidas. A una mujer le arrancaron la mano, la pierna y la cabeza. Sueño con que las partes de mi cuerpo se quedan quietas después de una explosión. Aunque, por otro lado, no habrá entierro. Así nos respondió la policía cuando le preguntamos qué hacer con la abuela muerta de nuestro amigo. Me aconsejaron ponerlo en el balcón. Me pregunto ¿en cuántos balcones hay cadáveres tirados?".
"Comimos del mismo plato para no desperdiciar agua en el lavado, dormimos juntos en colchones para tener más calor, usamos sombreros con los que cubrir nuestro pelo enmarañado y nos acercamos a todo aquel que tuviera noticias del patio vecino. Se nos olvidó que existe la tele, charlar en redes sociales, bañarte o irte a dormir a una cama de verdad", cuenta esta vecina de Mariúpol.
Un relato en el que las ganas de vivir se mezclan con la desesperación de tener que hacerlo en un sótano bajo el asedio constante de las bombas, en donde el miedo acompaña hasta para ir a un baño situado en los pisos superiores. Familias enteras viven hoy así, sin una noción clara de cuándo acababa el día y empieza la noche. "Los aviones volaban cada media hora. Y solían lanzar dos bombas cada uno. La tierra temblaba cuatro o seis veces cada cinco minutos. Fuimos bombardeados al máximo, como si quisieran enterrar cada casa, cada árbol…", escribe Nadyusha.

Cerca de 300.000 personas intentan sobrevivir en los sótanos de los edificios
Al final, tras 20 días de infierno, Nadyusha Sukhorukova reunió el coraje para salir de su refugio en el sótano y escapar de entre las bombas. Como ella, unas 40.000 personas han logrado huir de Mariúpol, pero en la ciudad todavía permanecen más de 300.000 ciudadanos a los que "simplemente están exterminando. Por favor, difundid esto a todo el mundo. La gente quiere vivir", clama.
Cuerpos que se acumulan en edificios fantasma
En su huida la mujer describe una ciudad completamente destrozada de "casas fantasma, con paredes carbonizadas, árboles arrancados, y cuerpos por el camino. Pero no fue lo más aterrador. Pasamos por un edificio de quince pisos que era como un hombre muerto disfrazado: vivo de lejos y muerto de cerca". Una escena que se repite en todas las imágenes que llegan de Mariúpol y en los vídeos publicados en Telegram.
La destrucción de una ciudad que pasará a la historia como la de Gernika o Alepo
El número de víctimas entre la población civil crece día a día, "ahora son más de tres mil muertos, pero nadie puede decir el número exacto porque la gente está enterrada en fosas comunes, sin nombres. Muchos cuerpos se quedan en las calles. Algunas personas permanecen bajo los escombros, enterradas "vivas", publican los vecinos en Telegram. "Si no nos hubiéramos ido, ya estaríamos muertos", asegura Nadyusha en su Facebook, testimoniando la destrucción de una ciudad que muchos comparan ya con la de Gernika o Alepo, en Siria.
"Espero que nadie vea nunca lo que yo he visto en Mariúpol", asegura Manolis Androulakis, cónsul de Grecia y último diplomático en abandonar la ciudad portuaria. Lo que están haciendo en Mariúpol es, en palabras del Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, "un gran crimen de guerra".
La "capital del acero" no se rinde
Los bombardeos el lunes fueron aún más constantes, sin descanso. "Cada diez minutos", según fuentes militares ucranianas citadas por la CNN. Rusia presiona, pero Ucrania no se rinde. El país resiste a los incesantes ataques y a los ultimátums de Putin, con la amenaza implícita de que lo peor, por increíble que parezca, puede estar aún por llegar.
El presidente ruso quiere, sea como sea, tener el control de esta localidad estratégica que conecta el Dombás con la anexionada península de Crimea. Pero, tal y como anunció el lunes la viceprimera ministra ucraniana, la entrega de Mariúpol "no es una opción", aseguró Iryna Vereshchuk horas después de las 5 de la mañana, la hora límite dada por Rusia para que las tropas ucranianas depusieran las armas. La "capital del acero", como se le conoce en Ucrania por su tradición metalúrgica, ni se entrega ni se rinde.